Por el prof. German Retana. Identifique tres
capacidades positivas que usted considera poseer; haga lo mismo con tres
“debilidades”. Ahora imagine que logra duplicar sus tres fortalezas, ¿qué le
sucede a sus debilidades? ¿Verdad que disminuyen o desaparecen frente al
incremento de lo positivo?
Hay personas y organizaciones que
tienden a concentrarse en atender lo que está mal en ellas, lo que no les
agrada y lo que definen como problemas. A lo mejor creen que desapareciendo sus
debilidades lograrán el alto desempeño, y esa premisa es cuestionable. Sanar
las heridas causadas por las disfunciones en un equipo no le garantiza que
llegue al éxito ni a la excelencia. Pero trabajando fuerte en acrecentar sus
fortalezas podría acercarle más al despliegue de su potencial. Si los gerentes
de área, por ejemplo, no trabajan en equipo pero son personas comprometidas con
la organización y si se eleva este compromiso, tendrán necesariamente, que
dejar atrás sus divisiones.
Cuando las empresas profundicen
el estudio de qué es lo que más satisface a sus colaboradores y clientes,
posiblemente encuentren excelentes oportunidades para romper los límites
superiores, en lugar de desgastarse luchando por disminuir lo que está mal. No
se trata de ignorar problemas, carencias, ni situaciones desagradables, pues se
atiendan o no, estarán presentes. Tampoco se trata de un discurso irreal ni
demagógico que ignore las dificultades. Lo que se procura es que esas barreras
no limiten la imaginación, la energía, ni el avance hacia mayores niveles de
desarrollo.
La buena noticia es que toda
organización tiene fortalezas, definidas como los factores con los cuales se
agrega valor al cliente interno y externo. No hay que inventarlas, sino
liberarlas, dejarlas fluir cuando se reduzca la casi obsesión por corregir lo
que está mal. En ocasiones pasamos tanto tiempo preocupados de nuestras
debilidades que ya no nos ocupamos de elevar nuestras muchas fortalezas.
Si lo que hacemos realmente bien
está alimentado por la pasión de hacerlas, entonces el talento se une al deseo
y el resultado será exitoso. Los líderes con mejor impacto en sus equipos
conocen con profundidad las fortalezas de sus miembros, las potencializan y se
convierten en catalizadores entre ellos, lo que explica el espíritu ganador y
la convicción en ser más grandes que los retos que enfrentan. Si usted dirige
un equipo, haga este ejercicio: enumere las fortalezas colectivas e
individuales y trabaje por lo menos una semana procurando que las mismas
crezcan, seguramente se sorprenderá de los resultados.
Necesitamos asustar el miedo de
dejar atrás las debilidades y concentrarnos en lo que sí hacemos bien, pues eso
maximiza la motivación, el deseo de continuar la marcha y la convicción de que
fortaleciendo las fortalezas se reducirán las adversidades limitantes.
Germán Retana. Profesor de INCAE Business School.
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