La muerte de Nelson Mandela,
Madiba para sus más cercanos, no nos deja indiferentes. Su paso a otra vida nos
trae intensas reflexiones y nos lleva a mirarnos en el espejo de su ejemplo y
hacernos las preguntas que él nos ha hecho con su vida.
Todos podemos ser un poco
Mandela, porque esto fue lo que él quiso dejarnos con su testimonio de vida.
Gran sorpresa tuvieron sus guardaespaldas, nuevos y antiguos, negros y blancos,
al saber que Madiba quería que trabajasen juntos. Otra gran sorpresa se llevó
el entonces capitán de los Springboks, Francois Pienaar, cuando escuchó el
deseo de Mandela: ganar el Mundial de rugby del 95. También fue grande el
asombro del ministro de Deportes cuando su presidente irrumpió en una reunión
para desbaratar las intenciones avanzadas de quitar el himno de los afrikáans y
los colores verdes de la camiseta de los Springbok.
En todos estos ejemplos, Mandela
nos ha mostrado que fue capaz de desafiar a todos por igual, a los suyos y a
sus opositores, con un firme propósito superador: unir al país pensando más en
un futuro mejor que en un pasado drástico. Tuvo a su alcance las armas del
revanchismo y eligió el diálogo para la construcción de un futuro común.
Durante sus 27 años en prisión
enterró las semillas de la bronca y la injusticia para hacer crecer un árbol de
perdón y crecimiento. En la cárcel estudió a los blancos y a su deporte, el
rugby. Además buscó comprender sus costumbres e historias, y fue pensando la
mejor salida al peor problema que tenían su país y los pueblos que allí
habitaban. Una vez liberado mostró una mirada amplia, reconciliadora e
inclusiva. Una mirada firme y desafiante que desarticuló estructuras, y desafió
las culturas vigentes. Frente a los suyos decidió mostrarles un camino
diferente al de la revancha y los forzó a que reorientaran sus energías: no
para descargar su bronca justificada por la segregación sufrida, sino para
canalizarla hacia un horizonte superador.
También fue desafiante para los
blancos, que no se esperaron jamás esta reacción. Tuvieron que desarmar todo lo
que tenían preparado para contrarrestar la embestida. Este desafío, que supo
sostener con firmeza, generó muchas discusiones y divisiones dentro de los
grupos que se unían por lealtad: los blancos que confiaban en Mandela, de
quienes seguían desconfiando; los negros que quisieron acompañar el cambio, de
quienes seguían con ánimo de revancha. Instaló las discusiones en todos los
sectores y grupos, fomentando así las conversaciones que hacían falta para
poder construir la paz deseada.
Esas conversaciones difíciles no
fueran estériles. Estuvieron enfocadas en poder hacer cambios concretos en los
hábitos y en la cultura del país, avanzando en la democracia, pero también en
los símbolos de los pueblos sudafricanos. Mostró que no sólo tuvo firmeza para
desafiar y la apertura para incluir, sino que también tuvo la inteligencia para
elegir las oportunidades. El campeonato Mundial de rugby que tuvo a Sudáfrica
como anfitrión fue la oportunidad para mostrarle al mundo cómo, a través de la
reconciliación, podían ser mejores.
Creo que Mandela no querría que
lo recordáramos como un líder, sino que su deseo se encuentra en que podamos
contagiarnos de su ejemplo para irradiar lo que él hizo al ámbito que a cada
uno nos toca vivir. En la Argentina vivimos otras divisiones y conflictos,
diferentes a las que vivía la Sudáfrica que heredó Mandela, pero sus
herramientas pueden servirnos de mucho: acercarnos más a quienes piensan
diferente, buscar más el diálogo abierto que la confrontación violenta,
enfrentar los problemas más difíciles que tenemos y no evadirnos de esa
responsabilidad, aprovechar el deporte para unirnos y no para corrompernos.
Tomarnos el tiempo para pensar como Mandela lo hizo mientras estuvo en la
cárcel y buscar soluciones superadoras que nos incluyan a todos.
No hubiera alcanzado con un solo
hombre si otros no se hubieran contagiado, si otros no se hubieran animado a
imitarlo en lo que a cada uno le correspondía, si Francois Pienaar no se
hubiera animado a desafiar a sus dirigidos para que canten el Nkosi Sikeleli,
himno africano con muchas estrofas en idiomas xhosa. No hubiera alcanzado si
sus más amigos de la cárcel no hubieran entendido todo lo que necesitaban
soltar para que se pudiera avanzar hacia el sueño de un país unido.
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