Meryl Streep y Anne
Hathaway en 'El diablo viste de Prada'© Twentieth Century Fox
En el mundo real, las estructuras
jerárquicas pueden acabar siendo
un malo conocido más apetecible
que ese otro paraíso por descubrir
No es tan fácil hacer real el sueño de una vida sin jefe. Ni
siquiera cuando son los jefes los que lo imponen. "Algo que subestimamos
fue las explicaciones paso a paso que se necesitaban para familiarizar a recién
llegados con una manera completamente distinta de trabajar", reconoce
Niklas Jansen, cofundador de Blinkist.
El emprendedor alemán repasa sus fallidos intentos de
eliminar las jerarquías de su startup en Ozy.
Al principio se propusieron crear una empresa de iguales, pero al final seguían
siendo ellos los que tomaban las decisiones y discutían los presupuestos.
"Al cabo de un año y medio, habíamos creado la jerarquía que habíamos
rechazado", recuerda.
Después llegó el turno de la holocracia. En este
modelo de autogestión, los empleados se agrupan en equipos (círculos) con
autoridad para autoorganizarse. Tampoco cuajó. "En lugar de resolver
problemas, nos pasábamos el tiempo preguntándonos: ¿Cómo resolvemos esto holocráticamente?".
- La jerarquía ha muerto, viva la
jerarquía
Estas derrotas eran inevitables, según explica la autora de
la pieza, Alicia Clegg. Desde el punto de vista de Jo Freeman, anunciar el fin
de la jerarquía es poco más que un brindis al sol: los diferentes rangos
persisten y las diferencias pueden verse incrementadas al amparo de la cortina
de humo que crearía la supuesta ausencia de estructuras de poder.
Lindred Greer propone un término medio inspirado en el
funcionamiento de los Navy SEALS donde se combinen autonomía y autoridad. En
este escenario, explica, la postura del jefe se resumiría en una frase:
"Te he contratado porque eres más listo que yo, necesito que me digas lo
que piensas".
La consultora finlandesa Futurice sería un ejemplo de esto.
"Los empleados reciben formación en técnicas de toma de decisiones, se confía
en ellos para que decidan sus horarios en función de las necesidades operativas
y reciben una tarjeta de crédito para comprar las herramientas de trabajo que
prefieran", detalla Clegg. Para el director de la firma en Reino Unido,
esta estrategia es un éxito. Los empleados la valoran positivamente y procuran
"no abusar" de sus libertades.
El académico británico John Child propone un modelo de
democracia industrial donde las organizaciones de dividan en unidades más
pequeñas en las que los empleados puedan optar a ser copropietarios de la
empresa y entren en el reparto de beneficios. Según él, esta estructura
ayudaría a crear un sentimiento de identidad entre los trabajadores y sus
jefes.
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