“Casi todos los problemas de rendimiento de los
trabajadores no aparecen súbitamente sino que van desarrollándose a lo largo
del tiempo, si un jefe no expresa prontamente sus sentimientos, su frustración
irá lentamente en aumento hasta que, el día más inesperado, estalle de golpe.
Si por el contrario, manifiesta sus críticas, el empleado tendrá, al menos, la
posibilidad de corregir el problema. Con demasiada frecuencia, la gente sólo
expresa sus críticas cuando las cosas han llegado ya a un punto extremo; en
otras palabras, cuando están demasiado enfadados como para poder controlar lo
que dicen.
Y lo que ocurre entonces es que las críticas se
vierten del peor modo posible, con un tono de amargo sarcasmo, sacando a la luz
la larga lista de agravios que han ido acumulando, agrediendo con ella a sus
empleados. Pero este tipo de ataques no hace más que desencadenar una guerra,
porque quien los recibe se siente agredido y termina enojándose. Ésta es, en
resumen, la peor forma de motivar a alguien.” J.R. Larson, psicólogo de la
Universidad de Illinois (USA). “En un estudio realizado sobre 108 jefes y
trabajadores de cuello blanco, las críticas inadecuadas estaban por delante de
la desconfianza, los problemas personales y las luchas por el poder y el
salario como uno de los principales motivos de conflicto en el mundo laboral
(…) La mayor parte de los ejecutivos son muy proclives a la crítica y muy
comedidos, en cambio, con las alabanzas, dejando así que sus subordinados sólo
reciban un feedback cuando han cometido un error.” Daniel Goleman, Inteligencia Emocional.
Antes, hemos visto como una
emoción puede anular casi en su totalidad nuestro proceso mental normal.
Podríamos llamarlo “secuestro emocional”. Cuando esto sucede, no
podemos tener o quizás tenemos escaso control sobre las emociones del momento o
el estado de humor, pues se apodera sin saber qué emoción nos está dominando,
ni cuánto durará.
En nuestro día a día, hemos
aprendido a vivir o convivir con nuestros pequeños “secuestros emocionales”,
como lo son:
La culpabilidad/remordimiento
Preocupación
Enfado
Irritabilidad
Duda
Decepción
“Siempre hay razones para estar
enfadados, pero estas rara vez son buenas” Benjamín Franklin
1.- El súbito disparo de ira. Este es a menudo imparable,
contiene una energía irracional.
2.- Enfado deliberado. (Venganza o indignación por
las injusticias)
Williams Redfor, de la
Universidad Duke (Carolina del Norte, EEUU), estableció que la propensión al
enfado era una de las causas de muertes prematuras, incluso más importante que
otros factores de riesgo, como el tabaquismo, presión sanguínea alta y el
colesterol elevado.
Algunas técnicas pueden usarse
para disipar el enfado y evitar una explosión emocional:
1.- Pregúntate la razón real de
tu enfado. Por
lo general, la razón no es tan grande como aparenta, frecuentemente es más
profunda, por eso tenemos que cuestionarnos antes de actuar. Pensar con cabeza
fría y no caliente.
2.- Redefine el problema. Trata de ver el problema
desde un ángulo nuevo. Mira los toros desde la barrera. Esto en muchas
ocasiones, ayuda a buscar una mejor solución que enfadarse.
3.- Tómate un descanso. Una persona en plena
emoción necesita tranquilizarse, debes tratar de bajar tu enfado y
tranquilizarte psicológicamente, con música, mediante técnicas de respiración o
visualización.
Otras fórmulas para disipar el
enfado:
Caminar, correr, nadar, andar en
bicicleta, o un deporte que te ayude a soltar el enfado.
Tomar un masaje, una ducha larga
o una sauna.
Hacer ejercicios de relajación
como el yoga.
Ir al cine, leer un libro,
dedicarse a una afición.
Lo importante es despejar la
emoción negativa y pensar de manera tranquila sobre el problema. Un último
consejo, el factor tiempo es importante en los enfados, cuanto antes lo afrontes
mejor, para poder así mitigarlo, salir de dudas, aclarar malos entendidos y
seguir adelante.
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