Un directivo de Google
encendió la polémica al afirmar que los antecedentes académicos no aseguran a
la empresa obtener lo que necesita de sus empleados.
Cada época tiene su paradigma sagrado respecto de la gestión
interna, basado en aquellas empresas que son más exitosas. Hubo un tiempo que
primó el "fordismo", con su cadena de montaje en serie; otro en el
que se afirmó el "toyotismo", dando lugar a los círculos de calidad y
la calidad total, y ahora estamos pasando por la fiebre del
"googlismo", no sin razón.
El resto de las empresas se alinean, miran y copian, a veces
a contramano de sus propias necesidades y cultura, mediante el mismo mecanismo
de las modas en el vestir. Pero más allá de estos disparates frecuentes,
producto de la pereza intelectual, todo lo nuevo puede ser un aporte valioso si
es considerado como opción, saliendo de una miope rutina. Tal es lo que sucede
con las definiciones del vicepresidente de Recursos Humanos de Google, Laszlo
Bock, quien afirma que "los antecedentes académicos no sirven para
nada" y que "las puntuaciones de los candidatos en los test son
inútiles como criterio de contratación".
Naturalmente, estas afirmaciones pondrán los pelos de punta
a más de un académico, a los profesionales de recursos humanos y cualquier otro
dirigente, convencidos todos de que ser buen alumno equivale a ser buen
empleado. Este vínculo indiscutible es lo que cuestiona Laszlo Bock, debido a
"la desconexión existente entre lo que se enseña en la universidad y el
trabajo que se realiza en la compañía". Y amplía: "La gente que tiene
éxito en la universidad es un tipo de gente específicamente entrenada para
tener éxito en ese ambiente. Una de mis frustraciones cuando estaba en la
universidad es que sabía que el profesor estaba buscando una respuesta
específica".
Es un punto interesante, a considerar, cuando enfocamos la
relación entre los estudios universitarios, tal como se siguen entendiendo en
la mayoría de dichos establecimientos educativos, respecto de los
requerimientos laborales de hoy. De algún modo denuncia un gran atraso en la
educación en sus métodos de enseñanza, que conservan el propósito de formar
profesionales estudiosos, pero, fundamentalmente, obedientes.
Cuanto más precisos sean los contenidos incorporados
acríticamente, mayor será la puntuación obtenida, por lo que se premia la
digestión indiscriminada, la ingesta cerebral acumulativa, sin procesar. Alguna
vez, en este mismo espacio se mencionó aquello de que si Galileo (1564-1642)
despertara hoy en un quirófano, no podría entender dónde se encuentra. Pero si
lo hiciera en una universidad, no tendría dudas. Las metodologías educativas
parecerían ir muy a la zaga de lo que hoy (y siempre, en realidad) se necesita
para que la civilización avance positivamente en todos sus aspectos.
Entonces, si tomamos como referencia el promedio de las
notas obtenidas durante la carrera, ¿qué nos dice, realmente, como para tenerlo
en cuenta e incorporarlo al plantel? Aquello que no se discute permanece
congelado y prontamente perimido. Tal vez la materia que nos falta aprobar es
la del desprendimiento de ideas preconcebidas. Desprendimiento I, II y III, por
lo menos, en cada carrera universitaria.
"Hemos llegado a la conclusión de que [los antecedentes
académicos] no predicen nada", asegura Bock, quien explica que es algo que
se está empezando a notar en las oficinas que la compañía tiene por todo el
mundo.
La proporción de trabajadores de Google sin título
universitario no para de crecer. Hay equipos en los que el 14% de los miembros
nunca ha ido a la universidad. Algo para pensar.
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