Esta semana, entre la neblina que
provoca la desazón política y económica, ha aparecido una noticia que nos aleja
radicalmente de la perspectiva dominante en la actualidad. Una noticia que nos
permite tomar distancia, mucha, sobre los acuciantes problemas derivados de la
“crisis de los 5 años”. Se trata del, aparente, descubrimiento del bosón de
Higgs. Una noticia que nos lleva a un espacio bien distinto al que nos propone
“la prima de Riesgo”.
Me resulta curioso contrastar ambas
realidades. La del mundo de los físicos, empeñados en encontrar la respuesta,
con el propósito de finalmente entenderlo todo, y la de los mundos económico,
financiero y político, empeñados en seguir afirmando que ya tenemos la
respuesta a todo, sin siquiera hacerse pregunta (de calado) alguna. Por otra
parte, en otra realidad, la de la inmensa mayoría de los ciudadanos, el
sentimiento de víctima, que señala a unos y a otros como causa de su situación
actual.
Soy consciente de que hay otras
realidades, o percepciones de la realidad, pero las tres anteriores son las que
copan los medios de comunicación de mayor difusión. Tal vez, por eso la
audiencia, se corresponda con la distribución de personas en una u otra de esas
tres perspectivas.
Todo ello me hace recordar el
“triángulo del drama”, formulado por Karpman en 1968. En su modelo plantea tres
roles habituales en los sistemas humanos: héroe, villano y víctima. ¿Estaremos
jugando sin ser conscientes de ello al juego del “drama”? ¿Qué rol adopta cada
uno en este juego? ¿Quién gana en dicho juego? ¿Tiene realmente solución?
Unos se dedican a salvar a los demás.
Otros a tiranizarlos. Otros a observar el resultado de la lucha entre unos y
los otros, con la esperanza de que algo cambie…para bien.
Frente a este devenir, en los últimos
tiempos se ha escuchado mucho aquello de que hay que re-inventarse. Aprecio la
intención de este movimiento, pues de alguna manera lo que se propone es que
cada uno asuma su propia responsabilidad y decida que rol asume como respuesta
a los retos del entorno. Sin embargo, inventar implica novedad, imaginación y
creación. Obvio, si de lo que se trata es de vender o venderse. No tan obvio si
la re-invención se sigue planteando desde el tablero del juego del “drama”.
Podemos re-inventar nuestros roles,
pero no podemos re-inventarnos a nosotros mismos. Es cierto que la
responsabilidad es inherente a cada uno de nosotros. La responsabilidad de
escoger nuestra respuesta ante lo que nos llega de fuera, así como la
responsabilidad por el impacto de nuestras decisiones y acciones.
Aunque nos re-inventemos, en nuestro
rol o en cómo nos presentamos ante los demás y desde dicha perspectiva, si
seguimos inmersos en el juego del drama (como héroes, como villanos o como
víctimas), difícilmente podremos ser plenamente responsables de
nuestras vidas. El rol, enfocado como posicionamiento frente a los demás, no
deja de ser un ejercicio basado en el paradigma competitivo y en el juego de
suma cero (lo que gano yo lo pierdes tu). Además, mientras nos peleamos por el
helado, el helado se va deshaciendo, por lo que al final no se lo comerá nadie.
Creo que más allá de re-inventarse, lo
que toca es re-conectar con nuestra esencia, individual y colectiva. Y esto no
nos lo da nada que se encuentre en el exterior, en el entorno. Nos lo da algo que
se encuentra en nuestro interior. Tal vez por ello, hay situaciones o cosas que
nos hacen sentir siempre bien, y en cambio, existen otras que aunque nos hagan
sentir bien un momento, nos dejan vacíos inmediatamente después. Necesitamos
perseguir las primeras, y relativizar las segundas.
Para ello, hay una pregunta cuya
exploración nos permite avanzar hacia una mayor y más permanente satisfacción
individual y colectiva. ¿Cuál es el sentido de lo que hago, de lo que soy?
Como dice Daniel Pink, son tres los
factores motivacionales en el contexto actual: maestría, autonomía y propósito.
En la mayoría de ocasiones, independientemente del rol, se puede acceder a los
dos primeros. Al contrario, en muy pocas situaciones, accedemos al tercero. El
propósito es indicador y alimentador del sentido. Cuanto más allá del individuo
vaya, mayor impacto en nuestra motivación y satisfacción. Cuanto más centrado
esté en la individualidad, más transitoria y caduca será la satisfacción (si
acaso se alcanza).
Te invito a que te detengas por un
momento. ¿Listo? Extiende tus manos con las palmas arriba. En la izquierda
pones el “bosón de Higs”, y en la otra la “prima de riesgo”. Permítete sentir
por un instante la distancia entre los dos. Ahora piensa en las acciones que
llevas a cabo en tu trabajo. ¿Lo tienes? ¡Bien!
¿Qué sentido encuentras en lo que
haces? ¿Qué es aquello, más importante que nosotros mismos y que nuestros
trabajos, nuestros roles, que nos impulsa y nos mueve? Solo se me ocurre una
pregunta más, ¿Qué necesitamos cambiar para reconocer en la futuras
generaciones y sus posibilidades vitales, una razón de ser y de hacer?
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