Al admitir que mito
es sinónimo de fábula, de relato fantástico, de ficción alegórica en el que
actúan las fuerzas de la naturaleza y del espíritu, que enuncia los avatares de
la creación y el nacimiento de las culturas, se le reserva un sitio entre la
razón y lo irracional, entre la verdad y la ficción, la voluntad y los deseos.
Siempre ha existido el conocimiento. El mismo está inscrito en lo que se llama
la arbitrariedad del conocimiento. Nada de lo que se haga por fuera de las
unidades de saber o del conocimiento como sistema tendrá existencia válida. La
verdad es la expresión, arbitraria, del método. En sus inicios, la educación
formal era exclusiva para los mejores segmentos de la sociedad, la
aristocracia, y la educación informal para los sectores no privilegiados. La
clase dominante utilizaba todas las ventajas para mantener sus privilegios y
evitar compartirlos con sus adversarios de clase. Se crea así el ejército y la
figura del Estado omnipotente como instrumentos coercitivos y de control; se
inventan las leyes y los impuestos, y se utilizan el temor a los dioses y la
educación como medios de dominación a la juventud y al resto de la sociedad. Desde
los primeros sistemas de Educación en el mundo Occidental, en la Edad Media, en
la era del Renacentismo, hasta la aparición del Capitalismo y sus sistemas de
Educación, el surgimiento de los Sistemas Nacionales de Educación en el Siglo
XIX, la Educación centrada en la Infancia en el Siglo XX, hasta la diversidad
que caracteriza el contexto educativo actual, en el paso del mito al
conocimiento, el papel histórico de la educación formal se convierte en la
piedra angular que sostiene el desarrollo de los pueblos; es la bujía del motor
que impulsa el progreso de la raza humana. Educarnos es apropiarnos de los
conocimientos, conductas, costumbres, etc., que ha ido acumulando la cultura de
nuestros ancestros, para convertirnos en transformadores de nuestra realidad y
aportar al futuro.
Estamos en un contexto mundial
global donde constantemente nos advierten sobre los límites de los recursos no
renovables, sobre capacidad física de la tierra, la interdependencia económica
y ecológica, la necesidad de aminorar el ritmo de crecimiento económico de los
países desarrollados y de fomentar el de los países menos desarrollados para
que exista un mayor equilibrio, la necesidad de contener la explosión
demográfica, de controlar y reducir la contaminación del medio ambiente y
tener en cuenta y repensar en lo posible las consecuencias no deseadas de un
desarrollo acelerado y sobre todo la dirección del cambio social en el sentido
de que concordase o se realizase de acuerdo con las metas y los valores del
conjunto de la humanidad. Gracias a los potentes medios de comunicación e
influencia de los que disponemos hoy en día, cualquier idea, no sólo puede ser
difundida sino ser impuesta de la manera más sutil e imperceptible. En este
contexto también nuestras sociedades están basadas en la tradición, es decir,
basada en la experiencia con referencia al pasado. Se heredan tanto los bienes
como los conocimientos. El pensamiento mítico resurge y acompaña al pensamiento
lógico y científico. La realidad que se explica en
términos sobrenaturales (castigo de Dios) o el auge de la espiritualidad con el
surgimiento de líderes espirituales florece en nuestros tiempos como producto
del vacío individual que asola en nuestros tiempos, favoreciendo el retorno o
la reproducción del pensamiento mítico, como una “representación idealizada de
la realidad”, una descripción de la misma, en un intento de dar forma y
conocimiento al mundo que nos rodea, un vehículo no consciente de
significaciones ligadas a la naturaleza interna del universo y de la vida
humana.
Gustavo Sarnari. Director Asociado de Grupo CoSMO y E&N.
Especialista en Desarrollo y Educación Organizacional para su aplicación a las
estrategias de negocios. Formado en la Universidad Nacional de Quilmes, el IS
San Pablo de Villa Constitución y el IS San Nicolás de Bari de San Nicolás.
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