Los primeros compases de 2015 conjugan dos
mensajes aparentemente contradictorios. Por una parte, se escuchan voces que
anuncian una recuperación incipiente. Pero también llegan señales que destacan
la incertidumbre del entorno. Con estos mimbres, me atrevo a trenzar un cesto
de recomendaciones para quienes tenemos responsabilidades directivas en estos
momentos:
1. Realismo.
Se podría decir que técnicamente hemos dejado
atrás la recesión, pero no es prudente hacerlo. No hay lugar para el
triunfalismo, cuando los efectos de la crisis permanecen grabados como una
muesca en la biografía personal de muchas personas. No es tiempo de discursos,
sino de seguir trabajando para consolidar la recuperación y hacer llegar sus
efectos a mucha más gente. Nos movemos entre la necesidad de ser ambiciosos,
para aprovechar las oportunidades del ciclo económico, pero con los pies en el
suelo.
2. Adaptación.
Vivimos uno de esos momentos en los que la
historia se acelera. Son tiempos que se caracterizan por que la realidad avanza
más rápido que nuestra capacidad para comprenderla. El ciclo de obsolescencia
de nuestros conocimientos se hace más corto. ¿Qué lecciones han aprendido los
gestores que nunca se había enfrentado con una crisis? Nos hemos dado cuenta de
que debemos decidir en entornos más inciertos, sin el apoyo de series
históricas de referencia o de proyecciones fiables. No son tiempos para
improvisar, pero tampoco para esperar seguridades que simplemente se han
desvanecido. Hemos aprendido a decidir de manera más holísitica, sin inercias,
con una capacidad de adaptación dinámica a un entorno cambiante.
3.
Aprendizaje.
Decía Alvin Toffler que los analfabetos del
siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no
puedan aprender, desaprender y reaprender. En estos años nos hemos dado cuenta
de que aprender no es un proceso de asimilación del conocimiento disponible,
sino un proceso de generación de un conocimiento nuevo. El manual de referencia
para los próximos meses es todavía un libro en blanco. Lo estamos escribiendo a
medida que vivimos y decidimos.
4.
Expertos en personas
La crisis es un extraordinario laboratorio de
comportamientos humanos. En entornos estables, las personas adoptamos perfiles
más indiferenciados. Lo propio de una crisis es que muestra el auténtico valor
de las personas, de las organizaciones y de la sociedad. Estos años no nos han
hecho distintos a como éramos, han puesto de manifiesto lo que somos: nuestras
grandezas y nuestras limitaciones. En tiempos de crecimiento continuado bastaba
con definir perfiles profesionales. Ahora, es preciso conocer más a fondo a las
personas, y entender cuál es su capacidad de aportar, más allá de lo que
exprese un curriculum.
5.
Protagonistas de nuestro desarrollo
Hasta la crisis, los itinerarios
profesionales eran previsibles. La única incógnita era hasta dónde íbamos a
progresar dentro de una escala predefinida. Ahora la escalera la construye cada
uno según avanza. Probablemente hoy muchos profesionales se están preparando
para posiciones que todavía no existen.
6.
Promotores del compromiso
La crisis ha quebrado muchas seguridades.
Entre otros efectos, nos sentimos un poco más recelosos ante el apoyo real que
podemos recibir de personas e instituciones. La gente se siente un poco más
sola. Es el momento de reconstruir la confianza, de generar vínculos más
consistentes y de más valor añadido.
José Aguilar
es Socio Director de MindValue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario