Apple, Google, Facebook, HP, Twitter, Uber, etc. son hijas
de Silicon Valley, una pequeña porción de California que desde los años 70 no ha parado de “dar a luz” a algunas de
las empresas más importantes e
innovadoras del planeta. En Europa en cambio, pese que lleva años
intentando imitar el modelo americano, de momento pocas iniciativas han
funcionado.
Es cierto que en el “viejo continente” hemos visto cómo
desde hace diez años se han multiplicado
las incubadoras y aceleradoras de startups, ha empezado a florecer el
capital riesgo y algunas empresas, como Spotify o Skype hunden sus raíces en
territorio europeo. Y también lo es que en los últimos años hemos visto cómo
Europa ha visto nacer hubs de
emprendimiento que aspiran a atraer talento y ofrecer una opción a todos
aquellos que no quieren o no pueden “emigrar” a Estados Unidos.
Pero con eso y con todo, cuando analizamos la escena de
California y la comparamos con la de Europa tomada en su conjunto, sigue siendo
muy complicado defender el modelo europeo.
¿Qué es lo que falla? ¿Qué hay en California que no hay en Europa? A esta
pregunta es la que intenta responder
Larry Downes, en un estupendo artículo para el Harvard Business Review. Y
es que el punto de partida es sencillo: de las 15 grandes empresas del mundo
tecnológico, ninguna es europea.
Los orígenes del
Valley
Pocos dudan que el área que actualmente ocupa el sur de la
bahía de San Francisco tendría un nombre
muy diferente si las universidades de Berkeley
y Stanford no hubiesen escogido precisamente ese sitio para impulsar una
apuesta por el I+D y la tecnología como nunca se ha visto antes en el panorama
universitario estadounidense.
Lo hacen además en un momento muy especial, en convergencia
con movimientos hippies, contraculturales y de apasionados por el desarrollo de
la informática personal, configurando una escena difícil de repetir en otro
momento y en otro lugar. Pero si esto puede justificar parte de los orígenes
del valle californiano, es difícil sostenerlos como únicos argumentos para su
éxito.
Europa si bien tal vez de una forma no tan destacada como
Estados Unidos, tenía y sigue teniendo centros universitarios de gran nivel,
capaces de atraer talento internacional y en teoría poder competir con sus
homólogos americanos.
Una regulación que lo
cambió todo
¿Cuál era entonces la
diferencia? Para Larry Downes, casi todo puede entenderse si comprendemos
la regulación y las leyes que se pusieron en marcha en ese momento. Leyes que
abogaron por una máxima flexibilidad del mercado, favorecieron la incorporación
y la rotación del talento y que
fomentaron la inversión, casi renunciando a recaudar impuestos sobre el I+D y
la nueva economía. Algunas de las leyes que más tuvieron que ver con el éxito
del Valley fueron las siguientes:
Fomento de la libre
competencia
California es una de las pocas entidades administrativas del
mundo que históricamente se ha negado a promulgar leyes que limiten la libre
competencia entre empresas, el sentido que las organizaciones desde un punto de
vista legal, no pueden impedir que un trabajador fiche por su competencia.
Gracias a esta medida, los trabajadores de Silicon Valley
tienen más libertad a la hora de trabajar para las mejores empresas y las
startups pueden aspiran a fichar a los mejores nombres. A la vez, las grandes
empresas se ven obligadas a construir mejores espacios y ambientes de trabajo,
fomentar la creatividad, etc. para retener el mejor talento. Famoso es el
intento de Steve Jobs por sortear esta ley intentando llegar a un acuerdo
“explícito” con empresas como Google o Yahoo! para no fichar a trabajadores de
otras compañías. La cosa no acabó saliendo bien del todo.
Liberalización
extrema del mercado de trabajo
A cambio de esta libre competencia, el mercado de trabajo en
California es extremadamente flexible. Tan sencillo resulta contratar un nuevo
trabajador, como acabar por despedirlo a los pocos meses. Para las empresas
esto implica que pueden crecer de
forma rápida y sencilla pero a la vez, decrecer con la misma facilidad. Y esto
se ve a diario en las miles de startups que florecen “al calor” de grandes como
HP, Intel y otras. Abundan las startups capaces de pasar de 10 a 100 empleados
en tres años, para después volver a su “estado original” tras el fracaso de su modelo de negocio o la
venta al mejor postor.
Desde el punto de vista del trabajador, implica también que
los tiempos en los que permanece en una misma organización sean más cortos por
término medio, pero a la vez hay una mayor movilidad que permite que las ideas
innovadoras salten de una a otra empresa, de un sector a otro con gran rapidez.
The Prudent Man Rule
En 1978 el
departamento de trabajo de Estados Unidos puso fin a lo que se conocía como “The Prudent Man Rule“, una ley que
limitaba la participación de organismos institucionales (fondos de pensiones,
etc.) en actividades que eran consideradas de alto riesgo.
El resultado del fin de esta restricción se tradujo en que
instituciones tradicionales como CalPERS (el fondo de pensiones para los
funcionarios de California), pasaran a convertirse en la cuna de los modernos fondos de capital riesgo,
mucho antes aquí que en el resto del país.
Imposiciones en las
rentas del capital
De todas las medidas, unas de las que mejor explican la
inversión en Silicon Valley, es la poca presión fiscal existente en el valle
californiano sobre las rentas sobre el capital y cómo ha evolucionado en los
últimos años. Del 49% de imposición que se aplicaba en 1978 se pasó a un 20% en 1981.
La reducción permitió tomar más riesgo en las inversiones,
en un momento de gran efervescencia
de nuevas tecnologías. Se calcula que la inversión de fondos de riesgo hasta
2014 en tecnología han superado los 48.000
millones de dólares. Si eliminar “The Prudent Man Rule” favoreció la
incorporación de nuevos actores, las nuevas medidas fiscales animaron a
invertir cada vez más.
Otras medidas
favorables
Ni la presencia y actividad de universidades de prestigio,
ni las leyes que hemos visto hasta ahora explican por sí mismas el éxito
fulgurante de Silicon Valley. También hay que tener en cuenta decenas de otras
leyes, condiciones ambientales y económicas y el espíritu de una sociedad mucho
más abierta que en otros estados del país
Entre las “medidas menores” que han favorecido la creación
de este ecosistema, también cabe destacar la regulación “Permissionless Innovation” impulsada por la Administración
Clinton, que abogaba por una regulación mínima y una imposición mínima sobre lo
que entonces denominaron como la “Internet Economy” (hardware, software y
redes); facilitar la compra de acciones por parte de los empleados; leyes que
protegen a los trabajadores y el medio ambiente a un coste eficiente;
equilibrio entre propiedad intelectual y competencia, etc.
Si Europa quiere en un futuro tener su propio Silicon
Valley, tal vez debería examinar las medidas políticas que permitieron el
triunfo de este. En todo caso, la aprobación del mercado único digital europeo,
parece a priori un paso en la buena dirección.
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