El
directivo debe basar sus decisiones en el pensamiento estratégico y en sus
habilidades (liderazgo, anticipación, comunicación, capacidad de gestionar el
cambio…) con el fin de formular estrategias de innovación y crecimiento,
especialmente en un entorno empresarial tan competitivo y cambiante como el que
vivimos en la actualidad.
Su
reto principal es conseguir beneficios para su empresa. Para ello debe ser una
fuente continua de generación de ideas. Además debe ser capaz de marcar
objetivos, establecer retos y planes de acción, así como ejecutarlos con éxito.
Por tanto, es fundamental que el directivo sea un líder capaz de asumir las
siguientes funciones estratégicas para su compañía:
Planificación: El directivo, basándose en el
conocimiento de la realidad de la empresa, su entorno y las previsiones
futuras, debe definir los objetivos de la compañía y establecer los recursos,
los medios y las acciones necesarias para lograrlos.
Organización: La dirección de la empresa debe
dividir las actividades procedentes del plan estratégico en áreas homogéneas,
definiendo las responsabilidades de cada una, delegando autoridad y
proporcionando los medios necesarios.
Dirección: La función fundamental del directivo
es liderar la estrategia de la empresa. Las compañías necesitan líderes que estén dotados de la
competencia y autoridad necesarias para merecer la confianza de su equipo. La
forma de dirigir depende de la situación, cultura empresarial y demás factores
determinantes del entorno político, económico, financiero y social donde actúa,
además de la personalidad del directivo. En general, se tiende a que la
dirección sea cada vez más compartida, de forma que las decisiones sean
controladas por un grupo, con el fin de minimizar los factores de riesgo que
toda decisión conlleva.
Motivación: El directivo debe coordinar las
reacciones positivas de los miembros de su organización e identificar las
negativas a tiempo para transformarlas en impulsos positivos y evitar su acción
destructora. En este sentido se debe preocupar de que existan en la empresa los
suficientes factores motivantes, así como de evitar que aparezcan efectos
negativos de los no motivantes.
Control: El directivo comprobará
continuamente la evolución de los resultados y la ejecución de los planes, ya
que puede ser necesario corregir desviaciones o cambiar los propios planes si
las circunstancias así lo exigieran. Para ejercer esta función se emplea la
técnica del control de gestión, clave para la dirección. La visión del
directivo sobre la marcha de la empresa es una síntesis de los aspectos
fundamentales de cada área funcional, que debe recoger en su cuadro de mando.
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