¿Y qué es eso de ser disruptor? Pues básicamente disrumpir consiste en romper con lo tradicional y buscar nuevas vías para hacer las cosas. Va muy unido a esa visión estratégica que se le presupone a los líderes, y, sobre todo, al valor para llevarla a cabo.
Frente a los cambios más conservadores o simplemente
más lentos, la disrupción conlleva una paradoja, si la nueva vía que
intentas no funciona, puede que tengas, como en el Monopoly, volver a la
casilla de salida. Aunque como decíamos en un post no hace mucho, sin riesgo no hay paraíso.
La alternativa, caminar siempre por detrás, alejados del
abismo que a menudo bordea el disruptor, por unas sendas anchas donde si
te caes no te puedes lastimar ni te implica volver atrás. Pero donde podrás,
eso sí, seguir acumulando retraso.
A primera vista esta segunda opción parece más
estable, el problema de ir acumulando retraso por esa vía tradicional,
es que llega un momento en que el mundo avanza tan rápido, que te puede
dejar totalmente descolgado, y en ese momento, situado en el largo plazo,
pero más cercano de lo que muchos imaginan, si te la das, te la das a lo
grande, porque aunque sigas caminando por una senda ancha, el abismo se abrirá
frente a tus pies mientras pierdes de vista lo que sucede en el horizonte.
La vía tradicional te mantiene a salvo siempre y cuando te
mantengas dentro de la burbuja laboral en la que habitas, en el momento
en el que salgas de ella o, también sucede, en el que esa burbuja explote…
también vuelves a la casilla de salida, pero a diferencia del disruptor, sin
los recursos, y, sobre todo, sin la actitud necesaria para emprender el camino
de inmediato.
Innovar no es desde
luego una obligación, pero antes de tomar la decisión de no hacerlo valora bien
el grosor y la resistencia de la burbuja que te rodea.
La disrupción, lleva asociada un mayor riesgo de
caerse, de volver a la casilla de la salida, pero también lleva implícita la
necesidad de estar al día, un contacto más directo con los últimos avances, con
las novedades más importantes, lo que te proporciona una situación más segura
frente a ese otro riesgo, el de quedarse obsoleto.
La disrupción te puede llevar a la frustración porque es más
fácil acumular caídas. Te obliga a veces a convivir demasiado tiempo con el
miedo y la incertidumbre. Pero pasado el calor del momento, mientras te lames
las heridas del último fracaso, podrás echar la vista atrás y descubrir lo que
has aprendido, y que la casilla de salida es un sitio en el que duele
caer, pero también es , sin duda, el mejor lugar para volver a empezar.
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