Cuando las personas interactúan con culturas, costumbres y
comportamientos de distintas regiones y países, se potencia su habilidad para
comprender las diferencias y manejarse efectivamente en un mundo globalizado,
¿Se pueden aprender competencias de gestión intercultural? ¿Son habilidades
innatas o estructurales sobre las que poco se puede hacer para desarrollarlas?
¿Por qué las nuevas generaciones parecen haber nacido con esta capacidad?
Christopher Early y Elaine Mosakowki introdujeron el
concepto de Inteligencia Cultural que definen como la habilidad natural de un,
aparentemente, forastero para comprender a alguien no familiar y entender los
gestos ambiguos de la misma manera que los propios compatriotas lo desearían.
Identifican tres
fuentes de esta inteligencia:
1-La mente o lo
cognitivo permite tener el conocimiento para entender las diferencias culturales.
Se aprende incorporando el significado de algunas creencias, costumbres y
tabúes de las culturas foráneas, fundamentalmente, a través de la observación.
Las acciones de desarrollo y formación ayudan a las personas que inician
negocios o relaciones con culturas diferentes, pero no pueden cubrir todas las
situaciones particulares.
2- El cuerpo o lo físico permite mostrar gestos,
hábitos y actitudes, como la manera de saludarse o abordar cuestiones
personales o de negocios.
3- El corazón condiciona la motivación y la
confianza, es la fuente que mantiene la fuerza emotiva.
Según Martha Maznevski, profesora en el IMD, el componente
más importante de este tipo de inteligencia es la habilidad de seguir
aprendiendo. En este abordaje, la inteligencia cultural tendría tres
componentes: el conocimiento (sobre cómo funcionan otras culturas), las
habilidades interpersonales e interculturales, y la conciencia cultural, que
tiene que ver con prestar atención a las reacciones que provocan las propias
conductas y aprender de los errores. La inteligencia cultural facilita
anticiparse y accionar apropiadamente. Una persona con buen grado de
inteligencia cultural capta, interpreta y empatiza con otros que pertenecen a
un ambiente cultural diferente. Estar atento, poner foco, escuchar son
elementos clave que ayudan a reconocer y comprender las diferencias entre
culturas.
¿Este tipo de inteligencia difiere de la inteligencia
emocional, o se superpone con ella? ¿Son inseparables, o independientes? Más
bien podría decirse que esta última incluye competencias que de alguna manera
se despliegan o se requieren en la inteligencia cultural.
La inteligencia cultural es la inteligencia emocional
aplicada a los distintos contextos, lo que hace de la inteligencia emocional un
prerrequisito de la cultural. Mientras que algunas personas pueden ser muy
inteligentes emocionalmente en su propia cultura, pueden no serlo ante un
cambio de contexto geográfico donde las normas y presunciones funcionan de otra
manera. Pero, por otra parte, las personas que tienen alta inteligencia
emocional son más proclives a aprender y adaptarse a las diferencias
culturales.
La globalización y el desarrollo de las comunicaciones
permiten conocer las manifestaciones culturales de los diferentes pueblos del
mundo, pero esto no es suficiente para comprender y distinguir los
comportamientos de las personas provenientes de distintos grupos. El desarrollo
de la inteligencia cultural facilita adaptarse efectivamente a nuevos
contextos, y así genera condiciones más favorables para convertirse en
ciudadanos del mundo.
Fabiana Gadow. Socia fundadora de inGrow Consulting
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