Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

viernes, febrero 15, 2013

Diez errores que no debes cometer en tu vida profesional


Al final, el fracaso profesional en un mercado de trabajo tan complicado como el que vivimos hoy, con revoluciones constantes nunca vistas, se reduce básicamente a la incapacidad para adaptarse a ese entorno cambiante y a las dificultades para fabricar nuestra propia marca y construir nuestra empleabilidad. Evita algunas chinas en tu zapato para salir ganador en una carrera en la que la competencia es feroz.
Probablemente seas uno de tantos desencantados con su empresa –o más bien con su jefe–; quizá reniegues de tu trabajo, aunque no lo dices muy alto, porque la situación actual no está para muchas quejas, y tener un empleo –aunque lo aborrezcas– es hoy más una suerte que una condena. Pero es muy posible que maldigas la hora en la que decidiste empezar aquella carrera que hoy se ha quedado obsoleta y que nunca te ha dado las ventajas laborales que tú pensabas y ella prometía.
Todo esto habla de un mercado de trabajo que ha cambiado en el último lustro a una velocidad nunca conocida, y que no deja demasiado margen para el error.
Si estudias una carrera, o buscas tu primer trabajo, o estás ya en un puesto, e incluso si piensas en cambiar porque tu vida profesional no es lo que siempre has deseado, debes afanarte en nuevas soluciones y medir la posibilidad de equivocación al milímetro.
Aquí se detallan diez errores que tienes que evitar a toda costa para lograr la felicidad laboral:
1. Nunca he sabido qué carrera emprender
La mayor parte de trabajos que eran una garantía de éxito y seguridad a comienzos de este milenio han desaparecido de las listas de las ocupaciones que más crecen. No es un secreto que resulta cada vez más complicado orientar a las futuras generaciones acerca del camino que deben seguir, porque el mundo del trabajo cambia mucho más rápido de lo que lo hacía en el pasado. Sin embargo, aún hay quien improvisa su llegada al mundo laboral sin tener en cuenta el abismo que, en general, existe entre la escuela y la universidad y las necesidades reales de las empresas y el mercado profesional.
Esta decisión vital tiene mucho de inversión en tiempo, pero muchos han entendido la formación como algo estático que les ha encasillado sin posibilidad de un trasvase posterior. Más allá de los contenidos técnicos, resulta necesario un esfuerzo por cambiar esos conocimientos por habilidades –relacionales, organizativas, motivacionales, etcétera– y competencias. De este error se deriva el siguiente.
2. No tengo las capacidades que exige el mercado laboral
La buena noticia es que, a pesar de la incertidumbre de un mercado sociolaboral cambiante en el que se acabó el trabajo para siempre, y en el que resulta muy difícil aconsejar sobre las carreras más adecuadas, es posible detectar algunas capacidades que definen los perfiles con más futuro.
La mala –pésima– es que tus oportunidades de encontrar un empleo o de progresar en tu carrera se reducen drásticamente si no trabajas cada día tu empleabilidad para adaptarte al nuevo escenario profesional.
3. Me fijo más en el sueldo que en mi desarrollo
Resulta difícil resolver el dilema de si es preferible trabajar en algo que no nos gusta demasiado, o que aborrecemos, siempre que se gane mucho dinero, o si es mejor tener un empleo seguro que nos satisfaga plenamente, aunque esté mal retribuido. Las ocupaciones que producen más felicidad son las que implican un mayor grado de realización personal, y se basan por tanto en las actividades que aportan un alto valor. Aquí el dinero no tiene mucho que ver con la satisfacción en el trabajo.
Hay quien habla del estado de flujo, que hace que estemos absortos en nuestra actividad y sintamos una enorme satisfacción; trabajamos para ser dichosos, con capacidad de realización y desarrollo personal antes que de ganar dinero. Hay un resultado directo para la empresa: la persona tiene un 57 por ciento menos de posibilidades de dejar la compañía, y se esfuerza un 87 por ciento más.
El concepto de felicidad guarda relación con la decisión de trabajar en una empresa de forma comprometida, y los expertos calculan que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura tres meses y, según la mayor parte de estudios al respecto, queda claro que el dinero no es nunca el principal factor motivador. De hecho, una investigación de la Universidad de Princeton asegura que a partir de unos ingresos anuales de 75.000 dólares no hay mayores consecuencias en términos de estrés, disfrute o frustración.
4. Nunca he conseguido ser feliz en mi trabajo
La felicidad en el trabajo no está precisamente en la actividad que se realiza. Debemos conocernos a nosotros mismos, saber cuáles son nuestros conocimientos y habilidades. Hemos de hacer lo que sabemos hacer y aquello con lo que disfrutamos. Ése será el mejor empleo del mundo.
En el nuevo escenario del mercado laboral aparecen tendencias como la del happyshifting, que implica la máxima defensa de la idea de que vivimos en una nueva era, en la que debemos estar decididos a buscar la felicidad a través del trabajo, que se convierte en fuente de sentido para nuestras vidas. Conviene que nos preguntemos qué talento y conocimientos tenemos, y cómo son nuestros sueños. Dentro de nosotros están los recursos para solucionar el 70% de nuestros problemas.
Las empresas necesitan del talento, la creatividad, la adaptabilidad, y la innovación de las personas. Y a la vez, la gente requiere un trabajo que le llene y contribuya a incrementar su nivel de felicidad.
Si no eres feliz en tu empleo, quizá no te adaptes al perfil de quienes están satisfechos con su trabajo: son personas que llaman a las cosas por su nombre. Buscan las incoherencias e inconsistencias, pero son optimistas, y no tienen miedo a escuchar a su conciencia, y se plantean lo que quieren ser y hacer el resto de su vida. No hablamos de un empleado más. El happyshifter necesita sentir que lo que hace tiene sentido.
5. No entiendo que el trabajo para siempre se acabó
La garantía de un empleo para siempre nunca ha sido el factor de motivación para los más productivos. Quizá no hayas tenido aún en cuenta que la mayor parte de los trabajos que eran una garantía de éxito y seguridad a comienzos de este milenio han desaparecido de las listas de las ocupaciones que más crecen; y la dificultad para encontrar un empleo seguro se da efectivamente si nos referimos a un trabajo estable en el tiempo.
Eliminada la perdurabilidad, debes tener en cuenta que tu carrera profesional se ha de enfocar hacia un escenario laboral en el que los trabajos tenderán a ser casi por proyectos.
Si eres un profesional no cualificado, ten en cuenta que habrá ciclos forzados por la dinámica del mercado. Sólo si estás muy preparado podrás decidir tus propios ciclos.
Anticípate a un mercado laboral en el que los empleados tienen cada vez menos apego a sus trabajos. La relación entre empleador y empleado ya no es de por vida, y ahora la media de duración no llega a cinco años. Todo esto se transmite a las organizaciones. Cambiarse de trabajo o de carrera profesional podría llegar a ser como cambiar de coche. Hasta siete veces de media en toda una vida laboral.
6. No me he atrevido a dejar mi empresa ni mi empleo
La persona y la compañía deben entender que una posición determinada ha de tener un propósito; que los objetivos e intereses estén alineados. Pero además del propósito, hay que establecer unas reglas de juego. La gente aguanta más de lo que parece, pero no de forma indefinida y sin tener las cosas claras. Se debe ver seguridad y determinación cuando se trata de tomar decisiones.
Dar gracias por el hecho de tener empleo se transforma con el paso del tiempo en una sensación de aburrimiento y cierta depresión. Aún así, muchos son incapaces de huir de un trabajo que aborrecen o de una empresa que les maltrata.
Si a pesar de todo has decidido permanecer en tu compañía, sólo te queda el consuelo de diseccionar las tareas, los momentos y a las personas con las que te relacionas para encontrar algo positivo que te guste de tu trabajo. Piensa en determinadas habilidades y competencias que ese trabajo supuestamente odioso potencia en tí; y analiza cómo puedes enriquecer esa actividad que aborreces.
7. Tengo miedo a crear mi propia compañía
Los happyshifters han podido tener algún momento de duda en el que han cuestionado su carrera, lo que están haciendo, el modelo de mercado laboral o la organización de su empresa. Pero en vez de huir, deciden cambiar su compañía –emprendedores internos– o se van de ella para crear una propia.
Quizá no te sientas capaz para emprender una aventura empresarial por tu cuenta. Será así si no eres de los que saben ver oportunidades donde otros sólo advierten problemas. Si los retos te frenan en vez de espolearte, está claro que no eres emprendedor. Y menos aún si eres contrario a la disrupción y no te va lo desconocido, ni hacer las cosas de manera diferente. Son los ingredientes principales para la creatividad, pero tu conformismo es tu error.
8. No sé venderme para conseguir un ascenso
En casi todas las compañías del mundo hay empleados muy fiables, a los que sus capacidades y virtudes no sirven para casi nada porque son prácticamente invisibles. Quizá seas de esas superestrellas anónimas, humildes, que no tienen una imagen especial que las distinga, y que incluso pueden pasar a simple vista por personas de bajo nivel, pero resultan asombrosas en su trabajo.
La clave está en que confíes en tí. Cuenta tu historia. Ten siempre preparada la información acerca de quién eres y qué has hecho; supera la timidez; sé auténtico, porque decir la verdad te llevará a ganarte la confianza y el respeto de los demás, y eso ayuda a construir una reputación sólida; asegúrate de que tu jefe es consciente de que tu trabajo implica resolverle problemas; acepta el reconocimiento que te otorgan los demás; trata de aportar capacidades nuevas e inesperadas a tu actual ocupación; y, además, sé positivo y entusiasta.
9. No he logrado que mi jefe reconozca mi labor
Hay gente que se dedica a hacer política en su trabajo. Su actividad número uno es salir en la foto y muestran una gran habilidad para ello. La cuestión es que muchas empresas –y jefes– no sólo aceptan esto, sino que lo recompensan. Dicen premiar los logros, pero prospera un tipo de personas que no suele conseguir casi nada.
Quizá nunca te has preocupado de que tu jefe te haya hecho una evaluación real y justa de desempeño. Que te diga cuáles son tus carencias y cómo mejorar para ser más empleable.
10. Nunca supe gestionar mi marca personal
Construir una marca personal sólida no tiene que ver con decir a la gente lo bueno que eres. Está relacionado con mostrar tu grandeza. La expresión show don’t tell (muestra en vez de contar) es la clave. Ser fiel a tus principios y valores impide generar desconfianza, que es el camino más rápido para arruinar tu reputación.
La reputación valiosa no es simple notoriedad. La cuestión no es convertirse en alguien infinitamente visible pero irrelevante. A pesar de su notoriedad, los irrelevantes son poco o nada creíbles. Conviene, por tanto, no dejarse llevar por la popularidad en temas de marca personal, que es la idea clara y poderosa que viene a la mente cuando otra persona piensa en ti.
Recuerda que la identidad digital que desarrollas (y de la que algunos se preocupan más que de la real) puede ser un impulso, pero también un obstáculo para lo que eres en realidad.
Con el fin del paradigma de la dependencia –que una empresa te asegure el sueldo todos los meses– cada profesional debe fabricar su propia marca y su empleabilidad.


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