Si resulta cierto que para el año 2050, 75% de la población
mundial se concentrará en las grandes urbes, el actual modelo de consumo y
funcionamiento quedará obsoleto. Los Gobiernos municipales, urgidos por el
crecimiento poblacional, deberán llegar cada uno a su propia definición de
ciudad inteligente, según el CEO del Cities Global Center of Excellence de
KPMG.
Un lector desprevenido podría preguntarse qué tiene que ver
una consultora como KPMG con la ciudad inteligente del futuro o con el
revolucionario concepto del gobierno digital. Sin embargo, los Gobiernos
municipales de las grandes ciudades de la actualidad necesitan, más que nadie,
de especialistas en planeamiento estratégico para hacer frente a los graves
problemas que se derivan de la creciente urbanización. Cada vez más gente migra
de las áreas rurales a las urbanas aumentando constantemente el número de
ciudadanos que necesitan luz, agua, gas, transporte, atención médica, seguridad
y educación. Con los presupuestos para hacer frente a todo esto cada vez más
reducidos, se impone elaborar un cuidadoso plan de acción para decidir qué
hacer primero y de qué manera.
Pocas son hoy las ciudades en todo el mundo que no reclamen
más acceso a la vivienda, mejor calidad de educación, más protección frente a
la violencia callejera, más prevención frente a desastres naturales y más
eficiencia y transparencia en la administración del Gobierno municipal.
Mercado conversó con Alan
Mitchell quien, además de ser el director ejecutivo del Cities Global
Center of Excellence de KPMG, tiene más de 30 años de experiencia en
organizaciones gubernamentales de todo el mundo.
Mitchell explicó con claridad cuál es el papel que le cabe a
KPMG en el ecosistema de las ciudades del futuro. En primer lugar, ayudar a los
Gobiernos municipales a definir qué quiere decir “ciudad inteligente” para esa
ciudad específica. Los ayudan a pensar en forma sistémica, holística,
involucrando a las organizaciones, al Gobierno, a asociaciones público-privadas
y a los ciudadanos. Juntos definen los temas específicos que urgen a cada
ciudad, porque el concepto de “ciudad inteligente” no es el mismo para todas
las ciudades. Y finalmente los ayudan a definir dónde conviene más colocar los
recursos, que cada vez alcanzan menos porque el crecimiento constante de la
población urbana obliga al mejoramiento permanente de la infraestructura y de
los servicios.
Los Gobiernos se ven hoy obligados a pensar cómo hacer para
que la ciudad siga funcionando durante o después de un desastre natural o de
otro tipo. Sequías, inundaciones, huracanes, incendios, terremotos, dejan
ciudades devastadas y pobladores en la calle y la miseria. A los Gobiernos
municipales, explica Mitchell, les aterra la posibilidad de que un
acontecimiento natural destruya la vida de la ciudad. ¿Qué se puede hacer para
mitigar el desastre o incluso para impedir que pase? Ahí está, otra vez, la
necesidad del planeamiento. Siempre hay cosas que se pueden hacer para que el
daño sea menor, para cuidar a la población, brindar los servicios básicos primero
y luego todos los demás. Se llama “plan pre-desastre” que incluye la
recuperación durante y después del desastre.
–Hay una serie de
nombres en circulación: ciudad inteligente, ciudad verde, ciudad conectada,
ciudad sustentable. ¿Estamos hablando siempre de la misma cosa?
–Ciudad inteligente –del inglés “smart city”–, ciudad
eficiente, ciudad verde, ciudad sustentable. Todos términos que circulan como
sinónimos o con leves diferencias entre sí. Creo que si decimos ciudad verde y
ciudad sustentable estamos hablando casi de la misma cosa aunque
sustentabilidad es un concepto un poco más amplio que verde. Al decir
sustentabilidad queremos decir que podamos sostener a la población que vive en
esa ciudad ahora y en el futuro predecible. En un momento en que la
urbanización está llegando a su pico de 50%, y pronto alcanzará 80% de la
población mundial vamos a ver un crecimiento muy marcado de las ciudades y la
pregunta es ¿vamos a poder seguir
brindando agua, alimentos y transporte adecuado con ciudades de semejante
tamaño? Todavía no sabemos responder esa pregunta.
Cuando pienso en ciudades inteligentes pienso especialmente
en tecnología. Al principio yo pensaba que esto provenía de las empresas de
tecnología tratando de vender más “cajas”, sus propios equipos, pero no es así.
Hay un grupo en Gran Bretaña que se llama el Smart Cities Council, que ha hecho
una definición bastante buena de “ciudad inteligente” que es mucho más amplia y
habla de un desarrollo urbano basado en la sustentabilidad, capaz de responder
a las necesidades básicas de las instituciones, de las empresas y de los
habitantes.
La relación con sustentabilidad es evidente, pues una de sus
metas es reducir la huella energética. Reducir las emisiones de carbono,
aumentar el acceso de toda la población a los servicios y aumentar también la
facilidad de acceso: hacer los servicios más eficientes y eficaces. Todos esos
elementos juntos contribuyen a crear una ciudad más sustentable, más
inteligente.
De todas maneras, la idea de “ciudad inteligente” va a tener
un significado diferente para cada país en el mundo. En India dicen que están
tratando de crear 100 ciudades inteligentes pero ellos la definen como una
ciudad que brinda los servicios básicos. En cambio, en países más desarrollados
están comenzando a introducir soluciones innovadoras como medidores de agua
inteligentes para tratar de cambiar la conducta en el consumo y, al hacerlo,
tratar de estabilizar la energía que se consume para producir la oferta de agua
y bombearla por las ciudades.
El sistema de provisión de agua es el más grande consumidor
de energía en cualquier ciudad, y si se puede estabilizar el consumo se podrá
también reducir el consumo energético, lo que significa que será más
inteligente y por lo tanto más sustentable, etc.
–Usted dijo que
cuando piensa en ciudad inteligente piensa ante todo en tecnología. Hoy la
tecnología está inserta en muchas de las actividades que antes se hacían de
otra manera, pero eso no significa que vivamos en una ciudad inteligente. ¿Qué
hace falta para lograr esa eficiencia?
–Para mí, significa cambiar la forma en que distribuimos el
dinero en el momento de decidir el presupuesto para los programas y servicios
que ofrece la ciudad. La pregunta que hago es: ¿Entendemos si poner un dólar en
transporte es mejor que ponerlo en seguridad pública o en el medio ambiente? No
conocemos la respuesta a esa pregunta. La mayoría de los Gobiernos determina el
presupuesto basándose en temas como recursos humanos, costo, estructura
organizacional y no pensando en si están brindando los servicios adecuados para
lograr los resultados adecuados.
–El concepto no es
nuevo y ya hay muchos proyectos en marcha en diversas partes del mundo. Pero
como la transformación implica inversiones importantes, la pregunta es: ¿agrega
valor suficiente como para embarcarse en semejante gasto?
–Todavía no lo sabemos. Con respecto al tema del agua, por
ejemplo, instalar medidores inteligentes, es una forma más de intentar cambiar
el comportamiento de la gente. La pregunta es ¿cambiarán? Yo no lo sé.
Mucha gente sigue llevando su auto al centro cuando hay
buenos sistemas de transporte público. ¿Cómo hacemos para cambiar ese
comportamiento y hacerlos pensar en las generaciones futuras? Es por eso que no
hablamos solo de un tema tecnológico, creo que se trata también de que el
público participe y coopere con el Gobierno para que las nuevas tecnologías
agreguen valor y justifiquen la inversión.
–Uno de los grandes
argumentos a favor de la ciudad inteligente es que promete mejorar la vida de
la gente. ¿Mejorará también la vida de los más pobres?
–Esa es otra pregunta que por ahora no tiene respuesta. Creo
que erradicar la pobreza es algo que se está tratando de hacer en todo el
mundo; lo intentan los Gobiernos nacionales, los Gobiernos regionales y
locales. La pregunta es qué hace falta para reducir la pobreza. Es un gran
desafío para las ciudades, especialmente porque con la migración de grandes
masas de poblaciones rurales a aglomeraciones urbanas, la pobreza se convierte
en un gran problema ahora y en el futuro previsible. Seguramente no va a
desaparecer. Entonces lo que debemos hacer es encontrar puestos de trabajo,
empleo e ingreso para gente que viene del campo, de las comunidades rurales,
para que los pobres se puedan autoabastecer. Eso no es algo que necesariamente
se pueda solucionar con una iniciativa de smart city.
–El tema de la
Internet de las cosas y la interconectividad de todo con todo, genera un poco
de temor con respecto a la privacidad y la seguridad. Combinados con todos los
sistemas urbanos interconectados ¿no hay riesgo de intromisiones por parte del
Gobierno y de las empresas interesadas en vender?
–Ese es el desafío que tiene el Gobierno en este momento.
Equilibrar la necesidad de abrirse y hacerse más accesible –hacer más
accesibles los servicios– y por el otro proteger la privacidad de la gente y
asegurarse de que no tengamos problemas relacionados con la ciberseguridad.
Quiero decir que nadie tenga información sobre Juan Pérez que Juan Pérez no
quiera que tengan. El Gobierno es el más interesado en asegurar que no se viole
esa privacidad. Debe tratar de lograr ese delicado equilibrio: abrir el
gobierno pero no tanto como para que cualquiera tenga acceso a información
privada.
–¿Cuál es el elemento
transformador en la estrategia de gobierno digital?
–Una serie de facilitadores. Facilitadores comerciales en
primer lugar. Muy pocas ciudades en el mundo, por ejemplo, pueden decir qué
servicios brindan. Lo que sí conocen son los procesos que ofrecen. Por ejemplo,
si uno pregunta a las autoridades de una ciudad en Canadá qué servicios ofrece
dirán que bachean las calles. Pero ¿bachear es un servicio? ¿Es eso algo que
los consumidores quieren en realidad? ¿Por qué llenar un bache es un servicio?
Para empezar, ¿por qué hay un bache? ¿Quién cree que eso es un servicio? Eso no
es un servicio. Un servicio es brindar agua potable y una buena red de caminos
y autopistas. Entonces hay que redescubrir lo que en realidad es un servicio.
Las ciudades tienen que comenzara hablar sobre los servicios que brindan y
cambiar su conducta para ver a sus ciudadanos como clientes. De esto hablo
cuando digo facilitadores comerciales.
Luego están los facilitadores tecnológicos. Aquí se trata de
compartir información. De tener una sola cuenta para Juan Pérez con información
que comparten todos los diferentes departamentos que le brindan servicios. A él
como dueño de un perro, como solicitante de un crédito, como contribuyente,
muchos ángulos pero una sola persona y una sola cuenta, de manera que pueda
entrar allí y acceder a su información con todos los controles adecuados,
identificaciones, autenticaciones y autorizaciones.
También están los facilitadores organizacionales. Aquí es
donde necesitamos la política, la gobernanza, instalar gerenciamiento por
desempeño para que podamos evaluar si estamos teniendo éxito, si los servicios
que brindamos mediante gobierno digital son más eficientes o no.
–¿Qué se supone que
debe hacer un Gobierno que quiere transformar su ciudad con la infraestructura
heredada, con los edificios existentes, con la rutas, con las plantas
energéticas, con el software?
–Uno de los desafíos más grandes que afrontan las ciudades
es lo que se llama el lastre no financiado, o sea el lastre de activos viejos
que hace tiempo deberían haber terminado su vida útil pero se siguen usando. Lo
que hay que hacer es planificar para reemplazarlos, necesitamos un inventario
de nuestros activos y entender los riesgos que corremos si alguno de ellos
llegara a fallar. Todos saben que tienen infraestructura vieja pero muy pocos
se han parado a pensar en lo que podría ocurrir si fallara. El gasto preventivo
es lo que se ve poco. Pero para reducir el riesgo, para mejorar la calidad de
vida, hay que planificar y hay que invertir.
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