Hay un nuevo reality show, que
nació en Estados Unidos y ya llegó a España, con el nombre de El jefe infiltrado.
El formato es algo diferente a otros programas similares, porque en éste se
tratan seriamente los temas de trabajo mediante un ardid: altos ejecutivos de
empresas con gran cantidad de personal optan por cambiar su apariencia,
disfrazarse, hasta el punto de teñirse el cabello o cambiar radicalmente su
peinado habitual, sobrio y riguroso, por un estilo afro.
El propósito es no ser reconocido
como ingresante a uno de los puestos de menor nivel de la empresa que dirigen.
Es así que trabajan como mozos principiantes de una cadena de restaurantes o se
suman al equipo del camión que recoge la basura en la ciudad, entre otros casos
similares. Son infiltrados.
En verdad, los ejemplos expuestos
son invalorables y hasta podría decirse que provocan emociones conmovedoras. Es
el mundo del trabajo en carne viva, con sus virtudes y defectos, una
perspectiva que muy a menudo queda apagada bajo los efectos de una oficina con
sillones, aire acondicionado y calefacción.
Vayamos a algunos ejemplos. El presidente de la empresa Domino's Pizza sale
con la moto, como empleado raso, a hacer el reparto, junto a un compañero.
Descubre que en el recorrido se violan una gran cantidad de reglas de tránsito,
explícitamente prohibidas por la empresa. Se trata de cubrir, de este modo, las
demoras en la preparación, el eje central del servicio, según las políticas
internas.
Cuando el jefe se presenta en su
papel real incluye una sanción que consiste en un curso obligatorio sobre
conducta vial. Ha descubierto, entre otras cosas, una necesidad de
capacitación. Otro caso interesante es el del ejecutivo de la empresa de
recolección de basura. Al compartir el trabajo se le hace clara una gran
cantidad de problemas operativos, a la vez que detecta infracciones, como la
violación de fumar dentro del vehículo.
Pero también sufre, en forma
personal, las dificultades de lidiar con material en mal estado, las náuseas
que provoca, lo agotadora que resulta una jornada laboral, pero muy
especialmente el enorme conocimiento de soluciones a los problemas que se
plantean a diario y que, por su posición encumbrada, desconocía totalmente.
Hay un final feliz. Nombra a uno
de sus compañeros temporales del equipo de recolección como asesor, partiendo
de la convicción experimentada de que no hay nadie mejor que él para hacerle
conocer de primera mano cómo puede mejorarse el servicio.
Otra situación diferente es la
que debe atravesar el gerente de la cadena de restaurantes, quien comete tantas
torpezas que termina siendo despedido por el encargado del local, un sujeto muy
duro, inflexible que, a la vez, es el subordinado, sin saberlo, del mismo que
despide.
La novedad de este procedimiento
es que se convierte en un programa de televisión, con exposición pública. Ya
hubo experiencias con programas de formación donde los jóvenes profesionales,
destinados a altos cargos, empezaban su carrera en los puestos más bajos.
Menos frecuente es programar un
entrenamiento de arriba hacia abajo, si entendemos la organización como una
pirámide. Las conclusiones y los debates que pueden extraerse de un reality
show como el que se menciona son casi infinitos y muy interesantes.
Es claro que deja al descubierto que la gestión y
sus efectos se revelan en el trabajo mismo, a todo nivel, y muy particularmente
entre aquellos que realizan las tareas. Es el mejor medio para enterarse.
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