Los que ya me conocéis sabéis que me
gusta acudir a metáforas para ilustrar mis disertaciones. Antes de continuar
recopilando conclusiones de la conferencia del jueves, quiero aportar una nueva
analogía que sirva para reforzar el concepto explicado en el comentario
de ayer.
Necesito que os pongáis en el
siguiente escenario. Estáis en una carretera del desierto de Arizona con
vuestro vehículo parado en el medio y medio. No circula nadie. Veis una larga y
desierta carretera delante de vosotros que se cuela por el medio de las colinas
al fondo. Os habéis gastado un dineral en unos prismáticos de largo alcance,
con visión nocturna y además trajisteis un mapa de carreteras para saber que
hay más allá del horizonte que veis. De repente observáis que asoma a lo lejos
un trailer de gran tonelaje y tenéis claro lo que hay que hacer: apartarse
hacia un lado.
Cuando queréis encender vuestro vehículo
comprobáis con pavor que no tenéis la llave en el contacto, que el depósito de
combustible está vacío y que tenéis dos ruedas pinchadas. ¿Qué sucederá? El
camión os llevará por delante.
Esta imagen pretende representar a un
director de una empresa, sentado en su sillón directivo (el coche) observando
el horizonte (visión del negocio) con todas las herramientas necesarias
(prismáticos, mapa). Le han costado un dineral todas estas herramientas, por
cierto. Cuando ve que se aproxima una recesión (camión de gran tonelaje)
y decide tomar las medidas oportunas para que no se lo lleve por delante
(apartarse del camino), comprueba que no se ha preocupado lo suficiente por el
propio estado del vehículo (mala gestión de recursos y capacidades) y no tiene ninguna
posibilidad de realizar la maniobra necesaria para apartarse del camino. El
camión le manda directamente al desguace.
Cambiemos algunos elementos del
escenario. Estáis nuevamente parados en el medio y medio de la carretera pero
os preocupáis de que todo esté en regla dentro del coche: llave en el contacto,
ruedas con su presión correcta, depósito de combustible a rebosar, freno de
mano quitado, dirección desbloqueada… En esas condiciones ya podéis nuevamente
otear el horizonte y, al igual que antes, veis venir de frente un camión de
gran tonelaje. La decisión es la misma: moverse hacia un lado para librarse del
golpe.
Ahora sí que estáis en condiciones de
poder hacerlo: tenéis pleno control del vehículo y todos los elementos
funcionan adecuadamente a vuestras órdenes. Lo que podría pasar en el peor de
los casos es que el camión fuera más ancho de lo previsto y, a pesar de haberos
apartado hacia un lado, os provocara un arañazo en el lateral. Pero de eso a
acabar en el desguace hay una diferencia tremenda.
Huelga volver a dar explicaciones,
pero sí quiero remarcar el mensaje importante. En este caso, antes de ponerme a
vigilar el horizonte (visión de futuro), me preocupé de que el vehículo
estuviera en plenas condiciones de maniobrabilidad ante cualquier eventualidad
que surgiera (buena gestión de recursos y capacidades). ¡¡Solamente así!! podré
tener bajo control la situación y siempre conservaré la capacidad de maniobra
ante los imprevistos que me depare el futuro. Mi supervivencia en la carretera
depende específicamente de esta buena gestión, de saber dirigir lo que me
traigo entre manos.
Espero que con esta metáfora haya
quedado más claro por qué la fortaleza de las empresas depende fundamentalmente
de una buena gestión interna y porqué nuestros primeros esfuerzos deben estar
encaminados a ello. Solamente después de haberlo logrado podremos empezar a
invertir en herramientas que nos ayuden a trazar una buena estrategia de
negocios de cara al futuro.
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