Vivimos en trabajos tremendamente
racionales, lógicos e incluso me atrevería a decir casi matemáticos. Nuestra
función es actuar según un programa predeterminado. Creo que la revolución
industrial, además de muchos avances, y una forma de trabajar organizada,
también nos trajo mucha racionalización, quizás demasiada. Así que en este post
voy a hacer mi propio manifiesto de porqué es necesario que vivas más emociones
en el trabajo…
"Decía Henry Ford, ¿Por qué cada
vez que pido dos manos vienen con un cerebro incluido?"
Una perla de frase, vaya. Por
entonces del corazón ni hablaba, la frase actualizada al día de hoy sería algo
así como “¿Por qué cada vez que pido dos manos me viene una persona que piensa,
y que además tiene sentimientos, ríe, llora, está triste, alegre….?” Le faltó
añadir “¡Qué fastidio!”
Es obvio que nuestras empresas,
sin necesidad de irnos a mediados del siglo XX, siguen haciendo esta escisión
en lo que se espera de las personas. Ahora por suerte el cerebro sí que lo
quieren, se dicen cosas como “necesitamos tus ideas”, “¿Qué piensas de esto?”,
“¿Qué opinas?”… es decir se cuenta más con la parte mental de las personas. Sin
embargo, creo que a día de hoy en lo que a emociones en el trabajo se refiere,
estamos a años luz de lo que podríamos llegar a ser.
Con esto de las emociones en el
trabajo no me estoy refiriendo a que todos seamos osos amorosos, no. Lo que
estoy diciendo es que de nuestras cuatro dimensiones (mental,
física, emocional, espiritual), la dimensión mental la tenemos excesivamente
trabajada, de ahí todos nuestros problemas
de estrés laboral, y por lo tanto nos haga falta cultivar las demás.
Son dimensiones que dejamos de lado, y por lo tanto acaban creando un tipo u
otro de sufrimiento, sobretodo porque el trabajo se ha metido en tu vida mucho
más de lo que imaginas, y esto quiere decir que tu vida es mucho más racional
que lo era hace unos años.
Qué ganaríamos con vivir más emociones en el
trabajo
Estoy aburrido de la seriedad en
el trabajo, de los comités de dirección con personas que se ponen una máscara y
se sientan en una cómoda silla más tiesos que un palo. Recuerdo una directora
de compras que al hacer un briefing sobre el programa de Inteligencia Emocional en el trabajo que
querían contratar conmigo me preguntó, así con cara distante “¿En qué KPI´s influirá el programa?”… Aunque en seguida
comprendí su preocupación, el primer instinto fue pensar algo así como “Esta
mujer, ¿dónde se ha dejado las emociones?”
No se le ocurrió preguntar si las
personas iban a sentirse mejor, si habría más cohesión en el equipo, si
notarían más alegría y una sensación mayor de bienestar entre personas… me
preguntó por los KPI´s y se quedó tan ancha… Es una pequeña muestra de la
racionalidad que vivímos a nivel directivo. Nos importa un bledo si
fulanito se siente bien, pero si hay un KPI que nos dice que fulanito es más
productivo, entonces saltamos de alegría.
“Una pregunta que hago a muchos
directivos actuales es ¿Dónde te dejas el corazón cuando vas a trabajar?”
Por lo menos lo dejan en algún
sitio. Lo peor de todo es volver a casa y tampoco recuperar tus emociones,
vivir todo el día en una constante racionalización, pensando qué es lo mejor y
lo peor, haciendo cálculos mentales, buscando razonamientos lógicos…. conozco a
varias personas así, y puedes creerme si te digo que tendrán problemas muy
serios: familiares, físicos, etc… de momento a nivel laboral son unos cracks.
La muestra de que nuestra empresa es más racional que otra cosa, pero ¿vivimos
un cambio de era?
Una queja de muchos directivos es
la de que sus equipos son muy distantes a ellos, poco cercanos. Cuando entran
en una reunión las personas parecen enmudecer, cuando se acercan a la máquina
del café se hace un silencio desértico… La soledad del directivo no es algo
natural, es algo que hemos creado porque nos hemos convertido en cabezas con
patas.
"Siendo así, la pregunta es ¿Cómo
no quieres quedarte sólo?, ¿quién narices va a querer estar contigo si es
lo más parecido a estar con un robot?"
Y podríamos seguir haciendo
preguntas:
- ¿Dónde te has dejado tu lado humano?
- ¿Qué máscara te has puesto y por qué?
- ¿Qué piensas cuando llegas a casa después de un día agotador?
- ¿Eres capaz de volver a poner tu corazón en el sitio al llegar a casa o tu familia también vive esa racionalidad absoluta que hay en tu puesto de trabajo?
- ¿Qué precio estás pagando por vivir así?
- ¿Eres feliz?
Incluir las emociones en el
trabajo es hacer nuestra empresa más humana, más completa. Es gracias a
variables y dimensiones emocionales que una empresa puede vivir intensamente la
alegría, la bondad, la ternura, la compasión, el amor, la conexión, la sensibilidad,
y unas cuantas otras. Tenemos una tarea pendiente con lo de la inteligencia emocional en el trabajo. Nuestra
inteligencia es muy inteligencia, y poco emocional.
De ahí viene un buen clima
laboral, compromiso, engagement y satisfacción del
trabajador, eso que tanto quieren medir las encuestas
de clima laboral.
También podríamos hablar de
emociones menos “positivas” aunque no me gusta esto de categorizar las
emociones. Sin embargo, las emociones como el miedo, la ansiedad, la rabia, y
otras sí que están presentes en nuestros lugares de trabajo, qué casualidad,
siempre nos olvidamos de lo bueno.
El otro día di una conferencia
para un grupo de personas. Al salir muchos de ellos/as se despedían dándome la
mano. Me quise centrar en las sensaciones, en qué sentía al tocar la mano de cada
persona y mirarla a los ojos. Me dí cuenta de que hay un mundo de sensaciones
agradables en nuestro trabajo, un mundo que pasamos por alto y lo vestimos de
formalidad, de razones y de lógica. Sin embargo, en las emociones hay más vida,
es todo más divertido, y nos sentimos mejor, porque conectamos con variables
tan humanas y nuestras que nos hacen sentir en sintonía con lo que somos.
Me encanta mirar a los animales,
perros, gatos y cualquier otro mamífero. Es mágico ver cómo viven en un mundo
de sensaciones constante, en el cual hay poca razón y mucha emoción. A veces,
pienso que para vivir una vida más completa deberíamos de incluir muchos de sus
comportamientos en nuestro día a día: Jugar más, mostrar nuestro cariño más
abiertamente, amar sin medida, y sin justificación, mostrarnos más vulnerables,
llorar más abiertamente, enfadarnos con más énfasis incluso.
Voy a desayunar que ya estoy
desvariando, que tengas un gran día, y que sientas, mucho.
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