/ DREAMSTIME / EXPANSION
El big data y los poderosos procesos analíticos de
algoritmos permiten vislumbrar que finalmente podremos descifrar el código de
cómo y cuándo sobreviene el aprendizaje óptimo.
El mundo está deslumbrado y al mismo tiempo receloso de la
inteligencia artificial (IA). Muy pocos entendemos la tecnología que hay detrás
de ella, y aún menos esbozamos las implicaciones de esta nueva frontera
tecnológica a través de toda una gama de dimensiones sociales, políticas y
económicas. En mi papel de CEO de un grupo de expertos en educación, he pensado
mucho sobre esto. La inteligencia artificial, a pesar de la creencia popular,
no equivale a androides inteligentes, conscientes y dispuestos, como los de un
terminator, que controla el mundo, al menos en un futuro previsible. En cambio,
hay algo que hoy está muy presente: los sistemas informatizados basados en
algoritmos, capaces de tomar decisiones, de auto-aprender y, quizás en un
futuro, de auto-programarse. En otras palabras, el tipo de inteligencia
artificial que está siendo desarrollada por Google DeepMind, para ejecutar
tareas complejas, desde conducir automóviles hasta diagnosticar un cáncer.
El futuro de la IA y su impacto en la humanidad no
está predeterminado. El determinismo tecnológico, la idea de que la
tecnología es la principal impulsora de la historia y que somos meros pasajeros
con un billete de ida, ha imperado mucho tiempo. Los partidarios de esta
perspectiva son los mismos que alguna vez creyeron que la globalización era
irreversible. Creo que el futuro no está escrito. Y existen tanto oportunidades
como riesgos, y todo lo que hay en el medio.
La educación ha sufrido mucho tiempo la escasez de métodos
basados en la evidencia, determinando qué funciona y qué no en términos de
métodos pedagógicos. El big data y los poderosos procesos
analíticos de algoritmos permiten vislumbrar que finalmente podremos descifrar
el código de cómo y cuándo sobreviene el aprendizaje óptimo. Es más,
proporcionando suficiente acceso, la IA mantiene la promesa de un
aprendizaje personalizado y permanente. Si, como entendemos intuitivamente,
tenemos diferentes intereses y aprendemos de diferentes maneras, entonces la IA
mantiene la esperanza de un aprendizaje personalizado de por vida. Imaginemos
un mundo donde la IA, en lugar de empujarnos a jugar a nuestro juego online
favorito, o animarnos a una nueva compra, nos encaminase a cómo mejorar en el
trabajo o perseguir nuestra pasión creativa.
Quizá la ventaja fundamental de la IA en la educación es que
puede abrir múltiples caminos para alcanzar el éxito de más individuos.
El mundo ya ofrece eso, pero fuera de la vía académica universalmente aceptada
para el éxito, las rutas alternativas en las artes o en los deportes se dejan a
menudo en manos del azar. La inteligencia artificial puede cambiar esto.
Imaginemos poner a disposición de cada estudiante y, de por vida, un consejero
profesional con un conocimiento profundo de sus fortalezas y preferencias, y
con todas las oportunidades de carrera disponibles.
"La IA mantiene la promesa
de un aprendizaje personalizado y permanente"
Por supuesto, debemos preocuparnos sobre a dónde nos
llevará la inteligencia artificial. A medida que nuestras vidas migran al
mundo online, éstas se monitorean de forma constante, se registran y analizan
hasta el punto de que, como ha especulado el historiador y escritor israelí
Yuval Noah Harari, los algoritmos pueden llegar a conocernos mejor que nosotros
mismos. Junto con nuestra creciente comprensión de la neurociencia, la
tentación de aprovechar la IA para controlar el pensamiento y el comportamiento
podría volverse irresistible.
Las redes sociales y las compañías de juegos ya emplean
nudges para dar más y más likes. Los desarrolladores del juego Toon Blast han
hecho un anuncio con el actor Ryan Reynolds donde se comunica la calidad
adictiva del juego. La verdadera pregunta no es si la adicción digital es
deseable o no, sino cuál es el uso que le vamos a dar al potencial adictivo de
las tecnologías impulsadas por la inteligencia artificial. ¿Vamos a utilizarla
para ejercer control, proscribir el pensamiento y el comportamiento, y promover
la uniformidad o vamos a aprovecharla para fomentar oportunidades y que los
individuos y sociedades desarrollen todo su potencial y busquen caminos
alternativos hacia el éxito?
Todos los caminos son posibles. Podemos avanzar hacia la
promesa de la IA en educación o podemos dejarnos ir a la deriva, hacia el
peligro. Las personas involucradas en tecnologías educativas tenemos que tomar
decisiones. Y mi recomendación es que hay que dar una serie de pasos para
dominar al dragón de la inteligencia artificial.
Deberíamos comprometernos a desarrollar la IA al
servicio de la humanidad, y no, como me temo que ocurre ahora, usar a la
humanidad como materia prima con la que construir la inteligencia artificial,
sin tener en cuenta el resultado. Además deberíamos hacer que la inteligencia
artificial esté disponible para todos; trabajar con profesionales de la
educación para asegurarnos de que se desarrolla y posibilita el aprendizaje
humano y su progreso, independientemente del estadio socio-económico del
individuo. Finalmente, habría que presionar para obtener estándares globales y
un tratado universal que ayude a renunciar a la armamentización de la
inteligencia artificial. Ya lo hemos hecho con las armas químicas y biológicas,
por qué no para la inteligencia artificial.
Stavros N. Yiannouka,
CEO de WISE (World Innovation Summit for Education)
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