Dispone de poco tiempo para dedicarse a pensar en su
trayectoria profesional; siempre tiene un tema para ocuparse, ya sea de trabajo
o familiar. Sin embargo, mientras viajaba a la reunión de presentación del plan
de negocios a la casa matriz, percibió que su actividad ya no le generaba la
misma pasión, que sus responsabilidades eran tan grandes que solo tenía tiempo
para focalizarse en las mismas. Era tiempo de cambiar. A su regreso empezó a
buscar opciones y allí tomó conciencia de que ella estaba contribuyendo con el
75% del presupuesto de su casa y que prácticamente no había otras alternativas
en el mercado que pudieran al menos igualarle su salario actual. Debía resignar
ingresos y no estaba dispuesta a hacerlo. Decidió permanecer, pero con una
extraña sensación de sentirse apresada, en la "jaula de oro".
Cada vez más son los casos como el de Claudia: consultores
que están aburridos de estar hace más de 20 años arriba de un avión,
profesionales que preferirían no ser trasladados el exterior, experimentados
directores de organismos públicos que elegirían el sector privado, ejecutivos
que están en organizaciones que pierden vigencia, hijos que siguen trabajando
en la empresa sólo por la compensación que reciben, directivos que acompañan a
los fundadores del emprendimiento desde el principio y hoy sienten que deberían
estar en otro lugar, el mago de las finanzas que ya no quiere ni siquiera mirar
la pantalla con las cotizaciones; médicos, abogados o arquitectos que cobran
mucho por su renombre y sin embargo preferirían dedicarse a otros proyectos...
La lista puede completarse en múltiples ámbitos y con innumerables casos.
La jaula de oro es una metáfora que se utiliza para
describir la situación de aquellos que están atrapados por una situación
teóricamente de abundancia o confort material, pero que termina convirtiéndose
en un contexto de reclusión emocional. Es superficialmente atractiva; sin
embargo, en la profundidad termina siendo muy limitativa. Aquello que
potencialmente es liberador termina convirtiéndose en la propia prisión. Hay
gratificación económica, pero se pierde libertad. Es la ilusión de tener todo,
pero en realidad falta mucho. Es el pájaro que no quiere salir de su jaula,
porque es de oro... pero no deja de ser una celda...
La paradoja que se produce es que, si querés cambiar,
aparentemente todo lo demás es insuficiente, por lo que te quedás en el mismo
lugar, a pesar tuyo.
Es la sensación de que cuando mejor, peor; y el círculo
vicioso que no acaba nunca. Lo que podría brindar mayor autonomía, genera más
dependencia, aprisiona. Cada vez nos acomodamos más en el calabozo.
Desde ya, podemos afirmar que -por el nivel de
ingresos- muchos se sienten en jaulas de plata, otros de bronce y otros de lata?
¿Cómo abordar saludablemente esta situación? Desde la
prevención: tratando de pensar siempre con sana humildad, sosteniendo un nivel
de gastos inferior a lo que recibimos y planificando hipotéticos escenarios por
reducción imprevista de ingresos.
Y si ya estamos en presencia del fenómeno: tomar conciencia,
conectarnos con nuestro deseo y propósito más profundo, pensar con sentido y en
perspectiva, tomar distancia y buscar opciones sustentables basadas en nuestros
valores, adoptando una actitud significativa, madura y honesta. Porque, tal
como afirmó Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, nuestra más grande
libertad es la libertad de escoger nuestra actitud.
Alejandro Melamed. Speaker internacional. Coautor de Diseña tu
Cambio
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