El acto de pedir implica que por cuestiones de tiempo, de
rentabilidad, de conocimiento, de contactos, o de cualquier otra índole,
necesitas la ayuda de otra persona para alcanzar tus objetivos. Puedes ser el
jefe más alto o el cliente más importante, pero el hecho es que por el motivo
“x” que sea, recalco, necesitas ayuda.
Lo advierto desde el principio para dejar claro que en mi
opinión lo que nunca debe faltar a la
hora de solicitar algo a alguien es… humildad.
Después de cuatro años de prácticas en el máster de
paternidad, puedo afirmar por lo que veo en mi entorno y por mi propia
experiencia que es cierto eso que se rumorea de que los niños de hoy en día
están sobreprotegidos. No tenemos tantos hijos como en las generaciones
anteriores y por tanto cualquier pequeño se convierte rápidamente en un ser a
venerar dentro de su ecosistema familiar. De ahí a que se conviertan en
déspotas de cuatro palmos puede ir un paso, así que uno de nuestros mayores
esfuerzos con mi hijo es que aprenda a pedir las cosas con educación… y de
momento, con alguna que otra excepción, lo estamos consiguiendo, lo que me
llena de orgullo y satisfacción como si fuera un monarca en Nochebuena.
Tratar a la gente con
respeto y educación es sin duda tu mejor carta de presentación en la vida
Por eso opino que saber pedir las cosas es tan importante y
por eso he decidido escribir un post al respecto.
No hay mejor manera
de identificar a un cretino en el entorno profesional que por su modo de pedir
las cosas. Todo el mundo puede tener un mal día o un mal momento, pero
cuando alguien sea reiterativo en el mismo tipo de comportamiento reprobable,
no lo dudes, es un cretino… o necesita ayuda urgente en su plan de desarrollo.
No hay nada que
justifique la mala educación dentro de un entorno profesional colaborativo
(ni fuera de él). Construir es más
importante que competir, y es mucho más valioso cuidar las relaciones que los
egos. Así que si quieres saber cómo es alguien en tu oficina, coge
cualquier petición suya al azar en tu entorno de trabajo y examina si ha sido
planteada de manera constructiva.
Aparte de estos conceptos básicos de humildad, respeto y
educación, la forma en que planteamos nuestras peticiones puede decirnos mucho
más. Es un termómetro claro sobre la calidad de nuestras comunicaciones.
El problema más
extendido es la falta de coherencia entre lo que pedimos y lo que pensamos que
deberíamos pedir. En algunos casos se puede deber al fenómeno contrarío al
que habíamos descrito hasta ahora, exceso de humildad. Aunque la mayoría de las
veces esta incoherencia procede de un miedo, bien sea interno o bien sea
causado por una amenaza (real o imaginada) del entorno. La consecuencia
inminente es siempre la misma: decepción con los resultados o los entregables
que acabamos por cosechar.
Cuando somos conscientes de nuestro exceso de prudencia la
situación se puede solucionar, pero por desgracia, suele ocurrir que estos
miedos llegan de forma inconsciente , y por tanto en lugar de situar la
responsabilidad de la mala comunicación en nuestro lado, la colocamos en la del
receptor, con lo que la solución se torna complicada.
Por eso saber pedir
bien las cosas, en primer lugar con educación y en segundo con un alto nivel de
coherencia con nuestros pensamiento, es fundamental. Es una de las conductas
que mejor sirven para identificar a un buen profesional. De hechos una de
las debilidades de la mayoría de los procesos de selección es que se pregunta
demasiado al candidato y no se le coloca en situaciones donde tenga que pedir o
simplemente inquirir. Se le adjudica un rol pasivo donde se tiene que preocupar
por dar respuestas, pero donde no tiene que evidenciar desde dónde construye su
relación con el entorno.
Pedir bien las cosas es tener más de la mitad del trabajo
hecho, porque una buena petición suele además tener la propiedad de generar en
el receptor un compromiso con la repuesta. Si además la respuesta es
satisfactoria, y así se hace saber, esto aumenta el nivel de motivación. Con lo
que a través de una buena petición podemos llegar a construir un círculo
virtuoso de colaboración, algo que, no cabe duda, es deseable en cualquier
organización.
Aprendamos a pedir
bien y seamos intransigentes con quien pide mal.
Quizás, mejor que tanto otros cursos con nombres
rimbombantes, sería buen incluir uno llamado “El arte de pedir” en nuestro
catálogo de formación.
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