"Tras
que éramos pocos." Aquí aparece la figura de la abuela tardíamente
procreadora, donde el refrán redondea la idea de una multitud inabarcable.
Podría aplicarse a las distintas variantes de discriminación, por color de
piel, religión, edad, país de origen, nivel social, género, orientación sexual,
etcétera. La detección temprana de nuevas segmentaciones puede anticipar la
construcción de nuevas leyes regulatorias, con todo el esfuerzo que implica en
materia de discusiones encontradas, cuando la discriminación ya esté instalada.
Por
ello es importante destacar la sutileza de un artículo de la revista Forbes,
titulada Cómo gestionar a los tecnófobos (o sobrevivir como un ludita). Este
último término, ludita, es particularmente interesante porque remite a un
movimiento gestado en Inglaterra, a principios del siglo XIX, oponiéndose a las
máquinas que reducían los puestos de trabajo.
A
fines del siglo XX empezó a insinuarse que no recibían el mismo trato o eran
valorados de igual manera aquellos empleados que se manejan con facilidad con
las nuevas tecnologías informáticas, respecto de los que se resistían de manera
más o menos sistemática a incorporarse a los nuevos medios disponibles. En las
empresas empezó a convertirse en un problema, por varios motivos. Uno fue la
diferencia entre los nativos digitales, identificados con los más jóvenes, en
contraste con los inmigrantes digitales, es decir, quienes se han criado en un
entorno donde la computación es el medio natural en el que se movían.
Los
otros, como cualquier inmigrante, debían pasar por un proceso de adaptación,
doloroso o no, según el caso. En este último grupo pueden incluirse los
tecnófobos, aunque tal denominación es un poco extrema. Tomas
Chamorro-Premuzic, profesor de Psicología Organizativa en la University College
London, define: "La tecnofobia raras veces es un todo o nada. Es
importante fijarse en la dicotomía tecnofóbico-tecnofílico como un asunto de
grados. No todos los empleados están interesados en los últimos avances
tecnológicos, pero eso no los convierte en tecnófobos". En los hechos,
muchos de los inmigrantes han pasado de condición, y se han incorporado sin
problemas a los nuevos recursos.
¿Qué hacer con los
tecnófobos? El artículo
menciona varios abordajes. En primer lugar, entender sus dificultades.
Inmediatamente después, avanzar en estrategias específicas de capacitación o
apoyo, para que desaparezca esa famosa expresión defensiva yo de computación no
sé nada ni me interesa. La cuestión es que los medios electrónicos ya están
instalados e incrementan exponencialmente la productividad, por lo que es
prácticamente imposible rechazarlos, así como lo fue el avance del teléfono.
También
es cierto que hay una avalancha de aplicaciones que generó la otra tendencia
extrema: los tecnofílicos. Y vuelven a producirse, también, los clásicos
temores, donde el jefe tecnófobo siente que depende demasiado de sus
supervisados, hábiles en el manejo de los últimos programas. Este temor es fácil
de abortar.
Un
jefe, cualquiera que sea, siempre depende de sus empleados, por más que se
quiera ver al revés. Su responsabilidad consiste en coordinar sus tareas, no en
realizarlas. A menudo no puede -ni debe- saber todo, sino aprender de ellos,
utilizar su propio criterio y tomar decisiones. Los avances de la tecnología
sólo han puesto nuevamente a la luz los viejos temas de gestión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario