La singularidad en el mundo del trabajo está dado hoy,
principalmente, por algunos rasgos distintivos de la ola de cambio tecnológico:
el alcance, la concentración, y la velocidad del cambio. Estos factores hacen
que el pasado no sea suficiente para interpretar el futuro. Pensar lo nuevo es
pensar de nuevo.
El alcance está dado porque las nuevas tecnologías
(Inteligencia Artificial, digitalización, big data, cloud computing, entre
otras) plantean en general el desafío de reemplazar "trabajo mental"
en una enorme cantidad de funciones e industrias (a diferencia de previas olas
de innovación donde se reemplazaba "trabajo manual"). Mientras tanto
la concentración se refleja en una relativa baja dispersión de las innovaciones
entre los actores del mundo empresario, la que puede deberse a la fase
histórica inicial del cambio. Sin embargo, la característica más relevante a la
hora de definir la incertidumbre actual respecto a cómo será el trabajo del
futuro (no tan lejano) es la velocidad del cambio.
En una serie de papers, Daron
Acemoglu del MIT y Pascual Restrepo de Boston University, presentaron
nuevos modelos teóricos para abordar el impacto de la presente ola de
innovación. Los autores proponen dividir el cambio tecnológico en dos grandes
categorías: las tecnologías que reemplazan trabajo humano por máquinas; y las
que crean nuevos y más complejos trabajos para los seres humanos. La primera de
ellas, la llamada automatización, baja los salarios y sube el desempleo. La
segunda, es decir la creación de nuevas tareas es la que puede nivelar los
ingresos de los trabajadores.
En la historia, señalan los autores, los dos tipos de
innovación estuvieron en balance (si la automatización reduce los salarios,
entonces baja el retorno a la inversión en automatización y sube el incentivo a
crear trabajos más productivos). Sin embargo, estas dos fuerzas en el ciclo
actual pueden estar desincronizadas. La velocidad del cambio es, entre todas
las fuerzas que operan, el principal desafío para empresas, trabajadores y
responsables de políticas públicas.
En el mundo del trabajo las amenazas no son las
innovaciones, sino la imposibilidad de asimilarlas a la velocidad en que
ocurren y se incorporan al ámbito de los negocios. Los sistemas educativos que
no sean "dinámicos" en cuanto a la comprensión del mundo y su
adecuación, estarán cada vez más lejos de formar recursos humanos a la altura
de las exigencias del nuevo mercado laboral.
Es fundamental la capacidad de la sociedad para lograr que
sus actores principales tengan un diálogo permanente, tendiente a adecuar la
formación de recursos humanos con las competencias que nuestra realidad y
perspectivas productivas demanden. Sin embargo, la conexión entre quienes
piensan y generan políticas públicas y el sector privado ha sido un rara avis
en nuestro país.
A propósito de ello, es auspicioso que recientemente se haya
abierto una ventana de oportunidad para establecer una asociación
público-privada en el campo del financiamiento de infraestructura. El exitoso
lanzamiento de los proyectos de Participación Público Privada (PPP) constituye
un ejemplo saliente de lo que se puede lograr cuando todas las fuerzas de la
productividad cooperan, en beneficio mutuo, para hacer frente a los desafíos de
un país. En este contexto, una articulación público-privada (empresas, academia
y Estado) más amplia, es clave para lograr ese dinamismo en el mundo laboral,
procurando achicar la brecha de tiempo en que las demandas del sistema
productivo encuentran respuestas en la oferta de talento.
El tiempo no sólo es dinero. El tiempo es, sobre todo,
trabajo.
Sergio Roses. Pte. de
la Agencia de Desarrollo de Campana y profesor RR.HH en USAL
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