Los
últimos gobiernos, de signo socialista, han sido profusamente criticados por
ello, más aún desde mayo del 2010. La oposición de entonces con el presidente
Rajoy al frente, tres cuartas partes de lo mismo y desde que es gobierno, más
si cabe. Hablamos
de liderazgo en términos extremos. Algo también muy nuestro, o todo o nada, o
blanco o negro, sin dejar lugar a los matices, que precisamente es lo que la
vida nos enseña a interpretar.
Desde
nuestro corazón más populista, un líder es aquella persona que está en la
cúspide de una Organización, o de una actividad, y que además tiene éxito.
Cuando deja de estar allí o el éxito se esfuma, también se desvanece el
sustantivo adjetivado. Este
sentido trágico, de corral de comedia, que los españoles le damos a la vida, no
nos permite plantearnos las situaciones por las que pasamos como oportunidades.
Una de nuestras frases favoritas es aquella de “que buen día hace, verás como
viene alguno y lo j…..oroba”.
Abordamos
varias reformas: la financiera insuficiente, la laboral excesiva. Si se plantea
una revisión de la estructura del Estado, unos al federalismo más radical y
otros al centralismo más rancio. Actuamos como un pueblo esquizofrénico y en
consecuencia tenemos una concepción del liderazgo como tal.
Algunos
de nuestros renombrados historiadores y autores de literatura de ficción
histórica nos recuerdan lo mal que hemos tratado siempre a nuestros líderes, a
nuestros héroes. Dejándolos en el descrédito y a su suerte, en no pocas
ocasiones. Es que somos así. “Que buen vasallo si hubiese buen señor” se lee en
el Cantar de Mío Cid.
No es
cierto, no somos así. Es como actuamos, no como somos. Actuamos de semejante
guisa porque interpretamos nuestra realidad de esa manera, en extremos. Estás
conmigo o contra mí. Esta dicotomía es la que nos impide plantearnos nuestro
entorno de manera pragmática, tomando de cada opción aquello que beneficia al
conjunto.
El hecho
es que tenemos líderes, en nuestra interpretación. De lo que carecemos es de
personas con un determinado estilo de liderazgo, más humanista, más científico
y a la vez más pragmático. Esta es la gran oportunidad de los momentos en que
vivimos. En la
misma línea de lo anterior tenemos arraigada la creencia de que lo líderes
nacen, tienen condiciones inherentes. Como creencia no es más que eso, pero su
significado es una barrera a forjar líderes.
Los
líderes se crean, se desarrollan, se forman. La base de crecimiento de un
pueblo, de un país, empieza en crear líderes. En desarrollar personas capaces
de perseguir un objetivo, personas que se comprometen en hacer todo lo posible
por alcanzarlo. El resultado no dependerá exclusivamente del líder, aunque las
posibilidades de alcanzarlo estén directamente relacionadas con el empeño que
se ponga en ello.
La
oportunidad que ahora tenemos, es precisamente esa, crear líderes. Los líderes
se crean desde la base, desde el sistema educativo. De ahí nuestra gran
oportunidad. La
reforma del sistema educativo es la clave. Influye en la estructura del mercado
laboral, en la manera de hacer negocios, en como gestionamos un país, en la
forma de abordar la cultura y sobre todo en como interpretamos la realidad.
En el
jardín de infancia es donde empezamos a empaparnos de las creencias que nos
rodean y es, en ese momento, cuando empezamos a dar forma a las
interpretaciones de la realidad, que años más tarde reproducen nuestra
dicotomía extremista.
Un
sistema educativo novedoso podría basarse en recuperar algunos valores
tradicionales y en incorporar otros, donde la responsabilidad, el esfuerzo
positivo (no el sacrificio), el pragmatismo, la aceptación de los demás (no la
tolerancia), el refuerzo de la confianza de cada uno de nuestros estudiantes,
la libertad para probar, equivocarse y aprender jueguen un papel fundamental.
Los
líderes del presente siglo no basan, ni basarán, su acción en la acumulación de
información, sino en experimentar y probar con libertad alternativas diferentes
a la que se tienen. El líder de los años venideros pondrá en duda todo lo que
tiene alrededor, buscando la excelencia y la productividad.
Si
queremos un país excelente ¿Por qué dejamos la reforma de la educación para el
final? La enésima reforma de la educación de nuestro país debería perseguir
forjar líderes.
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