Todos asumimos que la falta de autoestima da al traste con
grandes profesionales, pero en contra de lo que muchos piensan, el ego también
tiene efectos perjudiciales en el ámbito de la empresa. El ególatra tiene una
visión sesgada de la realidad, minusvalora a la competencia y se rodea de una
camarilla de afines que jalea sin ningún espíritu constructivo sus decisiones.
El tópico nos dice que el éxito siempre viene acompañado de
cierta dosis de autoconfianza. De acuerdo, el mundo de los negocios es una
carrera de fondo donde sin seguridad y convicción en el proyecto y en nuestras
propias posibilidades, sin espíritu competitivo e incluso una pizca de
agresividad tendremos un resultado incierto, pero cuando se cae en el “exceso
de autoestima” (definición de la RAE para ego), podemos estar cruzando una
barrera peligrosa.
Mientras escribo estas líneas, no puedo dejar de recordar a
ciertos empresarios que alcanzaron el éxito con rapidez. Su intuición, don de
la oportunidad y capacidad de trabajo consiguieron colocarlos en pocos años
como un referente del mercado, pero el problema llegó cuando tuvieron que
sostener el proyecto. No sé si la relativa facilidad con que vieron cumplidas
sus expectativas les hizo pensar que siempre sería así, pero un rasgo común a
los casos que conozco es que eran compañías gestionadas por “egolíderes”,
empresarios a los que su alta autoestima les aisló de la realidad del mercado y
del equipo.
¿Te atreves a pasar
la prueba del espejo?
Una de las características del ególatra es su incapacidad
para reconocer su condición. Ya hemos dicho que la autoestima es importante
para mantener sano el ánimo y encarar el día a día con optimismo pero, como en
casi todos los venenos, su toxicidad depende de la dosis. Te propongo que
analices los siguientes puntos y veas si de alguna manera te ves representado.
No te inquietes, no es ningún test científico, pero quizá te ayude a encarar
mejor la próxima decisión.
1. La guardia
pretoriana del ególatra
Acostumbra a rodearse de una camarilla de acólitos que
asiente más que opina. Sus cuadros ejecutivos o miembros del equipo suelen
estar copados por personas de “confianza” que bien por una sincera afinidad
personal con el “egolíder” o por miedo a perder su posición, tan sólo le
reafirman en sus reflexiones y decisiones, negando esa visión crítica tan
necesaria para que la empresa evolucione.
2. Conmigo o contra
mí
El “egolíder” limita su relación con otros miembros de la
empresa no considerados de su confianza, lo que estrecha su capacidad para
descubrir nuevos valores en el equipo y genera desmotivación. Quien no le
refrenda en sus posiciones de una manera activa no formará parte de los
elegidos, lo que incluye su aislamiento en su área de gestión, la falta de
reconocimiento y de empatía con sus inquietudes.
3. Yo lo habría hecho
mejor
Otra de las características más perjudiciales del “egolíder”
es su escasa habilidad para delegar. Sentirse el mejor le impide confiar en el
trabajo de los demás, lo que le obliga a una continua supervisión de las
tareas. En la práctica esto genera una necrosis de la iniciativa y falta de
operativa, dado que todas las decisiones se aplazan a la espera de su visto
bueno.
4. Mejor solo que mal
acompañado
Todos hemos presenciado cómo el inesperado choque de egos de
dos familiares o amigos con perfil “macho alfa” (calificativo ampliable a todos
los géneros) puede tener consecuencias desastrosas en la evolución de las
relaciones personales de todo el grupo. El “egolíder” no rehúye el cuerpo a cuerpo
con otros líderes del sector, es más, acostumbra a buscarlo porque sabe que ese
escenario le es favorable. De este modo, la que comenzó como una reunión de
prospección de áreas de colaboración puede acabar con posturas
irreconciliables, una situación que repetida en el tiempo terminará por aislar
a su organización de su hábitat empresarial, y cuando lleguen los problemas no
tendrá ningún aliado desinteresado.
5. Odia perder hasta
a las canicas
Sólo distingue entre ganadores y perdedores, y sólo querrá
relacionarse con los primeros. Esta visión vital le lleva a convertir en un
pulso cualquier decisión de la empresa, la firma de un contrato, la negociación
con un empleado o la elección de los ingredientes de la pizza en una noche de
trabajo. Esa dicotomía de la realidad le impide saber que en muchas ocasiones
se gana estableciendo relaciones win - win que satisfagan y motiven a ambas
partes.
6. Baja las barreras
defensivas
La desconfianza hacia los demás puede convivir con la
certeza de sentirse invulnerable, al menos en la mente del “egolíder”. Es una
persona que tiende a menospreciar la iniciativa de la competencia e
infravalorar los problemas coyunturales. Esta percepción de bajo riesgo le lleva
a centrarse en su trayectoria, no adaptando sus decisiones al entorno. Y no
actuar a tiempo en el mundo de los negocios tiene un alto precio. Es aquí en
donde muchos ególatras pierden sus alas empresariales.
7. Busca una alta
recompensa
El “egolíder” es un trabajador nato, pero se cree merecedor
del mayor de los premios por sus esfuerzos. La mayoría de los que he conocido
cultivan maneras de bon vivant en el momento que pueden, actitud que les
refuerza en su papel de encarnación del éxito. Una justa recompensa a su
esfuerzo, siempre que no hipoteque el futuro de su empresa, en especial cuando
afronta los ciclos bajos y su modelo de vida se convierte en un auténtico
lastre para su viabilidad.
Podríamos acabar este post con el recurrente cinéfilo de
“cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia“, pero no sé si la
ironía resultaría apropiada. La realidad es más compleja, pero creo que
cualquier profesional con unos años de experiencia se habrá cruzado en el
camino con más de un “egolíder”. Pero no es a ellos a quienes dirijo esta
reflexión, no la escucharían, es a todos los demás, todos aquellos que aún
piensan que dudar nos hace mejores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario