A pesar de que el futuro de la eurozona pende ciertamente de un hilo, las diferencias entre la Unión Europea y los Estados miembros siguen obstaculizando los esfuerzos de los líderes europeos para formular una solución estratégica de la crisis.
Sin duda, el vacío de liderazgo resultante es la mayor amenaza para el futuro de la unión monetaria. El Director General del IESE, Jordi Canals, y los profesores José Ramón Pin, Santiago Álvarez de Mon, Brian Leggett y Conor Neill comparten unas cuantas lecciones de la historia y la dirección de empresas que arrojan luz sobre qué pueden hacer los líderes europeos para salir de esta encrucijada.
El dilema del liderazgo europeo
Durante sus primeros años, la moneda única gozó de una salud en apariencia robusta que la llevó a revalorizarse frente al dólar.
Los riesgos que planteaban la creciente burbuja inmobiliaria, el colapso de la banca y las carencias de las propias estructuras de gobernanza de la eurozona merecían poca o ninguna atención de los políticos europeos.
Pero en cuanto estalló la crisis, la respuesta por parte de los países europeos fue de lo más previsible. Surgieron tensiones y divisiones que despertaron sentimientos nacionalistas y proteccionistas hasta entonces latentes.
La líder de facto de Europa, Angela Merkel, se enfrenta a un dilema de difícil encaje: estabilizar la eurozona y, a un tiempo, aplacar el creciente malestar de sus compatriotas, hartos de rescatar a países que han demostrado su incapacidad para gestionar responsablemente sus propias finanzas.
Para José Ramón Pin, "Merkel está perdida en un laberinto, atrapada entre la necesidad de avanzar en la integración de la UE y la de proteger los intereses de los alemanes, muchos de los cuales están empezando a sentir el zarpazo en sus bolsillos".
El rechazo de Alemania a los eurobonos, que serían emitidos conjuntamente por los 17 Estados miembros para compartir el riesgo, se ha convertido en el principal obstáculo para la salida de la crisis.
"Liderar implica asumir sacrificios", apunta Pin. "Alemania no entiende sus obligaciones como líder de la UE".
Puede que Merkel crea firmemente que el futuro de su país está en el seno de la UE y que haya que asumir ciertos sacrificios para salvar el euro y la Unión, pero no ha sabido transmitir esta visión a sus conciudadanos.
El líder que reclama el momento
La historia nos enseña que en una crisis de esta magnitud, toda visión que no convence y galvaniza a los ciudadanos ni logra su apoyo está condenada al fracaso. Y que el liderazgo sin visión no es tal.
Hace poco, el Director General del IESE, Jordi Canals, escribió un artículo en el Financial Times sobre Konrad Adenauer, el primer canciller de la antigua RFA. Canals destacaba su capacidad para transmitir y hacer realidad su visión, así como las lecciones que los líderes actuales podían extraer de su ejemplo.
Ante la abrumadora tarea de levantar un país derrotado, dividido y física y emocionalmente agotado tras la página más negra de su historia, Adenauer no dudó cuál era su objetivo: restaurar el lugar de Alemania en la escena mundial.
Bajo su liderazgo, el país se recuperó con una rapidez asombrosa. En 1951 alcanzó el PIB anterior a la guerra y triplicó sus ingresos entre 1949 y 1963.
Adenauer siempre defendió la idea de una Alemania libre, próspera y plenamente integrada en Europa occidental frente a la opción de un país unificado pero neutral y constantemente expuesto a la supervisión y las injerencias de la Unión Soviética.
El canciller entendió que gobernar es tomar decisiones difíciles. La reunificación de Europa era prioritaria, por lo que la alemana tendría que esperar.
En opinión de Canals, el ejemplo de Adenauer nos muestra "la importancia de tomar una decisión, el coraje necesario para hacerlo y la necesidad de explicar las implicaciones de las distintas opciones". Y añade: "En esta UE políticamente dividida conviene recordar que un buen liderazgo lo es todo. Un liderazgo que adopta una perspectiva a largo plazo para solucionar los problemas, presenta claramente las distintas opciones a los ciudadanos, alinea los intereses nacionales con los de Europa y tiene el valor de mantenerse firme en sus decisiones".
El gran líder, ¿nace o se hace?
Las cualidades que un gran líder debe tener son: una visión valiente, capacidad para tomar decisiones difíciles y poder de convicción.
El debate sobre si los grandes líderes que poseen estas cualidades nacen o se hacen sigue abierto. Pero según la investigación del IESE, no se trata de una dicotomía excluyente.
Por ejemplo, el profesor del IESE Santiago Álvarez de Mon sostiene que los grandes líderes se crecen en la adversidad.
En su libro Desde la adversidad. Liderazgo, cuestión de carácter, Álvarez de Mon nombra a 21 figuras importantes, entre ellas Vaclav Havel, Nelson Mandela y Andy Grove, de Intel, que se convirtieron en grandes líderes gracias a las dificultades que lograron superar.
Son muchas las herramientas que ayudan a forjar un gran líder, además del carácter. Saber cuáles son y cómo desarrollarlas y emplearlas también es importante para que florezca un líder en potencia.
"Siempre se dice que los líderes necesitan una visión. Y esta debe inspirar, pero si el líder visionario carece de la resolución para hacer a las personas responsables de una serie de valores claros, no se le verá más que como a un idealista", advierte el profesor del IESE Brian Leggett.
Según Leggett y Conor Neill, también del IESE, las herramientas más importantes del liderazgo ejecutivo, ya sea empresarial o político, podrían describirse como el imán y el martillo.
El imán comprende aquellas acciones del líder que empujan hacia una meta, entre ellas la visión, la narrativa, la oratoria carismática y la propuesta de un modelo a seguir. Estas acciones crean el efecto magnético que ayuda a recabar el apoyo al líder.
Pero tras lograr dicho apoyo, el líder necesita un martillo, es decir, una serie de acciones que impulsen directamente el cambio. Son las órdenes directas, los sistemas de control, la contratación y promoción, la definición del puesto de trabajo y los incentivos económicos.
El equilibrio entre ambos tipos de herramientas no es fácil de conseguir, avisan Leggett y Neill: "El martillo ha de ceder el paso al imán y viceversa, aunque es posible que durante este proceso no se tenga la certeza de que ambas herramientas estén dando resultados. Hay que tener paciencia, dedicación y cuidado".
Según estos autores, los líderes pueden recurrir a cuatro prácticas para ejecutar este proceso de imán y martillo:
Desarrollar
una visión personal.
Comunicar
dicha visión de forma convincente para conectar con su audiencia.
Asumir
sus responsabilidades.
Asegurarse
de que todos cumplan con sus obligaciones.
Herramientas
de dirección empresarial para políticos.
La política y la dirección de empresas pueden aprender mucho la una de la otra. El expresidente francés Nicolas Sarkozy, por ejemplo, adoptó un modelo de "dirección por objetivos" como uno de sus "martillos". "Quería mostrar a los franceses que su Gobierno no iba a perder el tiempo ni derrochar dinero", explica Pin.
Ante la llegada de un nuevo Gobierno en Francia y la insistencia del alemán en aplazar la decisión sobre el tipo y alcance de ayuda financiera necesaria para resolver la crisis de la eurozona, los líderes europeos harían bien en desarrollar sus propias herramientas de liderazgo.
El obstinado pero desacertado rechazo del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a aceptar la intervención de la economía del país y las señales de la creciente hostilidad entre los Gobiernos francés y alemán no hacen sino subrayar la necesidad de un liderazgo fuerte y unido.
Las lecciones del dilema de Adenauer podrían ayudar a poner la crisis europea actual en perspectiva. Es posible que la crisis financiera y existencial de la UE parezca una nimiedad en comparación con las dificultades que afrontó la Alemania de la posguerra, pero no deja de ser una coyuntura sin precedentes y su resolución, por tanto, desconocida.
Que la historia recuerde este momento como uno de los inevitables puntos bajos del complejo proceso de consolidación de la unión monetaria, o, por el contrario, el comienzo de la disolución de la UE dependerá en gran medida de que aparezca un líder fuerte y tome las riendas.
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