Maribel Verdú es 'Paz', protagonista absoluta de 'Sin rodeos', película
dirigida por Santiago Segura / A ContraCorriente Films.
Dejarse llevar por la rutina profesional y personal le puede
anular como individuo. Expresar lo que siente es la solución para convertirle
en quien desea ser.
Sin Rodeos.
Director: Santiago Segura. Nacionalidad: España, 2018.
Género: Comedia.
¿Se ha reprimido alguna vez ante un desplante profesional?
¿Hace una y otra vez cosas que no solo no le aportan nada, sino que le llevan a
un pozo sin fondo? Si la respuesta a estas dos preguntas es afirmativa tiene
bastante en común con Paz, la protagonista de Sin rodeos. Maribel Verdú da vida
a este personaje en la última película de Santiago Segura, una crítica mordaz a
la rutina diaria de los profesionales de mediana edad que viven en una ciudad
desquiciada. La actriz madrileña interpreta a una ejecutiva de publicidad que
mantiene en su casa a su novio, un artista argentino venido a menos, y al hijo
adolescente de éste, un pervertido sin modales.
Apenas duerme y vive
enganchada a las pastillas que le receta su psicoterapeuta. Trabaja hace quince
años en una empresa que desde hace un lustro dirige el hijo del fundador, Borja
-David Guapo-, quien en poco tiempo ha llenado la agencia de chicas jóvenes con
más belleza que talento. La última en llegar es Alicia -Cristina Pedroche-, una
influencer que graba toda su vida con la ayuda de su inseparable palo selfie.
Será la jefa de Paz y el detonante de su particular día de furia. Porque Paz
lleva años aguantando estoicamente todo y a todos, sin dar una voz más alta que
otra también sin ocuparse de ella misma.
La autoestima es la
base del desarrollo profesional, lo que nos ayuda a mejorar como personas y
como trabajadores. Ser tolerante beneficia, pero un exceso de complacencia
puede anular al ser humano. Paz se ha dejado llevar durante años, por comodidad
o por pereza sobrevive en un entorno que la supera perdiendo su identidad como
persona. En una de las entrevistas para promocionar Sin Rodeos, Maribel Verdú
asegura que "decir siempre lo que pensamos sería una liberación", a
lo que Santiago Segura añade, "y un suicidio social".
Más allá del tono de comedia de esta película, en la vida
real gestionar lo que se expresa puede ser el mejor canal para la autoestima y
el camino perfecto hacia la realización personal y profesional. Porque a menudo
saber decir 'no' o 'basta ya' es clave para evitar cuadros de estrés -Paz
empieza a disfrutar de la vida y de ella misma cuando decide frenar-; y, desde
una perspectiva profesional, es la llave para ser más productivo.
Si de gestión de personas se trata, esta película pone sobre la mesa una situación habitual en las
organizaciones de todo tipo: la falta de reconocimiento. Borja, el director
de la agencia de publicidad en la que trabaja Paz, es un treintañero que presta
más atención a una cara bonita que a las cosas bien hechas. Desconfía de los
métodos tradicionales en el diseño de una campaña y cae sin remedio en las
redes de Alicia que parece tener en sus manos la clave para aumentar la
tracción de una marca. Sus comentarios no tienen ni pies ni cabeza, salvo para
desprestigiar el trabajo de Paz delante de los clientes.
Esa situación es el motivo que hace explotar a la
protagonista, la gota que colma el vaso del ninguneo de un jefe tóxico que
carece de criterio profesional, caricatura de aquellos que ocupan un puesto sin
merecerlo. Un análisis de Sodexo concluye que el 41% de la participación de los
colaboradores está ligada a la vulgarmente llamada palmadita en la espalda, el
reconocimiento mina la autoestima y, como consecuencia, la productividad.
Ese descrédito público provoca un ataque de pánico a Paz,
quien acude a la consulta de Amil Narayan -Santiago Segura-, un sanador indio
al que conoce por un programa de televisión que le acompaña durante sus noches
en vela. A través de las preguntas que le plantea este personaje, la
protagonista descubre la solución a sus problemas. Amil Narayan es el coach que
todos querrían porque logra hacer las cuestiones que ayudan a otros a explorar
cuáles son sus objetivos, aquello que realmente les llena como persona. Y aun a
riesgo de ser dilapidada por los grandes coach de este país -haberlos hay los-
por este símil, me atrevo a decir que la
autoestima tiene que ver con uno mismo y también con la capacidad de otros para
mirar de frente lo que una vida anodina nos impide ver, lo único que tenemos:
el yo. Y si para eso hace falta un día de furia, ¡bienvenido!
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