El
uso de las tecnologías de información como herramienta no implica
necesariamente una correcta aplicación. Hay que tener en cuenta que se trata de
una herramienta. Y como toda herramienta, el éxito o fracaso de su aplicación
depende de la capacidad para procesar y transformar la información en análisis
a través de un criterio propio o una práctica responsable.
El
uso de las nuevas tecnologías no se aprende de un día para el otro. Es un
proceso que lleva mucho tiempo. Es un aprendizaje continuo que requiere
discernir qué información es adecuada para la construcción de un criterio
analítico y reflexivo. Hoy el mercado nos ofrece la posibilidad de conectividad
con equipos que evolucionan de un día a otro, para así volverse obsoletos al
cabo de unos cuantos meses. Esto acelera el ritmo al cual obtenemos
información, facilita las comunicaciones, reduce los tiempos de emisión y
respuesta; es decir, transforma la vida diaria en todo un acontecimiento
tecnológico, todo esto aunado al crecimiento económico de las sociedades, y más
allá, a todos los cambios en el orden natural de las cosas que la tecnología
genera.
El
problema surge cuando la velocidad de la tecnología nos apabulla ya sea en su
avance o en la información que recibimos producto de este avance. En el uso de
la tecnología, el inconveniente no es la tecnología en sí, sino la manera
inadecuada de digerirla o aplicarla. Si queremos mejorar la calidad de nuestras
prácticas, se hace necesario mejorar los procedimientos. Para que una
información sirva como signo de confianza, el usuario debe considerarla como
cierta, teniendo en cuenta los estándares de los autores como nivel de
apertura, autoridad, objetividad e idoneidad.
Es
muy importante analizar las fuentes de información y su credibilidad. Muchas
veces nos convertimos en tecno dependientes pero no en usuarios críticos, sino
meramente en copiadores de información, aceptándola sin más, sin indagar su
veracidad. Si queremos construir organizaciones y sociedades de la información
necesitamos ser más responsables y reflexivos, utilizando la tecnología ya no
solamente como un ámbito de entretenimiento sino también como un espacio de
aprendizaje que contribuya a un mejor desarrollo tanto en la práctica
profesional como en nuestra vida cotidiana, cultivando nuestras destrezas en el
uso de estas herramientas para influir en ellas de manera progresiva.
Paul
Graham, un programador inglés con especialización en Ciencias de la Computación
de la Universidad de Harvard manifiesta en un ensayo: “Cuando vea una
iniciativa que utiliza las nuevas tecnologías para dar a la gente algo que
quiere y que no había tenido antes, probablemente esté viendo un vencedor. Y
cuando vea algo que es una mera reacción a la nuevas tecnologías, en un intento
de preservar una fuente existente de beneficios, probablemente esté viendo a un
perdedor”.
El
avance tecnológico es vital en nuestra vida diaria. Rápidamente nos convierte
en seres dependientes en gran medida de sus ventajas. Asimismo ha cambiado
nuestro entorno social de una manera un tanto distorsionada, volviendo lo
virtual en elemental, y desplazando la convivencia interpersonal hacia un
segundo plano. Si bien las formas básicas de convivencia y contacto han sido
diezmadas en gran medida, han sido, de igual forma, los aspectos que han dado
paso a un desarrollo acelerado, y del cual debemos tomar el control para hacer
de la tecnología un beneficio en lugar de un perjuicio.
La
existencia humana se caracterizo durante milenios por el dominio de la
naturaleza sobre la cultura, es decir la lucha por la supervivencia. Luego de
la Revolución Industrial y el triunfo de la razón, se contemplo el dominio de
la naturaleza por la cultura, formando a la sociedad mediante el progreso del
trabajo. Se ha entrado, debido a la convergencia de la evolución histórica y
cambios tecnológicos, a un modelo puramente cultural, de interacciones y
organizaciones sociales.
Se
vive en un mundo predominantemente social. Existe una autonomía de la cultura
frente a las bases materiales de nuestra existencia. Y hoy la cultura se vuelve
virtual. Se trata de la cultura propia de una época marcada por un nuevo
paradigma tecnológico, el cual se sostiene en la revolución de las tecnologías
de la información, y se convierte en referente para todos los campos del
desarrollo humano.
Hoy
debemos preparar personas para vivir en una sociedad de la información y la
comunicación. Pero esto requiere un uso responsable donde los usuarios, ya sean
personas u Organizaciones no están solo para buscar y recibir información sino
para emitirla, construirla y pensarla pero sin perder nuestra verdadera
esencia: La de Ser Humanos. Gracias por
compartir este espacio conmigo.
Gustavo Sarnari, Director Asociado
de Grupo CoSMO y Centro Pyme 2.0 – Co-Editor de Estrategia & Negocios –
Titular de GS Consultora Desarrollo & Educación Organizacional – Miembro de
ACICA Asociación Civil Iberoamericana de Capacitación y Asesoramiento –
Licenciado en Educación y Gestión Institucional por la Universidad Nacional de
Quilmes – TS en Marketing por el IS San Pablo de Villa Constitución –
Posgraduado en Formación Docente con especialización en Educación Superior por
el IS San Nicolás de Bari de San Nicolás.
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