Hace unas semanas leí este titular “Solo un 16% de los
directivos españoles son auténticos líderes”. Supongo que no es una noticia que
sorprenda a estas alturas pero ¿cuándo tomarán la decisión de cambiar esa actitud
muchos de ellos? Casi todo en esta vida se aprende. Nadie nace conociendo quién
escribió El Quijote por ello alguien se molesta en enseñarlo, e incluso muchas
personas por curiosidad, crecen a nivel intelectual sin necesidad de que un
tercero les ofrezca cierta información.
¿Por qué existe
tanto obstáculo para el cambio en el campo del liderazgo? O hablando claro, en
el asunto de mandar. La inteligencia emocional y el liderazgo en la
empresa van de la mano de una actitud por parte del gerente: “el que
no quiere no puede”. Aquí está el gran problema.
Según el Informe de
Competitividad realizado por el Foro Económico Mundial, “España ocupa
el número 51 del mundo en términos de calidad directiva”, un puesto que no es
para sentirse orgulloso.
Una empresa grande
o pequeña puede contar con un equipo que funcione a la perfección, con talento,
con personas motivadas y con ganas de trabajar, pero si falla la pieza
fundamental, el director de la orquesta, todo el trabajo caerá
en saco roto.
Por destacar algo
positivo en este país con falta de liderazgo, es conocido que España cuenta con
excelentes escuelas de negocios que se encuentran al nivel de grandes países en
este asunto. ¿El problema? Que no todos los directivos ni todos los
empresarios aprovechan estas escuelas.
Según Juan Carlos
Cubeiro existen tres modalidades de jefes tóxicos:
1. La persona que por
estrés se convierte en tóxico
2. El que decide serlo
por estrategia
3. El jefe tóxico por
naturaleza
Un mal jefe no
perjudica a sus empleados, también lo hace a la economía en general.
¿Qué hacer entonces? Cambiar. A nadie le gusta que resalten sus defectos o
carencias pero cuando de ti depende además del éxito de tu organización, la
productividad, y el retener a tus trabajadores por tu buen hacer ha llegado el
momento de cultivarse.
La inteligencia
emocional se abre paso pidiendo a los líderes: serenidad, empatía…, ser
influyente desde la autoridad moral y segura de sí misma.
Un exceso de
confianza también va ligada a un complejo de inferioridad, por lo que encontrar
el equilibrio y sobre todo tiempo para mejorar tanto como persona como
profesional es un desafío al que quienes están al mando deberían plantearse
cada mañana antes de dirigirse a su lugar de trabajo.
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