Travis Bradberry y
Jean Greaves publicaron un libro que explica en forma clara y sencilla, cómo
manejar las emociones en forma creativa y aplicar nuestra inteligencia para
combatir rasgos que impiden triunfar en el trabajo.
La experiencia y el conocimiento están perdiendo relevancia
para el éxito en el trabajo. El economista de Harvard David Deming estudió las tareas laborales desde 1980 hasta la
actualidad y encontró que aquellas que enfatizan las habilidades sociales
crecían 20% mientras que las tareas que exigen conocimiento técnico e
inteligencia experimentaban poco crecimiento. Deming también descubrió que los
salarios aumentaron más para las tareas que ponen mucho énfasis en las
habilidades sociales.
Dada esta marcada tendencia hacia las habilidades sociales,
aquellos que no las tienen se destacan como una cebra en un campo lleno de
caballos. Son los temerosos, los orgullosos, los que no paran de hablar cuando
hay que cumplir con los plazos, los que se adueñan de las ideas de los demás,
la lista es larga.
Y también hay personas inteligentes que una y otra vez se
boicotean a sí mismas sin darse cuenta. Esta falta de autoconciencia y de
habilidades sociales actúa en detrimento de sus carreras laborales.
Las habilidades sociales y la autoconciencia son la materia
de la inteligencia emocional, que es tratada por segunda vez en el libro de Bradberry y Greaves, donde analizan a
más de un millón de personas para demostrar que la inteligencia emocional es
responsable de más de 58% del desempeño en el trabajo. Aquellos que no la
tienen están en clara desventaja.
Pero hay ciertos tipos de personas cuya carencia de
inteligencia emocional daña su carrera más que a otras. El miedo, por ejemplo, es un motivador poderoso. Por eso es que los
candidatos presidenciales le dicen a la gente que su contrincante va a destruir
la economía y los anuncios advierten que el fumar mata. En el trabajo la gente
temerosa recurre a conductas irracionales y dañinas. Culpan a otros para cubrir
errores importantes y no se plantan para defender lo que está bien.
Está también la gente
negativa, esa que tiene la habilidad
de transmitir su pesimismo a todos los que siempre ven el vaso medio vacío e
inyectan miedo y preocupación ante las situaciones más benignas.
Los arrogantes
ven todo lo que hacen los demás como un desafío personal. La arrogancia es
falsa confianza y siempre esconde grandes inseguridades. Son muchos los
estudios que muestran que la arrogancia es causa de infinidad de problemas en
el trabajo. Los arrogantes suelen mostrar un desempeño inferior y a tener más
problemas cognitivos que los demás.
Los temperamentales
son gente sin control sobre sus emociones. Se enfurecen, insultan, acusan y
siempre piensan que los demás son la causa de sus malestares. Muestran bajo
rendimiento porque las emociones les enturbian el juicio y su falta de
autocontrol destruye sus relaciones.
A las víctimas es
difícil identificarlas porque inicialmente uno empatiza con sus problemas. Pero
a medida que pasa el tiempo, uno comienza a darse cuenta de que siempre están
en problemas. Las víctimas alejan toda responsabilidad personal convirtiendo
cada obstáculo en el camino en una montaña imposible de atravesar. No ven los
tiempos difíciles como oportunidades para aprender y crecer.
Ninguna de estas conductas (y muchas más) son demasiado
graves porque se pueden erradicar mejorando la inteligencia emocional. Todo lo
que hace falta es darse cuenta y desear cambiar.
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