El caso de un joven
que impregnó su currículum de "blablablas" y que, por ello, logró
entrevistas; por el camino tradicional, en cambio, no había conseguido que lo
llamaran.
Julien Chorier es un joven francés graduado en marketing que
buscaba trabajo. Escribió y envió diez, cincuenta, cientos de solicitudes, pero
no obtuvo respuesta. Finalmente, sumido en el hastío, cambió la redacción
mediante un texto que se iniciaba, textualmente, como sigue: "Apasionado
por lo digital, los medios de comunicación y lo audiovisual... «blablabla»;
competencias y conocimientos «blablabla»; desde hace varios años «blablabla»;
vuestra empresa corresponde a mi idea «blablabla» del primer empleo de mis
sueños".
Finaliza su carta de presentación: "Agradezco la
atención que han mostrado a mi solicitud y espero haberlos convencido de mis
ganas de formar parte de vuestro equipo. Estoy disponible inmediatamente y
estaré encantado de conocerlos en una entrevista con el objetivo de traducir de
viva voz el «blablabla» y develar de una manera más precisa mi perfil".
Para cortar camino, debemos informar que Julien Chorier,
soltero, 24 años, tuvo una entrevista e ingresó en una compañía en un cargo
permanente.
El hecho despierta algunas curiosidades. ¿Quién se animó a
contratar a una persona que se presenta con algo así, tan poco formal? ¿A qué
extremo llegó Julien para redactar un texto tan transgresor de los usos y
costumbres de la búsqueda de empleo? ¿Hay otros medios para llamar la atención?
¿Todos los medios son válidos?
Esta última pregunta pareciera remitir a esa respuesta sobre
la guerra y el amor: sí, todos los medios son válidos para lograr el objetivo,
sólo que los impedimentos son otros. No se trata de enemigos o el desinterés de
la mujer o del hombre amado. Hay un filtro invisible, según el caso, que es el
ojo del seleccionador, preñado de preconceptos. Hay una especie de ritual
tácito, que implica que un CV debe derramar prolijidad. Si no lo hiciera, no
habrá entrevista posterior. No importa que esas dos páginas enviadas fueran
escritas por otro, por fórmulas preformateadas o cualquier otro medio que
cuente con las características de la prolijidad extrema. El atrevimiento de
Julien, con su "blablabla", es casi un sacrilegio, aun cuando se sabe
que la mayoría de los CV cuentan una historia maquillada, con algo de falso o
escamoteado. Es muy conocido aquello de que "es más fácil conseguir
trabajo estando empleado que desocupado". El desocupado pasa a ser un poco
sospechoso. ¿Qué pasa? ¿Nadie lo quiere? Y algo muy importante: no dejar
baches.
Si al postulante se le ocurrió un día irse a Botsuana para
ver cómo era esa parte del continente africano, debe esconderlo porque supone
una persona inestable que en cualquier momento se va de nuevo. Esta conclusión
es, de por sí, absurda, más aún en estos tiempos en los que los exploradores y
aventureros son los más codiciados.
En tiempos en que la desocupación estaba por encima del
veinte por ciento, una consultora nacional prestigiosa llegó a cobrar 50
dólares para hacer un CV seductor. Entiéndase bien. Cincuenta dólares por
escribir un par de páginas, sin asegurar resultados, que pagaba un desocupado,
buscando insertarse en el mundo laboral para ganar esos pesos que había dejado
de percibir mensualmente. Tal ausencia de escrúpulos horroriza. Pero quien
puede dar la puntada final, explicando el éxito de Julien, es Steve Jobs, a
través de su reciente biografía. Desarrapado y maloliente, deambuló por Silicon
Valley hasta conseguir su lugar. Ni siquiera tenía un título universitario. No
hubiera podido presentar un CV prolijo, impecable. Ni siquiera valía la pena
convocarlo para una entrevista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario