Hasta los años 90 del siglo pasado el
modelo de competencia necesario para alcanzar una posición de liderazgo se basaba en el carisma, la capacidad de influencia,
la experiencia y en el caso de las organizaciones la lealtad a unas
determinadas cultura, estructura, personas, etc.
Sin embargo es muy probable que los nuevos modelos
para el liderazgo, en una etapa de profundos cambios con los actuales se fundamenten
tanto en determinadas capacidades como en el hecho de saber encontrar las
respuestas adecuadas a los retos con los que nos enfrentamos. Es probable que
el liderazgo esté cada vez más centrado en:
La confianza en uno mismo:
El líder deberá tener confianza en si mismo, ser
autosuficiente, y no necesitar refugiarse en la seguridad de una
organización o del estado.
El mantenimiento de las propias convicciones:
Es necesario que líder esté convencido de lo que
quiere hacer. Tras una larga etapa de conformismo social, deberá recuperar la
iniciativa y tener convicciones propias. Deberá tener un mayor espíritu
emprendedor y capacidad para asumir riesgos.
La capacidad para el aprendizaje:
La formación del ejecutivo y del empresario tendrá
que ser permanente debido a la variedad y complejidad de los problemas a los
que tendrá que enfrentarse. La curiosidad, la formación y el reciclaje
permanente será el mejor remedio para evitar el miedo a lo desconocido.
El instinto para adaptarse a las innovaciones:
Es un factor clave debido a la gran velocidad
de cambio de la tecnología.
La valentía:
El directivo tendrá aprender a manejarse en una
sociedad debilitada. Los valores personales, familiares y empresariales se han
diluido y no es fácil trabajar en este medio ambiente. Siempre es más facil
frenar el ímpetu de los subordinados que empujar siempre a los demás. El
directivo deberá ser consciente de que su organización saldrá adelante con
trabajo constante y bien hecho. Deberá ser valiente para romper la burocracia.
Esperemos que surjan nuevos líderes. ¡Los
necesitamos!
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