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jueves, abril 20, 2017

La interna femenina-masculina en las altas esferas sigue muy vigente

Las mujeres aceptan desafíos que los hombres dejan de lado por ser casos perdidos y siguen luchando por la igualdad de oportunidades en la carrera hacia el ascenso.

Las diferencias de género en el ámbito laboral son más enmarañadas de lo que parecen. Ramón Oliver, en el diario El País, de España, devela una trama que va más allá del acceso de las mujeres a los puestos jerárquicos. Es lo que suele llamarse el "techo de cristal", un hallazgo para definir los límites que las separan de los hombres. Ellas pueden hacer una carrera brillante en una empresa, pero también caer en el "precipicio de cristal".

Todo surge de un trabajo de 2003, publicado en la sección Economía de The Times. Comparó los resultados de las compañías que tenían mujeres en el cargo directivo, respecto de otras comandadas por hombres. Las compañías lideradas por mujeres tenían peores resultados en promedio.

Esta certeza fue cuestionada y profundizada por investigadores de la Universidad de Exeter, quienes publicaron, en 2005, sus propias conclusiones: "los resultados de esas empresas ya eran malos antes de la llegada de mujeres a sus consejos de dirección, así que el género no tenía nada que ver. De hecho, la causalidad que sí constataron fue otra: que muchas de las empresas que atraviesan una crisis contratan a mujeres para intentar salir de esta".

Según Carmen García-Ribas, directora de la Universidad Pompeu Fabra, "ocurre a menudo que cuando la situación es muy difícil se coloca en el puesto de mayor responsabilidad a una mujer. Por su parte, Sara Berbel, doctora en Psicología Social, "no se trata de que haya obstáculos que impidan a las mujeres progresar, sino de que hay una tendencia a ofrecerles puestos de dirección más complejos y en los que existe un mayor riesgo de fracaso".

Si el "techo de cristal" era una barrera invisible, el "precipicio de cristal" ha quedado oculto mucho más todavía. Un ejemplo planteado, en el terreno de la política, es el arribo de Theresa May como primera ministra del Reino Unido, luego de, David Cameron y el plebiscito del Brexit.

Esperanza Ferrando, vicedecana de la Universidad CEU Cardenal Herrera Oria, lamenta que únicamente haya un 26% de mujeres en puestos directivos. "No existe confianza en que las mujeres puedan ser tan buenas líderes como cualquier hombre. Incluso por parte de las mujeres".

Una de las explicaciones del fenómeno es que los hombres tienen mayores oportunidades de cambio de empresa cuando el barco está por naufragar. Y las mujeres toman su lugar, porque es una oportunidad de ascenso, que no se les da con frecuencia.

Este aspecto que señala Ramón Oliver merece tenerse en cuenta, ya que es una observación poco explorada. Merecería el análisis de Michel Foucault, rescatando las pautas culturales del pasado Las diferencias de género tienen orígenes ancestrales, cuando la mayor diferencia consistía en la masa muscular, aún vigente en pocos casos. El hombre cazador necesitaba la fuerza para alimentar su familia. Era también quien iba a la guerra para luchar a brazo partido con la espada o la lanza, tarea que bien podría haber desaparecido al inventarse la artillería. Pero no: los hombres a la guerra, las mujeres en sus casas, a cuidar a los hijos o parir.

En pleno siglo XXI la posesión de fuerza muscular ya no es decisiva, ni siquiera importante. No es necesario una potencia especial para apretar un botón, ya sea para iniciar una guerra nuclear como para manejar máquinas enormes. Las competencias necesarias para actuar en el mundo han cambiado radicalmente, pero seguimos arrastrados por nuestros orígenes como raza, sumando que no es fácil que los hombres renuncien a sus posiciones de privilegio.

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