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Hubo que ajustar algunas cosas: mandar la torta cuando
alguien cumple años o las cervezas para un after office por delivery, pero por
fuera de eso la adaptación de Digodat, una empresa argentina de analítica y
ciencia de datos, para operar 100% con teletrabajo fluyó sin sobresaltos.
"Somos 50 y la oficina que teníamos nos quedaba chica,
faltaban salas de reunión y videollamadas y el comedor estaba explotado -cuenta
Alan Daitch, cofundador de la firma-; antes de la pandemia teníamos decidido
agregar una segunda sede, con lo cual duplicábamos costos y problemas
administrativos. Siempre tuvimos el trabajo remoto optativo pero no hubo
problemas en pasarlo a forzoso; la gente trabaja más cómoda y no pierde tiempo
en viaje. El diseño posCovid es tener un espacio físico sin puestos fijos, para
reuniones de equipo una o dos veces por semana. Ahorramos mucho en costo,
tiempo y foco".
Casos como el de Daitch y Digodat se multiplicaron en las
últimas semanas. Empresarios que devuelven muebles, o directamente oficinas
enteras, o que cancelan arreglos en lugares físicos comprometidos antes del
Covid-19. "El día de marzo que me llevé las cosas a mi casa para trabajar
?por dos semanas' pensé: ?Si esto más o menos funciona no volvemos a la oficina
nunca más'", comenta una tuitera en el vendaval de notas y análisis que
aparecieron este mes vaticinando el fin de la expendedora de agua fresca, de las
charlas frente a la máquina de café, o de las credenciales electrónicas para
pasar la seguridad de la entrada.
En otras palabras, del fin de la vida corporativa y su
catedral icónica: el edificio de oficinas, una institución que ya tiene 200
años y cuyos vericuetos fueron inmortalizados en productos pop como las series
Mad Men o The Office, o las tiras cómicas Dilbert o Teodoro y Cía .
Pasaron apenas siete años del escándalo provocado por la
entonces CEO de Yahoo, Marissa Mayer, cuando se filtró el mail en donde les
prohibía a sus 11.500 empleados trabajar desde sus casas. En contraste, días
atrás el CEO de Twitter, Jack Dorsey, tomó la delantera y comunicó a los
trabajadores de la red social que, los que quisieran, podrían seguir con la
modalidad de tareas virtuales aun después de que ceda la pandemia. Trabajo
remoto por siempre jamás.
A la sentencia de muerte le siguió el "no tan rápido":
el caso de Digodat pertenece a una porción del 27%-29% (según un análisis de
economistas de Cippec) de los trabajadores argentinos cuyas tareas pueden
migrar sin mayores problemas a la modalidad remota. Cuando este porcentaje se
corrige por la disponibilidad de buena tecnología y de buena conexión en los
hogares, la proporción es menor al 20%. Y aun en esta porción hay opiniones
divididas: quienes no tienen hijos en edad escolar son más entusiastas con el
acta de defunción de la vida corporativa prepandemia.
"Toda la familia en call o clases online a la misma
hora... Se necesita un ambiente y un dispositivo por persona para que eso pueda
realizarse con un nivel de razonabilidad. Hay que pensar en la sostenibilidad
de este modelo", expresó días atrás Martín Hazan, experto en comunicación
digital. Mientras tanto, se multiplican en los buscadores las consultas por la
"fatiga de Zoom" (por distintos motivos de exigencia de atención,
estas reuniones cansan mucho más que las presenciales), además de un naufragio
del equilibrio vida-trabajo.
Puede que sea exagerado entonces hablar de "la muerte
de?", pero sí hay cambios drásticos en el horizonte. "El promedio de
estimaciones de las consultoras marca que un 30% de las personas que trabajaban
en oficinas no volverá a sus puestos físicos", dice ahora Andrés Hatum.
Este número o incluso uno menor implica una reducción empinada de los valores
de venta y alquiler de los activos vinculados. "Los precios de las
oficinas fueron los que más sufrieron con la crisis de 2001-2002, y ahora
pasará lo mismo", sostienen en Reporte Inmobiliario.
Así como hace diez años se puso de moda, entre los estudios
de arquitectura, especializarse en proyectos sustentables, ahora muchos se
están reconvirtiendo al nicho de refacciones antipandemia. Accenture Argentina
recibió la semana pasada instrucciones de su casa matriz que estipulan un ancho
mínimo de las escaleras de todos sus edificios, para evitar contagios cuando se
reabran. "Creo que hay una buena oportunidad ahí para los espacios de
coworking adaptados -dice Hatum- y también estamos viendo un mayor protagonismo
de las áreas de recursos humanos, que están liderando este puente entre lo
físico y lo virtual en las empresas".
El especialista en trabajo remoto Chris Herd publicó una serie
de especulaciones con efectos de "segundo, tercer y cuarto orden",
que vendrán si la de 2020 se consolida como "la década del trabajo
remoto". Entre ellas, una mayor eficiencia y generación de riqueza por la
multiplicación de modalidades "asincrónicas" de trabajo: hasta ahora
todo lo que se decide en una empresa está acotado al tercio del día que sus
integrantes coinciden en ella. Esta sincronía, sostiene, vuelve más farragoso
"que se hagan las cosas" (" get stuff done ").
Ya hablando de otras carambolas a infinitas bandas, Herd
prevé un renacimiento de los hobbies y la vida comunitaria y barrial, "lo
que puede llevar a relaciones más profundas y a combatir la soledad y el
aislamiento social". El emprendedor Carlos Miceli coincide en que se viene
una ola de start ups que promuevan la interacción local, en contraposición con
la tradición de ambiciones globales de este sector.
Herd y otros entendidos ya hablan de un nuevo urbanismo o de
ciudades que competirán por atraer a la "aristocracia de la economía del
conocimiento", que buscará una mejor calidad de vida y un menor valor del
metro cuadrado que el que exigen hoy los grandes centros urbanos. Las claves de
esta seducción: buena conexión, buenos colegios y buen entorno natural.
Para Herd, ahora que quedó en evidencia el enorme costo que
representan las oficinas, en las fusiones y compras que se vienen por la crisis
económica lo primero que se hará es "remotizar" al máximo todo lo que
se pueda (ya hay un efecto demostración que indica que se puede mucho más de lo
que se pensaba antes).
Según Gastón Remy, exCEO de Dow y de Vista y actualmente uno
de los líderes de la iniciativa "Seamos Uno" (350 integrantes que se
auto-organizaron en reuniones en zoom, sin verse la cara) la clave de este
fenómeno está en las externalidades de red: cuando todos trabajan así (y no
queda gente afuera) se produce la magia. Un nodo más agregado a la red implica
un aumento más que proporcional en todo el sistema, como ocurre con la mayor
parte de los modelos de negocios digitales.
Si es cierto que "las crisis aceleran la
historia", esto es algo que sin duda se está viendo hoy en esta avenida
temática. El físico ruso Andrei Vazhnov, ahora CTO de una empresa europea
grande y con residencia en París, contaba hace tres lunes en una charla en el
Instituto Baikal que antes de la pandemia el 5% del talento top global en
tecnología ni leía ofertas de trabajo que comprometieran la presencia física en
una oficina. "PosCovid, este porcentaje está creciendo al 20% o al
30%", describe Vazhnov.
Si aunque sea una parte de todas estas predicciones se
cumplen es probable que en un futuro cercano, cuando veamos The Office o Mad
Men , o leamos las tiras de Dilbert o Teodoro , lo hagamos con una mirada
parecida a la que tenemos hoy cuando vemos una película de la época victoriana,
con sus tradiciones, folclore y coreografías de un pasado remoto.
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