Si prestamos atención a la
realidad, es posible que coincidamos en una parte de esta apreciación, cuando
se habla de dirigentes arrogantes y vanidosos, que se autocalifican como
iluminados e imposibles de superar, y por estos equivocados criterios se
sienten poderosos, aprovechándose de las dignidades y de sus habilidades para
hacer de las suyas, sin importar el bien de los demás; dirigentes cegados por
la fama y por el culto a la personalidad, gustan ser admirados y homenajeados.
Con sus actos ilícitos, y con menosprecio a los principios de la ética, han
recurrido a diversas formas de corrupción para enriquecerse, perjudicando a
instituciones y conglomerados. Sus inmoralidades los conducen hasta el abuso y
el acoso, mancillando así la dignidad humana. ¿Acaso estos hechos los podemos
ocultar? Pues de ninguna manera, todo esto constituye una verdad innegable, que
está ahí al frente nuestro, y tenemos una serie de ejemplos prácticos para
comentarlos. Estas personas lideran para sus iguales, nunca trabajan para
todos, son dirigentes para los que comparten sus reducidos intereses, no para
los colectivos.
Pero que tratemos de colocar en
un sólo costal a todos los líderes, estaríamos cayendo en un graso error. No se
puede generalizar en el análisis, cada persona es diferente. Existen líderes
(porque tienen capacidad de incidir grupos humanos) que atentan contra la vida,
pero hay otros que luchan por entero para defenderla. No todos somos demagogos,
aún hay personas que hacen honor a la verdad, no todos son traidores, pues aún existimos
gente leal y sincera.
Verdad que el sistema ha
intentado atrapar a todos, acosándonos por una variedad de medios, no obstante
ha fracasado. Todavía contamos con hombres y mujeres con una calidad humana
avanzada, con principios inquebrantables, y dispuestos a todo por sus
convicciones. Y de ellos tenemos una larga historia que contar con ejemplos
prácticos de vida. En la actualidad también hay personajes nobles y decentes,
pues miremos en nuestra familia, en el barrio, en la organización, el problema
es que algunos se han mantenido alejados y a otros simplemente les basta la
responsabilidad que tienen y no se trazan ambiciones más altas.
Es justamente a esas personas que
necesitamos hoy urgentemente, con el objeto que se incorporen a los procesos
participativos amplios. Si la gente honesta no se involucra, entonces estamos
dejando el espacio que nos corresponde para que lo ocupen los bandidos, para
que sean ellos los que terminen dirigiéndonos. Realmente es imperdonable que
permitamos aquello, ya hemos visto las consecuencias cuando gente no proba nos
dirige. Ahora tomemos la decisión de cumplir un papel preponderante en la
sociedad, asumamos el reto y apostemos a un nuevo liderazgo.
Que los adolescentes y los
jóvenes también se integren con sus potencialidades a desarrollar un liderazgo
diferente, que se esfuercen en fortalecer sus conocimientos, en mejorar sus
habilidades. Aquellos que poseen más experiencia, tienen la obligación moral de
contribuir a la formación de las actuales juventudes, pues en ellos encontramos
el semillero para la construcción de la nueva sociedad.
Como apreciamos, si hay
posibilidades de hacer la diferencia, caminemos hacia un nuevo liderazgo.
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