Los directivos de una organización con distribución regional
en todo el país descubrieron asombrados que una de sus plantas había parado-con
un costo millonario- a raíz de una falla técnica cuya solución desconocían,
para encontrar más tarde que otra planta había tenido una falla similar y lo
había resuelto con la ayuda de un técnico que, en un diálogo casual con varios
colegas, había ideado una solución para esa maquinaria. Como suele ocurrir, la
organización tenía los talentos y los conocimientos de los que creía carecer
pero el problema era que no estaban conectados entre sí y que había aptitudes
ocultas en la periferia de la red que no eran consultadas.
¿Cómo capturar este conocimiento silencioso? ¿Cómo evitar
estas ineficiencias y costos que se hubieran ahorrado si la organización
solamente hubiera sabido lo que sabe, y el conocimiento hubiera estado
disponible cuando se lo precisaba?
Muchas compañías han invertido en software de colaboración,
con la esperanza de diseminar las mejores prácticas y compartir las
experiencias. Pero no siempre estos esfuerzos han conseguido los resultados
deseados. Para compartir conocimiento o diseminar una mejor práctica en la
organización no alcanza con contar con redes digitales, se requiere un
mindware, una cultura organizativa, que conecte a la gente que trabaja en
problemas similares aunque lo haga con perspectivas diferentes.
El desafío es generar redes de aprendizajes efectivos
capaces de quebrar los silos de conocimiento y las barreras interpersonales que
en el día a día impiden ganar apoyo y recursos tempranamente. La gente que
participa en estas redes de aprendizaje obtiene acceso a información, ideas y
apoyo, reduciendo costos de tiempo y esfuerzos.
Es importante notar que estas pautas que sirven para activar
y hacer circular el conocimiento que ya existe en la organización son las
mismas que permiten innovar, generando saberes que antes no existían.
Uno de los aspectos críticos cuando se trabaja en una nueva
idea, es no quedar aislado. Esto lo han descubierto en la práctica muchas
personas que han fracasado porque la idea no estuvo atada a ninguna unidad de
negocio o a las personas clave para llevar adelante inciativas en esa coyuntura
política.
Un factor crítico es reutilizar el conocimiento existente de
forma diferente o con objetivos inesperados. La historia muestra cómo las
innovaciones más disruptivas han sido recombinaciones de ideas o tecnología
existentes, cuya integración sucedió a través de redes.
United Technologies
Corporation (UTC) es una empresa de manufactura de equipos con cinco
unidades de negocios que funcionaban descentralizadas, aisladas unas de otras.
La estructura funcionaba bien, pero perdiendo oportunidades de crecimiento al
mantener las unidades de negocio funcionando como islas. Decidieron invitar a
expertos de cada división a unas sesiones de brainstorming para descubrir
nuevos productos y servicios que surgieran de la combinación de los
conocimientos críticos. Unas unidades se especializaban en refrigeración, otras
en calefacción y otras en producción de energía. Ahí descubrieron que podían
combinar los equipos de refrigeración, calefacción, y energía en un producto
revolucionario. Curiosamente, este producto, PureCycle, no contenía ninguna pieza nueva, era la combinación de
componentes existentes: en lugar de utilizar electricidad para enfriar,
PureCycle tomaba el calor que se desperdiciaba y con él producía electricidad.
Ser innovadores no es un tema solo de visión, sino también
de acción. Muchas innovaciones no fracasan porque falle la idea, sino por la
falta de habilidad para desarrollar una red que permita testear rápido el
producto o llevarlo velozmente al mercado. La falla no está en la recombinación
del conocimiento, sino en la implementación de canales que aprovechen ventanas de
oportunidad. Cuando Apple estaba
desarrollando el iPod, los
ingenieros y ejecutivos de Sony habían visto la oportunidad simultáneamente,
pero no fueron capaces de movilizar las redes de expertos, recursos que
requerían, y contar con el apoyo de la autoridad, para salir al mercado.
Ernesto Gore y Laura Gingold. Profesor de la Universidad de San Andrés;
Investigadora independiente
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