No hay evidencia que demuestre que son más
valientes, visionarios o perspicaces que los demás. Tampoco que una determinada
personalidad predisponga, desde la infancia, a acabar montando su propio
negocio.
¿Son los emprendedores distintos del resto de
nosotros? ¿Tienen una forma especial de ver el mundo, o un perfil especial que
les capacita para poner en marcha un negocio? La mayoría de la gente piensa que
es así. Tienen valentía, visión de futuro y perspicacia. Las escuelas de
negocios enseñan a sus estudiantes a pensar como emprendedores y las grandes
empresas buscan empleados con esas cualidades.
No obstante, por el momento no hay ninguna prueba
que demuestre que esto es así. La mayoría de los estudios sobre psicología
empresarial no abordan la cuestión directamente: se limitan a preguntar por los
motivos que llevan a alguien a abrir un negocio, o entrevistan a los
emprendedores en una fase más avanzada de su carrera profesional. Por tanto, no
hay una forma de saber si las personas innovadoras ya tenían estas cualidades o
las desarrollaron a lo largo de su trayectoria empresarial.
Qué dicen los estudios
Para saber con exactitud si los emprendedores se
diferencian de las personas que no lo son, tendríamos que examinar las
diferencias entre los dos grupos antes de que se incorporaran a la vida
laboral. Y se han hecho muy pocos estudios en este sentido.
Uno de los más completos, elaborado por Andrew
Oswald y David Blanchflower, examinó los motivos por los que hay tanta gente
que se muestra dispuesta a abrir un negocio pero al final no da el paso. Los
investigadores recurrieron a los test de personalidad que los encuestados
habían realizado en su etapa escolar y comprobaron cuántos de ellos habían
acabado siendo emprendedores.
El emprendimiento tiene más que ver con
el entorno
que con cualidades individuales
Oswald y Blanchflower llegaron a la conclusión de
que las cualidades que se asocian a los emprendedores –ser más extrovertido y
más tolerante a la incertidumbre y a la ansiedad que el resto– no aumentaba las
posibilidades de que los encuestados se convirtieran en emprendedores.
"Según las variables de las que disponemos, el perfil psicológico no
desempeña un papel fundamental a la hora de determinar quién va a ser un futuro
emprendedor", concluyen los investigadores.
Por su parte Martin Ruef, de la Universidad de
Princeton, cree que la personalidad tampoco es importante por otro motivo: el
espíritu empresarial es una característica que tiene un fuerte vínculo con la
comunidad, y las cualidades individuales no nos explican cómo se crean estos
grupos y comunidades. En su estudio, sólo el 16% de los emprendedores
aseguró haber creado un negocio sin un equipo.
Inevitablemente, al pensar en personas
innovadoras
nos vienen a la cabeza empresarios de
éxito
Aunque no existen estudios que avalen la teoría de
que los innovadores tienen un perfil psicológico distinto, hay investigaciones
según las cuales los empresarios son distintos por una razón: se encuentran en
las circunstancias adecuadas y cuentan con medios suficientes para llevar a
cabo sus objetivos.
Según el estudio de Oswald y Blanchflower, el
dinero es un factor muy importante: la gente tiene más tendencia a crear su
propio negocio cuando ha heredado dinero. Investigadores como Ian MacMillan, de
Wharton, y el sociólogo Howard Aldrich reconocen que las redes sociales y la capacidad
para aprovecharlas son fundamentales no sólo para determinar quién puede abrir
una empresa, sino también para saber quién tiene éxito.
Un error de atribución
Entonces, ¿por qué tendemos a pensar que los
innovadores son personas distintas y mejores que el resto? La respuesta está en
algo que en psicología social se conoce como un error de atribución: como
cuando asumimos que una persona que conduce muy por encima del límite de
velocidad es una irresponsable en lugar de pensar que tiene una emergencia.
Este tipo de error es muy común en países como
EEUU, donde domina el individualismo y donde nuestra lógica tiene que encajar
con lo que nosotros consideramos justo, como pensar que las buenas personas
obtendrán su recompensa. Este error también ayuda a explicar por qué los
directivos buscan empleados que tengan el clásico perfil del emprendedor. Dan
por hecho que los trabajadores actúan de una determinada forma por su propio
carácter y no guiados por las órdenes que les llegan desde arriba o por determinadas
circunstancias.
Otra razón por la que creemos que los innovadores
son diferentes es que, cuando pensamos en un emprendedor, nos vienen a la
cabeza empresarios de éxito como Bill Gates, en lugar de alguien que acaba de
abrir un pequeño bar o en otros muchos cuyas iniciativas fracasaron. Gran parte
de lo que admiramos de estos profesionales son atributos que desarrollaron como
resultado del éxito en su carrera, como su labor filantrópica, y no los
factores que los llevaron a abrir una empresa.
Hoy en día, la falta de espíritu emprendedor en
EEUU, por ejemplo, debería quedar justificada por las circunstancias, como la
frágil economía y la dificultad de obtener créditos para operaciones con cierto
factor de riesgo.
Al final, la personalidad no es el problema. El
hecho de que el espíritu emprendedor tenga mucho más que ver con las
circunstancias es algo positivo. Si no es una cualidad innata, no debería
despertar tanta admiración; ahora sabemos que es algo que cualquiera puede
hacer, aunque resulte una opción que sólo escogen unas pocas personas.
Peter Cappelli/Laura Huang. The Wall Street
Journal
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