No hay día que no desayunemos
descubriendo en el periódico un nuevo escándalo atribuido a un político,
empresario, gobernante o famoso. Más próximos quedan los ejemplos de líderes en
nuestras organizaciones. La ética, la moral y ciertos valores forman parte de
lo que hace mucho tiempo denomino “la mochila” que a todos nos
acompaña (más de uno me habréis oído hablar de ello, sí de ese saco o bolsa que
va sujeto a la espalda por correas y sirve para transportar ciertos “artículos”
personales).
La mochila es el depósito
imaginario en el que se acumulan tus actos, más que tus experiencias o
vivencias. Se llena con comportamientos respuesta a lo que te sucede no
sólo en el plano profesional, sino también en el personal. Y es un contenido
visible, es decir, queda expuesto a aquellos que nos rodeen en los diferentes
ámbitos en que nos encontremos (me viene a la cabeza ahora ese dicho popular de
“arrieritos somos y en el camino nos encontraremos“).
El proceso de llenado de esta
mochila tiene varios atributos:
- continuo: se trata de ir forjando una reputación de
líder a base de pequeñas muestras diarias (hechos,
decisiones, posicionamientos), con constancia. Son las alícuotas de la
esencia final;
- acumulativo: cada contribución a la mochila se
almacena sobre las existentes y lo hace para quedarse si tiene
solidez;
- lento: llenar una mochila no es tarea inmediata, ni
que pueda afrontarse en un periodo de tiempo escaso. Requiere de un tiempo
como consecuencia de la constancia y rigor que exige;
- exógeno: por mucho que uno se empeñe en crear y
llenar su propia mochila, son los demás quienes la dotan de contenido,
en los términos en que ellos (y sólo ellos) consideren. En tus manos sólo
quedan los hechos y son los que te rodean los que hacen las contribuciones
a tu mochila. Vamos que tú no tienes el control del proceso de llenado y
no te servirá de ayuda un “pensamiento endogámico”, concepto que leí
recientemente en el libro “Indecentes”.
Este proceso de llenado tiene una
estrecha relación, no sólo con la ética, sino también con la estética
(conceptos que hace unos días mencionaba el ex-Consejero de Sanidad de la
Comunidad de Madrid, el señor Güemes). Y es que cuando se trata de alimentar
nuestra mochila, no sólo hay que ser honrado, sino también parecerlo, al igual
que la mujer del César. Recientemente asistí a la presentación del libro “Los mitos de Silvia” donde uno de sus coautores, Jorge
Cagigas,
apuntaba que “ser ejemplo (positivo o negativo) ya no sirve; sólo sirve ser
ejemplar“.
¿Y quiénes son esos otros
que se encargan de dotar de contenido a tu mochila? En esa responsabilidad
intervienen proactivamente tu círculo, los que te rodean en cada momento
profesional, con independencia del stakeholder al que pertenezcan
(compañeros, jefes, colaboradores, clientes, proveedores, partners, círculos de
opinión, tu network… todo vale).
Ocurre así a diferencia del Personal
Branding, en el que uno mismo puede trazar una estrategia de marca, diseñar
los planos para construirse una especie de halo que te acompañe. No, tú no
puedes diseñar o construir tu mochila.
Seguramente ya hayas descubierto para
qué puede servirte forjar una mochila con solidez. No sólo estará ligado a
tu reputación como profesional y como persona, sino que también será
directamente proporcional a tu liderazgo y carisma. Tu bagaje profesional ocupa
mucho, pero en mochila lo que se ve en esta ocasión es un pequeño porcentaje
del iceberg, pero que resulta determinante en tu éxito.
¿Y tú, mochilero? ¿Cómo
crees que es tu “mochila”?
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