Podríamos definir a la transformación digital como la
conversión de actividades, procesos, capacidades y modelos de negocio a partir
de la aplicación de nuevas tecnologías- las digitales-. Desde ya, hoy ya no es
un factor de ventaja competitiva, pero el no contar con ella es un camino muy
posible a la rápida desaparición. La digitalización ya no es una opción, es una
función necesaria para sobrevivir. No hay industria ni profesión que no esté
atravesada por la transformación digital. Ya es habitual mencionar a la
tecnología aplicada en -entre muchas otras- finanzas (fintech); seguros
(insuretech); publicidad (adtech); educación (edtech); agricultura (agritech)
;moda (fashiontech); negocios inmobiliarios (proptech); turismo (tourtech);
comida (foodtech); jurídico-legal (legaltech); energías renovables; cuidado del
medioambiente (greentech) y cuidado de la salud (healthtech).
Pero hay un aspecto oculto: el impacto en las personas
involucradas. Si bien la punta del iceberg es la utilización de diferentes
tecnologías, la base para asegurar su sustentabilidad es mucho más profunda; es
cultural. Y es aquí donde debemos diferenciar el hacer digital con el ser
digital: el adquirir nuevas tecnologías y ponerlas en funcionamiento, sin creer
en ellas, sin actuar en el día a día con esa actitud, de poco sirve. El ser
digital implica transformar, fundamentalmente, el "mindset", la
mentalidad, la manera como pensamos, sentimos y -en consecuencia- nos
comportamos. Es modificar y evolucionar nuestras más profundas creencias. Es
transformarse. Porque implica una nueva manera de trabajar, de decidir, de
colaborar, de pensar, de interactuar. La transformación humana que trae
aparejada nos compromete a entender la idea de agilidad - mental, actitudinal,
de estructuras, de aprendizaje y de desaprendizaje- como un concepto amplio y
dinámico; esa velocidad, claridad y curiosidad para simplificar la complejidad
y manejar la incertidumbre y ambigüedad, generando acciones innovadoras de
valor. Es una invitación a estar entrenándonos permanente para lo nuevo,
abrazando las oportunidades que se presentan, y convirtiendo las barreras en
puentes.
Y he aquí que la empleabilidad -la habilidad de tener empleo
en cualquiera de sus múltiples modalidades, hoy, en el corto, mediano y largo
plazo- pasa a ser la nueva Responsabilidad Social Empresaria, en la que deben
ocuparse tanto las empresas como el Estado, las universidades y las
organizaciones sindicales, cuidando a los seres humanos y no sólo a los puestos
de trabajo. Porque hay una necesidad de desarrollar las nuevas competencias y
destrezas para poder enfrentar desafíos para los que no fuimos preparados
previamente. Es una tarea que solo en conjunto se puede lograr.
Esta revolución 4.0, que viene impulsada por las tecnologías
exponenciales - inteligencia artificial, big data, nube, biotecnología,
nanotecnología, internet de las cosas, blockchain, robótica, neurociencias,
impresoras 3D, realidad virtual y aumentada, machine y deep learning etc.- es
una fuente de posibilidades laborales y del mismo modo, pone en riesgo
muchísimas otras. Sin dudas, a mayor desafío tecnológico, más se incrementa el
valor de las personas.
Alejandro Melamed. Coautor de "Diseña tu cambio"
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