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Tecnología digital. Un
informe del Banco Mundial es optimista respecto de la creación de puestos; hay
una multiplicidad de aspectos bajo análisis.
Comunicarse, interactuar, hacer transacciones a distancia.
El avance de las tecnologías digitales, ¿permite una mayor actividad económica
al ser capaz de generar mayor demanda y de reducir los costos de producción? ¿Y
deja espacio entonces para la creación de empleos? La respuesta que dio a esos
interrogantes un reciente estudio del Banco Mundial para América Latina es
positiva.
Eso sí: se advierte que hace falta que se cumplan ciertas
condiciones, como la de facilitar el acceso a las tecnologías. Este punto
involucra aspectos como el del alcance de la banda ancha para las distintas
poblaciones de un país y el de los precios, tanto de los servicios como de los
dispositivos -y aquí entra en juego el debate sobre las políticas públicas en
materias como la apertura comercial y los impuestos-. Otra de las condiciones
mencionadas es promover una educación y una capacitación para los trabajadores
actuales y futuros, que sea acorde a "los empleos del mañana". Esta
última expresión es el título que recibe el mencionado informe, que fue
elaborado por los economistas Mark Dutz, Rita Almeida y Truman Packard y que
fue presentado días atrás en Buenos Aires.
"Tiempo venidero", puede leerse en una de las
acepciones de la palabra "mañana" que ofrece el diccionario de la
Real Academia Española. "El futuro" y "el día que sigue
inmediatamente al de hoy", rezan otras definiciones. La alusión a lo
inmediato bien puede vincularse al significado que la palabra
"mañana" adopta en las cuestiones que hacen al escenario de la
producción económica y del trabajo de las personas. A qué velocidad van los
cambios (dados tanto por las tecnologías digitales como por la automatización
de tareas y la inteligencia artificial) es algo que depende del sector
económico, del país que se mire, del tipo de tareas y hasta del contexto social
y político. Pero en cualquier caso, lo cierto es que no existe un momento
determinado que defina una "línea de largada". Y, si bien hay quienes
advierten que todavía no existen muchos de los empleos que podrían tocarles a
los chicos que están ahora en la escuela, es también un hecho que muchos
trabajadores actuales se dedican a tareas que, cuando vestían uniforme escolar,
no había ni noción de que existirían.
La dinámica de las transformaciones lleva a la necesidad de
adecuar el modelo educativo. "La creciente necesidad de habilidades
flexibles [como la capacidad de adaptarse al cambio y reaprender, la de
comunicación y la de interacción] requiere que los sistemas de educación se
reenfoquen", dijo Dutz al presentar el trabajo del Banco Mundial. Las
experiencias observadas, según el economista, indican que la expansión de una
economía digital (impulsada por el uso de Internet) puede llevar al crecimiento
de la productividad de las empresas, a la baja de costos y, por tanto, a la
creación de más empleos. Y no solo para los trabajadores más preparados, sino
también para los de baja calificación.
Un trabajo sobre el caso argentino, elaborado por los
economistas e investigadores de la Universidad Nacional de La Plata Irene
Brambilla y Darío Tortarolo y considerado para el informe del BM, señala que
estudios referidos a la dinámica de las empresas y del empleo concluyen que los
procesos de innovación pueden llevar a una sustitución de trabajo por capital,
pero también pueden incrementar la productividad y hacer crecer la demanda, con
un efecto en mayor creación de puestos. Y agrega que también puede comprobarse
una mejora en los niveles de ingresos.
Se advierte en ese trabajo que no se trata solo de
incorporar tecnologías digitales a los procesos productivos, sino también de la
manera en que esa incorporación se realiza. Y se menciona que los nuevos
empleos pueden estar asociados a una mayor rotación en el mundo laboral.
Este último punto da pie para incorporar a los temas en
debate un punto sensible: ¿cómo deben adaptarse las normativas sobre formas de
contratación laboral al nuevo escenario? ¿cómo difiere la respuesta que puede
dar cada país, en función de sus costumbres y su realidad social (sus niveles
de informalidad y pobreza)?
En su introducción, el informe ya citado recuerda que los
países de América Latina tuvieron, en la década pasada, años de mejoras de sus
indicadores sociales, bajo el impulso de los buenos precios de las materias
primas. Y, a la vez, advierte que es necesario un aumento de la productividad
en la región, para "expandir de manera sostenible los logros
sociales" (el proceso de avances está en general estancado).
Los índices de pobreza e informalidad siguen siendo
claramente motivo de alarma y definen un contexto con fuertes desafíos.
"Hoy los sectores más vulnerables tienen la urgencia de ver cómo
insertarse; su problema no es ser reemplazados por las tecnologías sino poder
entrar a un trabajo formal", señaló Brambilla.
"Las probabilidades de que se produzcan efectos de
inclusión serán mayores cuando las empresas en expansión puedan contratar y
reasignar trabajadores de manera flexible en respuesta a las oportunidades de
mercado", señalaron los economistas del Banco Mundial, respecto de los
avances en la productividad por el uso de tecnologías.
En la región, la experiencia de debate reciente en ese
sentido es la de Brasil, que el año pasado aprobó una reforma laboral que
incluyó más formas de contratación temporales e incluso intermitentes. Joao
Manuel Pinho de Mello, secretario de Promoción de la Productividad y de la
Defensa de la Competencia del Ministerio de Hacienda en Brasil -quien participó
de la presentación del estudio del organismo global- defendió la normativa, al
decir que en su origen hubo un reconocimiento de la realidad de la alta tasa de
informalidad en el país. "Había una legislación muy buena para proteger a
los incluidos, pero que fragilizaba a los excluidos", apuntó.
Claro que las políticas de contratos a plazo tiene su fuerte
resistencia, y entre los puntos por resolver está la necesidad de que haya
continuidad en los ingresos de los trabajadores. Y ello, no solamente por las
necesidades personales y familiares, sino también por las de la propia
economía, que requiere de quienes consuman bienes y servicios.
En algunos países, el debate sobre este punto determinó la
realización de pruebas para la instrumentación del pago de un ingreso universal
para los ciudadanos, a cargo de los estados.
No se trata solo del nivel y la continuidad de los ingresos:
entre otros temas presentes cuando se debate sobre empleos del futuro, aparecen
también las jubilaciones del mañana y la distribución del ingreso (con el
riesgo de que empeore si no existen intervenciones adecuadas).
Más allá de que este último tema tiene que ver, en algunos
casos, con una posible mayor concentración de los activos de producción,
Brambilla señaló también que las mejoras de productividad impactarían de manera
favorable para los ingresos personales en general, pero beneficiarían más a
quienes cobran salarios más altos.
Desde el gobierno argentino, Laura Jaitman, representante
del Ministerio de Hacienda para el G-20, comentó que en julio próximo los
países del grupo presentarán un menú de políticas referidas a varios desafíos
planteados. Y mencionó algunos ejes temáticos: impuestos y economía digital,
redes de seguridad social, sistema estadístico referido a nuevas formas de
producción, políticas de competencia y fomento a la innovación.
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