ILUSTRACION MARIANO ENRIQUEZ
La emergencia
sanitaria reavivó el debate sobre la manera en que muchos actores económicos
ven a los adultos mayores; en los últimos años hubo cambios en cuanto a su participación
en la vida laboral y a sus intereses en general, pero la pandemia los conecta
con la vulnerabilidad y la dependencia.
Entre los economistas que se dedican a los temas
demográficos hay una frase conocida: estudiar los movimientos poblacionales es
como "ver crecer el pasto". Se refiere a la lentitud de la dinámica,
que hace que se formen pocos incentivos para atender el fenómeno desde las
políticas públicas, los negocios y la sociedad en general. Si es cierto lo de
"ver crecer el pasto", la crisis del Covid-19 iluminó
de golpe un jardín descuidado, lleno de equívocos y conflictos, desatendido
desde siempre y donde la mayoría de los actores prefieren mirar hacia otro
lado.
Varios emergentes de las últimas semanas, como los dramas de
los geriátricos, la discusión por el confinamiento obligatorio de los adultos
mayores en la ciudad de Buenos Aires, las colas del "viernes negro"
en los bancos para cobrar jubilaciones, o el trato condescendiente de los
medios de comunicación con las noticias que involucran al segmento senior
("los abuelos", "la pacientita" son, por citar dos casos,
expresiones frecuentemente utilizadas) tienen un motor común: un set de
prejuicios profundos que le asignan a la vejez solo valores negativos, de
inutilidad, tristeza y deterioro y que ubican a quienes transitan esta etapa de
la vida en un lugar de carga o de problema para el resto de la sociedad.
"La actual pandemia puso de manifiesto que los adultos
mayores existen, son muchos, son diversos y están vigentes. También expuso la
manera en que la sociedad tiende a ignorarlos al imponerles medidas que no los
tienen verdaderamente en cuenta. Las crisis 'prenden la luz' sobre lo que está
pasando y ponen de manifiesto fallas estructurales que estaban
desatendidas", dice Flora Proverbio, cofundadora de Ethnos Strategy y de
la comunidad online Plateadas, de mujeres de más de 50.
Para Mercedes Jones, vicepresidenta del Consejo Profesional
de Sociología y estudiosa del edadismo (la discriminación por edad), "las
personas mayores entraron en una agenda donde lo que tomó mayor visibilidad son
los aspectos negativos y la mayor vulnerabilidad de este grupo. La información
que recorre el mundo refuerza el viejismo, los prejuicios, el temor y una
fragmentación del espejo social, que muestra las perspectivas más dramáticas
del envejecimiento, ocultando una realidad aún más catastrófica: la existencia
de políticas borrosas, desarticuladas, regresivas, asistencialistas y de
exclusión de los mayores. El resultado es la protección casi con ribetes carcelarios
o la falta de cuidado".
Para Proverbio y Jones hubo dos hechos paradigmáticos de
este fenómeno en los últimos días. "La cara más pública fueron los
geriátricos como foco de contagio y muerte, porque el modelo de base de estas
políticas es un esquema residual, que aplica a la vejez una estrategia de
descarte", remarca Jones. El otro, dice Proverbio, fue el intento de
restricción de salida para los mayores de 70 en la ciudad de Buenos Aires,
"una medida pensada solo desde la visión epidemiológica, que generó un
rechazo generalizado, comprobando que las medidas unilaterales fallan".
Este hecho, sigue la directora de Ethnos, activó el tema del
colectivo senior. "De pronto nos enteramos de que los 60+ son muchos, que
tienen opiniones, que quieren y pueden ejercer su libre albedrío y que son
actores vitales de la sociedad". Beatriz Sarlo habló de un "estado de
sitio selectivo" y hubo reacciones de Graciela Fernández Meijide y de
Marcos Aguinis, entre otros. En Alemania, la premier Angela Merkel remarcó que "aislar
a los ancianos para recuperar la normalidad es éticamente inaceptable".
El tercer PBI
A nivel global, la "economía senior" equivale al
tercer PBI, luego de los de los Estados Unidos y China. Para economistas como
Tyler Cowen o Ben Bernanke (exdirector de la Reserva Federal de Estados Unidos)
"no hay en las próximas décadas un factor tan disruptivo para la economía
global en su conjunto como el envejecimiento de la población". Se estima
que para 2050, 62 países (entre ellos la Argentina, China y Estados Unidos)
tendrán una pirámide demográfica como la que hoy tiene Japón, con un 30% de la
población por encima de los 60 años (en la sociedad nipona ya se venden más
pañales para adultos que para bebés). El fenómeno tiene que ver con un aumento
de la expectativa de vida, con una baja en la tasa de natalidad pero,
fundamentalmente con una suba del tiempo en que las personas siguen en plenitud
física y cognitiva para trabajar y disfrutar, gracias a los avances de la
medicina.
En un mundo donde en 2030 (no falta tanto) los primeros
millennials cumplirán 50 años, la economía -tanto a nivel macro como a nivel de
la esfera empresaria- se está replanteando su relación con los mayores de esa
edad. El segmento de las age tech - start ups de tecnología
enfocadas en las necesidades senior- tiene un crecimiento explosivo en el mundo
desarrollado, donde un 40% de las decisiones de consumo son tomadas por este
rango etario. Las marcas comenzaron a tratar de otra manera a este target
(antes se ponía en la misma bolsa a los 50+, como si fuera lo mismo una persona
de 50 años que una de 90) y muchas empresas se dieron cuenta de que la
discriminación etaria no solo es injusta, sino que puede ser un muy mal
negocio: para el World Economic Forum, "tanto en países de ingresos altos
como en los de ingresos medios o bajos se ve a los empleados adultos como menos
eficientes, intratables y refractarios a la tecnología y el cambio; cuando en
realidad son la generación más comprometida con su empleo, que muestra más
motivación y madurez emocional para tomar mejores decisiones". A nivel
local, nueve de cada diez búsquedas de trabajo excluyen específicamente a los
de 50 o más.
Siete millones
¿Cuáles son los datos de este sector para la Argentina?
Enrique Amadasi es sociólogo, investiga el tema para la Fundación Navarro Viola
y fue coordinador del Barómetro de las Personas Mayores en la UCA. "La
estimación es que hoy hay en el país 7 millones de personas con más de 60 años,
de las cuales, por su distinta longevidad, un 57% son mujeres y un 43%,
varones", explica. El distrito más envejecido es la ciudad de Buenos
Aires.
"Alguien que hoy tiene 73 años nació en 1947, el
momento en el que Perón tuvo la información sobre el lV Censo Poblacional y
contó un millón de personas mayores. Desde ese entonces, la población argentina
creció 2,5 veces, la de mayores de 60 se multiplicó por 6 y la de más de 74,
por 10 veces", grafica Amadasi.
Todos los datos que maneja el sociólogo hablan de un sector
tremendamente heterogéneo, al que es muy difícil hablarle o aplicar políticas
como si fuera un universo indiferenciado. Los que tienen mejor calidad de vida
son los que conviven en pareja; luego le siguen los que viven solos (que cada
vez son más, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires). Y los que están peor en
57 indicadores de calidad de vida relevados son quienes están en hogares
multigeneracionales (con hijos, nietos u otros familiares).
Otras pistas sobre el mapa senior en la Argentina: un 40%
vive en lugares con insuficiencia de ingresos, el 25% de los mayores de 65 años
trabajan (de ahí la crítica de Sarlo de lo ridículo de "infantilizar"
al segmento), el 18% tiene déficit de sueño y un 70% posee déficit de ejercicio
físico.
Desde la consultora Trendsity su CEO, Mariela Mociulsky se
estuvo preguntando en distintos estudios cualitativos hechos en las últimas
tres semanas qué cambió para los adultos mayores con el coronavirus.
"Veníamos viendo que la edad cronológica de este grupo no se condecía con
su agenda de los últimos tiempos, con sus intereses actuales, con su rutina y
su vida diaria. Son parte activa, ocupada y llena de intereses de la sociedad,
que estaba recobrando relevancia y visibilidad. La pandemia los conecta con la
vulnerabilidad y la dependencia, que no estaban tan presentes en el estilo de vida
que venían llevando como generación activa", marca Mociulsky.
Marcha atrás
En este sentido, la pandemia es "una vuelta atrás en la
identidad que los adultos mayores fueron construyendo en esta generación.
Nuestra investigación muestra que el coronavirus les trae más conciencia de su
edad, pero desde afuera y no desde adentro. Ellos se sienten con la fuerza y la
vitalidad de estar preparados para múltiples actividades, y el 'afuera' les
viene a decir: 'no importa cómo te sientas, si sos mayor de 65 años sos
vulnerable, sos población de riesgo".
Una de las personas que mejor sigue la agenda senior es la
periodista Cecilia Absatz, que todas las semanas distribuye su newsletter "Viejo
smoking". Según Absatz, "los medios son responsables del trato
ofensivo y condescendiente que tiende a tratar a los viejos como niños. Modulan
demasiado, afectan cariño y abusan descaradamente del 'abuelo'".
Absatz convocó días atrás a una "marcha del Orgullo de
los Viejos", que tuvo amplia repercusión en redes. "Entiendo como
perentorio como primera medida devolver a los viejos su identidad: su nombre y
apellido. Y si esos nombres no se conocen, el trato puede reemplazarse por un
respetuoso 'señor'. Ni jubilado, ni adulto mayor, ni mucho menos abuelo",
destaca.
Las y los seis especialistas en agenda senior consultados
para esta nota (Inés Castro Almeyra, Proverbio, Jones, Absatz, Mociulsky y
Amadasi) coinciden en que el hecho de que esta generación haya saltado al
centro del debate es una buena oportunidad de replanteo y de rediscusión para
alentar políticas de inclusión y para derribar prejuicios en la conversación
pública. "La pandemia y el aislamiento trajeron a la mesa verdades que el
sector público y el privado pueden convertir en oportunidades. Idealmente, esta
será una de las tantas cosas que cuando pase el Covid-19 no podrán seguir
igual", plantea Proverbio.
El futurólogo Marcelo Rinesi suele resaltar que los cambios
demográficos, como la crisis climática, tienen la maldición de ser
"desafíos lentos y rápidos a la vez". Lentos -"ver crecer el
pasto"- como para no generar incentivo fuertes en tomadores de decisiones
que podrían mejorar la situación. Y rápidos, en el sentido de que si nos se
hace nada, más temprano que tarde la situación traerá consecuencias mucho más
difíciles de afrontar.
Para el columnista del Financial Times Martin
Wolf, las crisis -como esta pandemia- "aceleran la historia".
Tendencias que estaban lanzadas adoptan una marcha más rápida. La revolución
senior, si se dan los pasos correctos, tiene su chance de ir más rápido en su
deconstrucción y en su proceso inclusivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario