¿Cómo conciliamos el tiempo dedicado al trabajo, las
relaciones personales, la educación, la cultura, el ocio, el descanso? ¿A qué
damos preferencia? Son algunas de las preguntas que se hace el profesor del
IESE Santiago Álvarez de Mon en Mi agenda y yo: repensando nuestra relación
con el tiempo.
El libro utiliza el tiempo como pista fiable para
profundizar en el autoconocimiento.
Nuestra agenda sirve como elemento imprescindible para el diagnóstico y la
mejora personal a la hora de vivir el presente y centrarse en el aquí y ahora.
Establecer lo
imprescindible y descartar lo superfluo
Según el autor, la calidad de nuestro liderazgo, relaciones,
carreras profesionales, ocio e incluso salud depende en gran medida de nuestra
relación con el tiempo. El uso que hacemos de un recurso que un día nos faltará
explica la auténtica naturaleza y el rango de nuestros valores y prioridades.
Precisamente por ello el autor propone hacer un chequeo
completo de nuestra agenda horaria. Si esta arroja un cierto equilibrio a lo
mejor somos capaces de atar nuestra mente a la actividad de turno. Así
descubriremos qué dicen nuestros hábitos, logros, inquietudes, desafíos,
preferencias, sueños...
En el apartado de negocio, una vez examinada la agenda con
realismo, honestidad y humildad, hay que reflexionar sobre las funciones y
responsabilidades consustanciales a nuestro desempeño profesional.
En primer lugar,
es necesario valorar cuáles son las tareas que han de llevarse a cabo según
nuestra comprensión del trabajo, las decisiones que hay que tomar y las
responsabilidades que se deben asumir.
En segundo lugar,
nos enfrentamos a la lista de cosas que deberían dejar de hacerse, para lo cual
es imprescindible aprender a decir que no. Un sí puede ser un atajo fácil para
evitar conflictos y ganarnos a nuestros interlocutores. Un no oportuno y justo
es en ocasiones la forma independiente de sentar las bases de una relación
madura. El no, lejos de aislarnos y empobrecernos, completa y complementa los
síes de nuestra vida, prestigiando su calidad y valor.
Finalmente, en tercer
lugar, debemos centrarnos en la batería de deberes, proyectos y retos,
tanto profesionales como personales, que teníamos aparcados, cuestiones
importantes que todavía no han mostrado la cara de urgentes.
El ocio, entendido como la oportunidad de cultivar nuestra
personalidad y carácter, encierra una riqueza de diagnóstico que hay que
aprovechar. Nuestros gustos, aficiones, viajes, hobbies y relaciones
familiares, de amistad y de cooperación social arrojan un autorretrato incisivo
y rico en matices.
El equilibrio reside en el plural, lo cual exige compaginar
ocio y negocio, las dos caras de la misma moneda vital.
Centrarse en el
presente
En el mundo sobre estimulado de la era digital en el que el
zapping mental es la norma, ejercitar la memoria, mantener la atención y vivir
concentrados en el presente constituyen auténticos logros.
El cultivo inteligente de una relación fresca y armoniosa
con el tiempo, donde consigamos quedarnos quietos en el aquí y el ahora y
realizar nuestros propósitos, es un acto de voluntad que exige un continuo
ejercicio de carácter, sostiene Álvarez de Mon.
El autor defiende que la mejor medicina es atacar cada cosa
a su tiempo, teniendo en cuenta los factores que contribuyen a mejorar la
concentración y mantener la energía:
- Es más factible centrarse en una actividad concreta si está ligada de un modo u otro a nuestras preferencias, habilidades y gustos.
- Hay que identificar la dispersión mental, asumirla y volver al punto donde nos perdimos para encontrarnos de nuevo.
- Es conveniente intercalar intervalos breves de recuperación para recargar las pilas. Sin cortes y descansos estratégicos, la cabeza se dispersa.
También recomienda trabajar nuestra capacidad mental,
emocional y espiritual, de la misma manera que entrenamos nuestra capacidad
física:
- Elegir entre las distintas opciones según el orden de importancia.
- Trasladar lo decidido a una acción concreta en el tiempo y el espacio.
- Practicar y repetir para pasar del comportamiento esporádico al hábito sólido y arraigado.
Acostumbrados a mirar insistentemente hacia atrás y hacia
adelante, nos centramos en la longitud de nuestra biografía en lugar de la
amplitud del día de hoy. Y según Álvarez de Mon, cuanto más ancho sea, cuantas
más personas y enseñanzas quepan en él, más posibilidades de que nuestro viaje
sea largo y fecundo.
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