Es
evidente que las empresas que gestionan la motivación, el compromiso y la
implicación de las personas, aplicando motivadores intrínsecos de alto valor
emocional, serán las que desarrollarán mayor capacidad para alcanzar y exceder
de manera consistente los objetivos operacionales estratégicos y de negocios en
entornos de negocios extraordinariamente inciertos y complejos.
De hecho,
un rasgo común que caracteriza a las empresas que engrosan el ranking de los
Best Workplaces a escala mundial, es la aplicación de buenas prácticas para
generar entornos laborales abiertos, cálidos y diversos, donde la gestión de
las emociones es decisiva para instigar implicación a la tarea, fortalecer el
compromiso hacia la empresa, potenciar el rol influyente de líderes
emocionalmente inteligentes, promover el desarrollo del talento, y lograr
además, máxima productividad con excelente alineamiento a la estrategia de
negocios.
La gestión
de las emociones en empresas cuyos colaboradores se comunican con franqueza y
respeto, expresan actitudes positivas e intentan ser felices, comienza con el
compromiso de la Alta Dirección en promover prácticas que generen bienestar en
personas deseosas de aprender y motivadas para hacer su mejor esfuerzo. Cuando
un Ejecutivo de Ventas está feliz de pertenecer a una empresa consciente del
valor de sus emociones, le resultará mucho más fácil generar interacciones
basadas en la empatía y construidas sobre la confianza reciproca, para
interpretar y satisfacer plenamente las expectativas y necesidades de sus
clientes.
Aplicando
fundamentos de la escuela de la Psicología Positiva, una empresa consciente de
la consideración y respeto que merecen las emociones de sus colaboradores,
implantará sistemas de reconocimiento que reforzarán en forma oportuna y
generosa, buenos desempeños, tanto a escala individual, como en las áreas
administrativas o en equipos de alto rendimiento asignados a proyectos de
investigación.
El
desarrollo de líderes ha de estar orientado a la construcción de dinámicas
grupales donde profesionales emocionalmente inteligentes, apoyan el desarrollo
de los miembros de su equipo, les ofrecen acceso a oportunidades para ampliar
su ámbito de decisión e influencia, comparten conocimientos y experiencias en
ambientes de colaboración, y los guían como mentores o coaches en el desarrollo
de iniciativas que satisfagan los mandatos estratégicos de una empresa capaz de
reinventarse, gracias a la motivación, creatividad e inventiva de su gente.
Los planes
de formación y desarrollo deberían estar vinculados a las competencias,
intereses, actitudes y capacidades de personas que destacan por talentos que
los hacen valiosos y únicos. Una organización, que comprende estas necesidades
y apoya al colaborador talentoso y con iniciativa, en el logro de sus metas
profesionales y en la conciliación con su proyecto de vida, logrará conformar
un saludable y rico entorno laboral donde tiene sentido aprender, permanecer,
crecer y evolucionar.
El
colaborador de una empresa que promueve el bienestar y la felicidad como
valores inherentes a su cultura, disfrutará de diversas posibilidades para
flexibilizar su dedicación y conciliar sus intereses profesionales, con
proyectos personales que confieren sentido y propósito a una existencia
interesante, promisoria y abierta a oportunidades de aprendizaje y desarrollo.
El centro
de gravedad de la función de Recursos Humanos se desplaza del ámbito
transaccional y administrativo de procesos inherentes al área de personas,
hacia una gestión efectiva, planificada, con sentido de propósito, ágil, y
alineada a la estrategia, de las motivaciones, emociones y sensaciones, que
determina que las personas den lo mejor de si mismas, aporten su compromiso,
trabajen con pasión, y dediquen su tiempo y talento para desarrollar empresas
excelentes tanto por sus resultados, como por la satisfacción que ofrecen a las
personas que tienen la fortuna de trabajar en ellas.
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