De Re Rustica es uno de los primeros
libros de management de la historia. Fue escrito por Lucio Columella en
el siglo primero de nuestra era, y en él ya aparece el sistema “palo y
zanahoria” tan popular todavía entre algunos directivos.
En esta obra, Columella habla, entre otras cosas, de las cualidades que debe poseer un buen esclavo, destacando la lealtad y la obediencia (fides et obsequium) como los dos atributos que más deberían valorar los amos en sus sirvientes.
Claro que esto era en tiempos del Imperio Romano. Dos mil años después las características que definen a un “colaborador modelo” han ido variando conforme han evolucionado la tecnología, la economía y la sociedad y, también el mundo del trabajo (sic).
Los trabajos rutinarios tienden a automatizarse, las estructuras organizativas cada vez son más planas, el nivel educativo de la población aumenta, la tecnología avanza de forma exponencial dejando obsoletos en poco tiempo herramientas, procesos y modelos de negocio enteros, los mercados se globalizan, emprender es más barato que nunca, y en lugar de esclavos hoy nos encontramos con empleados por cuenta ajena y, más recientemente, con la eclosión del fenómeno freelancer.
En definitiva, un nuevo escenario donde las limitaciones del modelo paternalista tradicional, caracterizado por unos pocos jefes que todo lo saben y todo lo deciden y un ejército de colaboradores leales y obedientes que ejecutan sus instrucciones, quedan en evidencia.
En consecuencia, las organizaciones –al menos aquellas más avanzadas- hoy dan prioridad a otras cualidades como la iniciativa, la creatividad, la colaboración, e incluso la pasión que sus colaboradores sienten por su trabajo.
Una de esas cualidades que debería cotizar al alza, y de la que, en mi opinión, no hablamos lo suficiente, es la desobediencia.
La desobediencia entendida como la voluntad decidida de cuestionar y no acatar esas normas que existen en todas las organizaciones y que no tienen sentido o incluso son perjudiciales para el conjunto de la organización, en la medida que limitan su capacidad para responder con agilidad y eficacia a los desafíos con que se enfrenta.
El caso es que muy rara vez encontramos la palabra "desobediencia" en las listas de valores o competencias que manejan las empresas. Y es comprensible que la palabra les haga sentirse incómodos a muchos “animales corporativos”, en particular si la razón de ser de su rol es asegurar el cumplimiento de algunas de esas normas o la creación de las mismas...
Sea como fuere, la realidad es que las empresas que anteponen la obediencia al espíritu crítico suelen esconder disfuncionalidades que pueden ser letales en un mundo que se mueve extremadamente rápido.
Por eso quiero compartir con vosotros esta inspiradora charla que Sylvain Loubradou dio el pasado 12 de junio en el marco del TEDXSantCugat, a cuyo equipo organizador tengo el gusto de pertenecer. Una charla clara, directa y práctica que bien podemos utilizar en nuestras organizaciones para iniciar una conversación sobre el valor que puede aportarnos algo más de desobediencia.
En esta obra, Columella habla, entre otras cosas, de las cualidades que debe poseer un buen esclavo, destacando la lealtad y la obediencia (fides et obsequium) como los dos atributos que más deberían valorar los amos en sus sirvientes.
Claro que esto era en tiempos del Imperio Romano. Dos mil años después las características que definen a un “colaborador modelo” han ido variando conforme han evolucionado la tecnología, la economía y la sociedad y, también el mundo del trabajo (sic).
Los trabajos rutinarios tienden a automatizarse, las estructuras organizativas cada vez son más planas, el nivel educativo de la población aumenta, la tecnología avanza de forma exponencial dejando obsoletos en poco tiempo herramientas, procesos y modelos de negocio enteros, los mercados se globalizan, emprender es más barato que nunca, y en lugar de esclavos hoy nos encontramos con empleados por cuenta ajena y, más recientemente, con la eclosión del fenómeno freelancer.
En definitiva, un nuevo escenario donde las limitaciones del modelo paternalista tradicional, caracterizado por unos pocos jefes que todo lo saben y todo lo deciden y un ejército de colaboradores leales y obedientes que ejecutan sus instrucciones, quedan en evidencia.
En consecuencia, las organizaciones –al menos aquellas más avanzadas- hoy dan prioridad a otras cualidades como la iniciativa, la creatividad, la colaboración, e incluso la pasión que sus colaboradores sienten por su trabajo.
Una de esas cualidades que debería cotizar al alza, y de la que, en mi opinión, no hablamos lo suficiente, es la desobediencia.
La desobediencia entendida como la voluntad decidida de cuestionar y no acatar esas normas que existen en todas las organizaciones y que no tienen sentido o incluso son perjudiciales para el conjunto de la organización, en la medida que limitan su capacidad para responder con agilidad y eficacia a los desafíos con que se enfrenta.
El caso es que muy rara vez encontramos la palabra "desobediencia" en las listas de valores o competencias que manejan las empresas. Y es comprensible que la palabra les haga sentirse incómodos a muchos “animales corporativos”, en particular si la razón de ser de su rol es asegurar el cumplimiento de algunas de esas normas o la creación de las mismas...
Sea como fuere, la realidad es que las empresas que anteponen la obediencia al espíritu crítico suelen esconder disfuncionalidades que pueden ser letales en un mundo que se mueve extremadamente rápido.
Por eso quiero compartir con vosotros esta inspiradora charla que Sylvain Loubradou dio el pasado 12 de junio en el marco del TEDXSantCugat, a cuyo equipo organizador tengo el gusto de pertenecer. Una charla clara, directa y práctica que bien podemos utilizar en nuestras organizaciones para iniciar una conversación sobre el valor que puede aportarnos algo más de desobediencia.
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