La edad no es un factor determinante; sí lo es un
giro de enfoque dentro de la compañía, según los expertos.
Juan José Hidalgo lo tiene claro: no permitirá que nadie le sustituya, de momento, al frente de Globalia. Hidalgo, de 73 años, también manifestó hace unos días que le gustaría mantener el control hasta, al menos, 2022. No es el único presidente con altas dosis de vitalidad.
Juan José Hidalgo lo tiene claro: no permitirá que nadie le sustituya, de momento, al frente de Globalia. Hidalgo, de 73 años, también manifestó hace unos días que le gustaría mantener el control hasta, al menos, 2022. No es el único presidente con altas dosis de vitalidad.
En una entrevista con EXPANSIÓN, Juan Miguel
Villar Mir aseguraba: "Cuando llegue a la conclusión de que añado poco, me
retiraré con facilidad". Pero ¿en qué momento un directivo debe despedirse
de la primera línea? La edad, desde luego, no parece un factor determinante.
"Hay quien a los 60 tiene una vitalidad enorme y otros que se agotan una
década antes.
El momento adecuado es cuando haya terminado el
proyecto empresarial al que venía dedicando sus fortalezas y experiencias
concretas, es decir, cuando llega un importante giro de enfoque. También toca
retirarse cuando no se comparte la dirección que mandan seguir los accionistas
o cuando hay una quiebra de confianza por asuntos éticos o legales", opina
Krista Walochik, presidenta de Norman Broadbent.
Con buen sabor de boca
Guido Stein, de IESE, tampoco lo asocia con la edad, aunque apunta que "en las empresas norteamericanas no se consiente que sus directivos alcancen esas edades en el sillón de mando". El profesor establece diferencias entre las empresas familiares, las cotizadas y las multinacionales. "Hay compañías a las que les sienta bien una presidencia larga".
En todos los casos, el paso atrás debería darse
cuando todavía se deja un buen sabor de boca", dice. ¿Es fácil identificar
que ha llegado la hora? "El sueldo y el estatus pueden ser inhibidores
para tomar la decisión adecuada. Si no estás enajenado por esto, entonces la
intuición se fundamenta en una realidad".
El sueldo y el estatus pueden ser inhibidores
para tomar la decisión adecuada sobre cuándo marcharse. Otro punto es, una vez
tomada la determinación de una retirada, si los grandes directivos saben cómo
irse. "Los que tienen pasión para emprender una nueva etapa, sí. Además,
demuestran un buen nivel de autoconocimiento y de honestidad. No saber hacerlo
cuando ha llegado el momento es una falta de contacto con la realidad",
sentencia Walochik. "Irse bien muestra elegancia humana y talento
personal", opina Stein.
Para mantener el talante conviene establecer un sustituto, pero sin dar demasiadas pistas. Para la presidenta de Norman Broadbent no hay momento más crítico en una organización que la sucesión de su máximo ejecutivo. "Dejar una empresa con un vacío de poder rara vez es positivo. En privado, hay que comunicar la marcha entre uno y dos años antes y en público, no más de un trimestre antes".
Para el experto de IESE no todo son bondades:
"No hay que nombrar un delfín con mucha antelación porque después de tanto
tiempo en el foco, se puede quemar. Como reza el dicho, si quieres saber cómo
es una persona, dale un cargo. Hay delfines que no saben ser el número
uno".
Ceder el paso, no significa coger el cartel de stop. Como explica Walochik: "Una vez fuera, su nuevo rol requiere apoyar al actual ejecutivo, pero no tomar decisiones por él".
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