En la vida de los
líderes hay momentos que definen, para bien o para mal, su liderazgo futuro.
Para lograr una sinergia con su equipo, el verdadero líder
conoce a las personas con las cuales se rodea. Las situaciones más exigentes y
las crisis lo exponen a decidir si hacer o no un gran esfuerzo y compartir ese
sacrificio con sus colaboradores.
La respuesta a estas circunstancias determina cómo es
percibido, su conexión emocional con la gente y por lo tanto, cómo
"conecta" con el equipo al cual lidera.
A menudo, los resultados son irreversibles. Aquellos líderes
que sólo informan, que imparten instrucciones sin tener intercambio ni
conocimiento de su gente, pierden influencia.
Los líderes auténticos conectan. Si usted quiere un equipo
"con la camiseta puesta", conozca con quiénes trabaja, pregunte,
pregunte y haga más preguntas: cuáles son sus sueños, sus intereses, qué
habilidades tienen, su estilo de comunicación, sus costumbres, cómo es su
familia. Olvide las barreras físicas entre usted y los demás y, especialmente,
use siempre el lenguaje del otro para asegurarse de llegar mejor y ser
entendido al ciento por ciento.
Los mejores líderes de todos los tiempos han tenido la
capacidad de adaptar su lenguaje para estar en sintonía con la cultura de cada
grupo. El buen líder, proactiva e
intencionalmente, inicia el proceso de comunicación sin esperar pasivamente que
sus colaboradores conecten con él. Por el contrario, los que se basan en su
posición ejecutiva, basan su liderazgo en el lugar que ocupan en el organigrama
y tienen la creencia de que la responsabilidad de conectar es de los
seguidores. Basan su seguridad y su sentido de liderazgo en que los seguidores
son los responsables de establecer contacto con ellos.
El error número uno
es focalizarse en sí mismos, en lugar de hacerlo en los demás.
El papa Francisco,
en un encuentro con obispos en Asia, expresó: "Para que haya diálogo tiene
que darse la empatía. Se trata de escuchar no sólo las palabras que pronuncia
el otro, sino también la comunicación no verbal de sus experiencias, de sus
esperanzas, de sus aspiraciones, de sus dificultades y de lo que realmente le
importa. Esta empatía debe ser fruto
de nuestro discernimiento espiritual y de nuestra experiencia personal, que nos
hacen ver a los otros como hermanos y escuchar, en sus palabras y sus obras, y
más allá de ellas, lo que sus corazones quieren decir".
Comenzar a
focalizarse en los demás es la clave para darle un sentido a la gestión.
Antes de pedirle a la gente que se comprometa a ir en una determinada
dirección, necesitamos hablarle al corazón. Esto se basa en el principio de que
es necesario conectarse emocionalmente antes de poder hacerlo físicamente. ¡La
gente no va a seguirlo hasta no llevarse bien con usted!
Muchos líderes fallan al no acercarse a donde la gente está,
al no escucharlos, al transmitir poco interés por sus problemas. Sólo se
dedican a comunicar cuál es "su visión", "su estrategia".
No entienden que la gente no va a seguirlos solamente para servirles en la
búsqueda de su visión y ambiciones, sencillamente porque tienen las suyas
propias.
Lo que debe estar en nuestras agendas no es solamente adónde
estamos llevando la organización; la prioridad es entender dónde está la gente
hoy, cómo podemos escucharla y aprender de lo que comparte con nosotros, cómo
podemos conectarnos con ellos.
Como afirma John
Maxwell: "Para liderarnos a nosotros mismos, usemos la cabeza; para
liderar a otros, usemos nuestro corazón". Recién en el momento en que
podemos establecer una conexión auténtica comenzamos a mover a la gente en la
dirección correcta.
Pablo Plá, Gte.
Gral. de Ingredion y anteriormente de Alicorp Cono Sur y Coca-Cola
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