Con la aparición de lo que Peter Drucker llamó trabajo del conocimiento, conceptos que hasta
ese momento estaban bastante claros en cuanto a su significado han dejado de
estarlo. A pesar de ello, el lenguaje cotidiano aún no se ha hecho eco de estos
cambios de significado.
Por ejemplo, en el
castellano actual apenas existe diferencia entre las definiciones oficiales de
los conceptos centrales relacionados con este nuevo tipo de trabajo. Así,
según la RAE:
•Eficiencia es la
«capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto
determinado».
•Eficacia es la
«capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera».
•Efectividad es
sinónimo de eficacia.
Como ves, las tres cosas vienen a significar prácticamente
lo mismo. Sin embargo, el propio Drucker
establece a lo largo de su obra una serie de diferencias fundamentales entre estas tres palabras, lo cual nos
permite una claridad conceptual mucho mayor:
•Eficiencia es «hacer
bien las cosas», es decir, hacer las cosas buscando la mejor relación
posible entre los recursos empleados y los resultados obtenidos. La eficiencia
tiene que ver con «cómo» se hacen
las cosas.
•Eficacia es «hacer
las cosas correctas», es decir, hacer las cosas que mejor conducen a la
consecución de los resultados. La eficacia tiene que ver con «qué» cosas se hacen.
•Efectividad es
«hacer bien las cosas correctas», es decir, hacer las cosas de forma
eficiente y eficaz. La efectividad tiene que ver con «qué» cosas se hacen y con «cómo»
se hacen esas cosas.
En el trabajo manual
característico de la era industrial, la clave fue la mejora de la
productividad, es decir, la mejora de la eficiencia. Los avances que han
tenido lugar en materia de productividad en las últimas décadas son los que han
permitido alcanzar, en poco más de medio siglo, los niveles actuales de
desarrollo económico y social.
Sin embargo, en el
trabajo del conocimiento, la clave es la mejora de la efectividad y sobre
este tema, como decía Drucker, seguimos
«en pañales». Tal vez sea, al menos
en parte, porque seguimos careciendo de las palabras necesarias para describir
con rigor la nueva realidad y así poder actuar sobre ella de forma adecuada…
La clave para el desarrollo del trabajo del conocimiento es
la efectividad porque tanto la
eficiencia como la eficacia se centran únicamente en aspectos parciales de esta
nueva forma de trabajo.
Por ejemplo, la eficiencia se centra únicamente en hacer algo lo mejor posible en cuanto
al uso de recursos. Dicho de otra forma, busca perfeccionar el «cómo» hacemos
las cosas pero sin cuestionarse «qué» cosas estamos haciendo. Esto puede
llevarnos a situaciones contradictorias, cuando no completamente absurdas. En
palabras de Drucker, «no hay nada más inútil que hacer de forma
muy eficiente aquello que no debería hacerse en absoluto».
Por el contrario, la eficacia se centra únicamente en lograr el resultado, al margen de los
recursos que se consuman para ello. Dicho de otro modo, busca encontrar el
mejor «qué» para lograr el resultado deseado, pero sin preocuparse por «cómo»
vamos a llevar a cabo ese «qué» y su impacto en los recursos. Esto puede
llevarnos a un derroche extremo que convierta la consecución del resultado en
algo difícilmente justificable.
Por eso, la efectividad
que plantea Drucker persigue encontrar un término medio con sentido, un
punto de equilibrio ideal entre eficiencia y eficacia. La búsqueda de la
efectividad impide que un exceso de foco en la eficiencia haga que no se llegue
a alcanzar el resultado deseado o que no se alcance a tiempo. También impide
que un exceso de foco en la eficacia pueda dar al traste con la rentabilidad
del resultado, haciendo que no compense. Cuando
trabajamos de forma efectiva, mantenemos el foco en el punto óptimo entre lo
más eficiente y lo más eficaz.
Por otra parte, y como hemos visto, el concepto tradicional de productividad es insuficiente para reflejar
la complejidad de esta nueva realidad. Esto, unido al hecho de que el
trabajador del conocimiento tiene una incidencia radicalmente distinta a la del
trabajador manual en la consecución de resultados, hará que diversos autores
posteriores a Drucker, como por ejemplo Covey
o Allen, desarrollen e
introduzcan nuevos conceptos para referirse a las nuevas competencias que este nuevo tipo de trabajador y este nuevo
tipo de trabajo requieren.
Porque, en el trabajo del conocimiento, un trabajador que solo es «muy eficiente» es solo «un buen trabajador a
medias». Pero todo esto lo veremos en un próximo post.
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