Recuérdale quién eres.
El mayor error que puedes cometer es asumir que la gente se acuerda de ti o
sabe a lo que te dedicas en la actualidad. Evita usar frases como “como sabéis”
o “puedes haber oído que…” Preséntate de nuevo (brevemente) y recuérdale quién
eres. Añade todos los detalles que pueda recordar. De esta manera, te ahorras
que la otra persona responda: “¿Quién eres tú?” Acto seguido, escribe tres
frases sobre lo que has logrado desde la última vez que hablasteis, cuáles son
tus metas y por qué pensaste en esa persona.
Establece un tono.
Es importante reconocer que ha pasado tiempo. Acercarse a la otra persona con
un tono neutral ayudará a salvar el lapso del tiempo. Evalúa el tono al ponerte
en el lugar de la otra persona y pregúntate como te sentiría recibir una carta
así.
La mejor manera de
llegar a ella. Antes de ponerte a explicar qué necesitas de esa persona,
pregúntate por la mejor manera de llegar a ella. ¿Ese formato es el mejor para
continuar la conversación? Prueba esto: “Me gustaría hacerle algunas preguntas
sobre una empresa que estoy solicitando. ¿Tendrías tiempo de responderme? Si es
así, ¿es esta la mejor vía para hablar con usted? Darle la oportunidad de
compartir el método preferido le mostrarás que también respetas su tiempo y su
carga de trabajo.
Crea unas pautas.
Una vez hayas establecido el canal por el que comunicarte, envía un mensaje
corto y claro con toda la información que pueda ser relevante. Por ejemplo, si
quieres una recomendación para un trabajo, sugiere en qué aspectos te gustaría
centrarte e incluye plazos asociados a la solicitud. Al ofrecer estos detalles,
tu contacto podrá programarse la semana.
Ofrece algo a cambio.
Por último, encuentra la manera de cerrar el círculo y ofrecerle algo nuevo a
tu contacto. Ya sea escribirle una recomendación en LinkedIn, invitarla a comer
y sugerir un favor a cambio. Esto permitirá fortalecer tu relación en el
futuro.
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