Creo que la mayoría, a poco que hagáis un poco de memoria,
estaréis de acuerdo conmigo en que la respuesta corta a esta pregunta es “sí”.
¿Es bueno ser más permisivo con los amigos? En líneas
generales yo apuesto por una respuesta afirmativa también, aunque seguramente
conviene poner sobre la mesa algún matiz.
Hablemos pues de amistad y de sus ventajas en la gestión de
errores y discrepancias.
La amistad, un elemento que algunos no solo denostan en el
trabajo, sino que encima se jactan de ello. Sin embargo, dota de buen ambiente
y agilidad a nuestras tareas cotidianas y proyectos. ¿Cómo no querer
potenciarla?
En primer lugar, tener o hacer amigos en el trabajo consigue
algo fundamental y es que el ambiente laboral mejore. Divertirte en el trabajo es el camino más recto a la felicidad, y a la
productividad, y eso sólo se consigue si te gusta lo que haces y con quién lo
haces.
En segundo lugar, la amistad favorece un elemento clave en
las relaciones humanas: la empatía. Y gracias a esa empatía sabremos colocarnos
más fácilmente en la tesitura de quién tenemos enfrente.
No sé por qué, pero observo que, ante un error, y por norma
general, tendemos a pensar mal en lugar de pensar bien. A veces es como si
depositando las culpas al otro lado de nuestra valla nos liberásemos un poco de
presión sobre nosotros mismos. He llegado a la conclusión de que los fallos de
los demás colocan por un instante nuestro ego en un lugar de superioridad, y
eso a la gente parece sentarle fenomenal. Lo que es sencillamente un
sentimiento poco práctico. Los errores cuando aparecen, sean del lado que sean,
dificultan el objetivo común, y por tanto lo que se trata es de solucionarlos o
minimizarlos. Engrandecer un error de
otro para engrandecer así nuestro ego podría decirse que es de egoísta, aunque
más bien yo diré que es de lelos.
Cuando la amistad está de por medio, y surge una verdadera
empatía, eso proporciona confusión al ego. Con el amigo solemos ser tan
magnánimos como con nosotros mismos. Solemos pensar siempre en el descuido, o
en una concatenación de hechos poco comunes que han desencadenado en ese fallo.
No se nos pasa por la cabeza que haya habido mala fe, ni negligencia…. Y desde
esa forma “sana” de pensar en los demás se trabaja mucho mejor y más orientados
a la solución.
Trabajar con amigos nos proporciona una forma más ágil de funcionar, no
sólo por el buen ambiente, sino porque no perdemos tiempo en enredarnos en
buscar culpables cuando surgen los problemas, sino que nos centramos en buscar
la solución.
Ojo, no se trata tanto de cubrir las espaldas a los amigos,
o de tapar sus fallos, como de enfocarnos en la tarea sin perdernos en
enfrentamientos estériles. Ciertamente es más difícil que surjan las
negligencias trabajando entre amigos, porque nadie quiere perjudicar a
propósito a los que aprecia, pero podrían surgir. En este caso, no se trata de
poner paños calientes, sino afrontarlo con rigor y tomando las medidas que sean
necesaria. Una negligencia de un amigo tratada con permisividad, puede dar
origen a una repetición en el futuro, y esto acabaría dañando la confianza y
por tanto la propia amistad. En estos casos, por tanto, debemos incluso ser más
intransigentes con los amigos, porque nos jugamos más.
Por suerte no es la regla general. La vida laboral puede
estar trufada de errores, pero serán en la mayoría de las ocasiones consecuencia
de la falta de experiencia o de la precipitación. Y de ellos podemos aprender
cuando lo tratamos con el enfoque correcto. Y no me cabe duda, que, trabajando entre amigos, se dan los
ingredientes adecuados para hacer de los errores una escuela y no una zona de
guerra.
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