Nos
gusta pensar que, en un mundo ideal, seríamos capaces de llegar lejos con
nuestro propio esfuerzo, pero la realidad es muy diferente (Corbis).
“Trabaja duro y saldrás adelante”. Esta es la máxima bajo la cual todos nos hemos criado, una apuesta por el esfuerzo frente al talento, las influencias o el dinero transmitida, de forma bastante razonable, de padres a hijos. Sin embargo, todos los trabajadores se han preguntado en un momento u otro de sus trayectorias cómo es posible que, aun esforzándose al máximo, no les vaya particularmente bien, mientras ven cómo aquellos que se escaquean con una mayor frecuencia u obtienen peores resultados no dejan de ascender en la pirámide laboral.
“Trabaja duro y saldrás adelante”. Esta es la máxima bajo la cual todos nos hemos criado, una apuesta por el esfuerzo frente al talento, las influencias o el dinero transmitida, de forma bastante razonable, de padres a hijos. Sin embargo, todos los trabajadores se han preguntado en un momento u otro de sus trayectorias cómo es posible que, aun esforzándose al máximo, no les vaya particularmente bien, mientras ven cómo aquellos que se escaquean con una mayor frecuencia u obtienen peores resultados no dejan de ascender en la pirámide laboral.
Una situación aún más grave en un
momento, el actual, en el que el paro ha alcanzado niveles astronómicos, y
afecta tanto a estajanovistas como a zánganos. Con el objetivo de
desentrañar cuáles son los tres factores que de verdad influyen en nuestra
carrera, el vendedor récord de IBM y Xerox y actual consultor de varias
empresas del Fortune 100 Harvey J. Coleman desarrolló el
conocido como “modelo PIE”, que alumbró por primera vez en 1996 y que desde
entonces ha sido utilizado con cierta frecuencia en el management.
Con un rendimiento insuficiente no podremos salir
adelante, pero no es lo más importante
A través de dicho modelo, que
desarrolló por primera vez en Empowering Yourself: the Organizational
Game Revealed (AuthorHouse), Coleman intenta poner de manifiesto las
“reglas no escritas” del mundo laboral. Quizá no sean las que más nos
gustase seguir en un mundo perfecto, pero sí pueden ayudarnos a repensar
nuestro papel en la empresa cuando notemos que nos hemos estancado o que
nuestro puesto está en peligro. “PIE” no es más que un acrónimo de
“performance” (“rendimiento”), “image” (“imagen”) y “exposure” (“exposición”),
los tres conceptos clave que detallamos a continuación.
§
“Performance” (“Rendimiento”)
Todos estamos más o menos de acuerdo
en que esto será lo que garantice nuestro éxito o fracaso. Aunque Coleman le
concede cierta importancia y señala que con un rendimiento insuficiente no
podremos salir adelante, considera que sólo representa el 10% de lo que
debemos tener para triunfar. Solemos centrarnos exclusivamente en este
aspecto despreciando todos los demás, y de ahí, la creencia de que tan sólo con
el sudor de nuestra frente llegaremos lejos. Pero no es así.
§
“Image” (“Imagen”)
“La esposa del César no sólo debe
ser honrada, sino también parecerlo”. Algo parecido ocurre con la imagen que
ofrecemos ante nuestros compañeros. Por muy buenos resultados que obtengamos,
estos serán inútiles si no actuamos de manera que proyectemos una
imagen positiva a los demás. ¿Tratamos bien a nuestros subordinados?
¿Somos capaces de llegar a soluciones positivas cuando surge un problema?
¿Contribuimos a la buena marcha de la empresa o nos limitamos a alcanzar
nuestros objetivos despreciando los del resto? En opinión de Coleman, el 30% de
nuestro éxito depende de este factor.
En este punto resulta
significativo conocer en qué consiste el “síndrome del impostor”, la
sensación que algunas personas tienen de que no merecen el puesto que ocupan, a
pesar de gozar de la aprobación de sus superiores o disponer de los datos que
corroboren su éxito. La imagen que proyectamos ante los demás es muy diferente
de la que tenemos de nosotros mismos, por lo que debemos aprender a mirarnos
con una mayor objetividad.
§
“Exposure” (“Exposición”)
Hasta un 60% de nuestras
posibilidades de triunfar en el trabajo pasa por ser capaces de mostrarnos
relevantes a los ojos de los que realmente toman las decisiones. El mundo
laboral actual nos ha obligado a ser nuestros propios publicistas,
representantes y agentes de marketing, porque nadie va a hacer
el trabajo sucio por nosotros. De ahí la importancia de redes sociales como
LinkedIn, pero también, de nuestra capacidad para sacarle partido a nuestro
trabajo en la oficina. Debemos preguntarnos si aquellos que van a decidir nuestra
suerte de verdad saben lo que hacemos y, si la respuesta es “no”, actuar en
consecuencia. Que no nos pueda la modestia: si no lo hacemos nosotros –con
cierta mesura, claro está–, nadie lo hará en nuestro lugar.
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