La relación con tu
jefe; la forma en la que te vendes o te mueves en las redes sociales; si
decides ser invisible, muy auténtico o un pelota... Todo tiene consecuencias
irremediables para tu vida profesional.
Tu jefe... Si piensas en líneas rojas que no conviene
traspasar, muchas de ellas se refieren a quien te manda, que es también quien
te juzga y te valora. Gestionar esa relación profesional (y también la
personal) es una de las primeras lecciones que debes aprender para no tener que
"irte" de tu superior.
Evita ser muy transparente con tu jefe respecto a tu vida privada
y no
caigas en la queja inútil
Por supuesto, hay cuestiones básicas, como evitar ser
demasiado transparente acerca de lo que haces durante tu tiempo libre; o ser
muy prudente con lo que pones en Facebook o en Twitter, sobre todo si le has
agregado y sabes que puede vigilarte en las redes sociales. Criticar al jefe o
a la empresa es un error garrafal. De insultar, ni hablamos.
Tampoco resulta demasiado inteligente decirle a tu superior
que estás buscando trabajo. Las consecuencias de esto dependen de quién lo
sepa, y las implicaciones personales y profesionales pueden ser distintas si, a
pesar de no haberlo comunicado, nuestro superior se entera.
Si tuvieras la oportunidad de decirle a tu jefe lo que
piensas de él y sabes que éste se va a enterar... ¿debes correr el riesgo?
Quedarse a gusto y desahogarse puede no ser sensato. El vómito tóxico nunca es
rentable. Si decides quejarte, básate siempre en hechos, y nunca en juicios o
interpretaciones.
Y no se te ocurra decirle que estás mal pagado, y mucho
menos comparar su sueldo o el de otros compañeros con el tuyo.
No sabes medir
correctamente las expectativas
Nunca idealices las expectativas, porque cualquier empleo
tiene una cara amable y una cruz tediosa. Si diseñas tu puesto haciéndote una
composición de lugar que difiera de la realidad te frustrarás.
Y no esperes que la satisfacción en el trabajo dependa
exclusivamente de la empresa en la que estás. Es una tarea de cada uno que ha de
trasladarse al entorno de trabajo. El puesto ideal no existe, y tampoco la
empresa perfecta. La frustración llega si te obsesionas por vivir en un paraíso
profesional irreal.
El cenizo instalado
en la cultura de los problemas
Evita ser uno de esos pesimistas que lo ven todo mal y no
cometas el error de interpretar siempre lo peor, o ser de la clase de
profesionales que crean más conflictos de los que son capaces de resolver.
¿Ser auténtico o
ponerse una careta?
Puedes ser auténtico o usar un disfraz para tu vida
profesional. Pero tendrás que aceptar las consecuencias de representar ese
papel. Hoy ser uno mismo es un requisito. Tendencias como el mindfulness
prueban la necesidad de encontrarse bien con uno mismo para ser feliz en el
trabajo. Debes ser auténtico, pero sin gritarlo a los cuatro vientos. No
implica ser totalmente transparente ni decir en voz alta lo primero que se le
pasa a uno por la cabeza.
Las consecuencias de
no saber venderte
Nunca te vendas por encima de tus posibilidades. No digas lo
que no eres. No se trata de decir a tu jefe y a los demás lo grande que eres,
sino de mostrarlo sin ningún reparo. Decir la verdad te llevará a ganarte la
confianza y el respeto de quien te manda y eso ayuda a que construyas una
reputación sólida.
Gestionar la disponibilidad de 24 horas ya no tiene que ver con la
conciliación
Es cierto que en el mercado laboral el papanatismo de
ciertas empresas, reclutadores o jefes les lleva a fijarse más en los fuegos
artificiales de una persona que en su solidez profesional o el valor que
aporta, pero la primera condición que debes cumplir es ser útil y generar
resultados. De poco sirve decir que eres el mejor o que mereces un ascenso si
no ofreces pruebas de que haces lo que prometes.
Ser pelota casi nunca
es rentable
Los peores jefes necesitan tener cerca, a su corte de
aduladores. Si elijes formar parte de este grupo, debes saber que, aparte de
ser uno de los miembros más tóxicos y despreciables de la fauna de oficina,
acabarás siendo una víctima de quien ahora te protege, porque el mal jefe no
quiere, ni valora, ni respeta a quien le adula. Sólo lo utiliza. Ser dócil,
inofensivo, inútil e ineficaz a sabiendas te llevará a ser cada vez menos
profesional. Si, como adulador de quien manda, vives rodeado de decisiones
inadecuadas e injustas, acabarás siendo víctima de una de esas ejecuciones.
Cuando las cosas se pongan complicadas para el jefe, éste abandonará al pelota
a su suerte.
Imprescindible o
invisible, he ahí el dilema
El verdadero problema es que estés obsesionado por esto. No
se trata de lo que debes hacer para dejar de ser prescindible, sino cómo puedes
afrontar el hecho de que nadie es insustituible. Vive y trabaja con ello.
Reinvéntate y añade valor sin creerte insustituible.
También deberías preguntarte cuánto tiempo aguantarías
siendo influyente pero desconocido en tu empresa. Puedes plantearte qué tipo de
reconocimiento te motivaría para seguir influyendo, guiando y asesorando en la
sombra.
Las organizaciones deben entender que es necesario que haya
profesionales que sean influencers y que tomen decisiones importantes siendo
invisibles. Las empresas han de aprender a motivar y reconocer a este tipo de
profesionales, porque si no lo hacen, éstos terminarán yéndose. ¿Es tu caso?
El mal uso de las
redes sociales arruina tu reputación
Hablando de invisibilidad, es preferible que pases
inadvertido a que utilices tu marca personal de forma desastrosa. Ese uso
nefasto puede llevarte a perder tu trabajo o a que un posible empleador te
rechace.
Lo que hagas bien y los errores que cometas en la
construcción de tu marca te acompañan para siempre.
Además, debes tener en cuenta que un profesional con una
marca personal valiosa será más rechazado en entornos en los que reina la
mediocridad. El branding personal queda proscrito en entornos en los que sólo
se acepta a un líder, o en situaciones en las que no se premia a los más
válidos sino a los que mejor se venden.
Además, ten en cuenta lo que te juegas si decides ofrecer
una imagen que crees adecuada pero que nada tiene que ver con tu vida real y
con tu verdad profesional.
Cómo gestionar tu
disponibilidad de 24 horas
La disponibilidad de 24 horas y la injerencia de las
compañías en nuestra esfera privada va en aumento, pero atender a estas
demandas es una decisión personal. Estás en tu derecho de preservar un espacio
privado y marcar líneas rojas que tu jefe o tu compañía nunca podrán traspasar,
pero debes recordar que en el nuevo escenario laboral, que implica exigencias
de tiempo y dedicación nunca vistas, tendrás que desarrollar una gestión
específica que nada tiene que ver con los presupuestos tradicionales de
conciliación que son habituales en muchas empresas. Piensa más bien en la
integración.
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